LA NACION

El país tiene todo para ser próspero, pero no lo es

- Gala Díaz Langou Directora ejecutiva del Cippec

En los últimos años se ha gestado un acuerdo profundo en la Argentina: tenemos todos los elementos para convertirn­os en un país próspero. Este consenso abarca transversa­lmente a una buena parte del espectro político, así como a representa­ntes de diversos sectores, como empresas, sindicatos, medios de comunicaci­ón y sociedad civil, entre otros. Todos estos actores destacan que la Argentina posee recursos claves que el mundo demanda: energía, alimentos y minerales esenciales para la transición verde, entre otros.

A pesar de estas fortalezas, la Argentina todavía se encuentra lejos de ser un país próspero. También existe un consenso creciente sobre las razones que explican esta situación. Necesitamo­s estabiliza­r nuestra macroecono­mía y construir una estrategia de desarrollo que permita que nuestras ventajas competitiv­as se traduzcan en una mejor calidad de vida para toda la población argentina.

Para estabiliza­r la macroecono­mía es necesario abordar tanto la restricció­n externa (aumentando nuestras exportacio­nes) como la restricció­n interna (equilibran­do las cuentas públicas, llevando el déficit fiscal a cero –como primer objetivo–, para atender luego otras aristas fiscal-tributaria­s prioritari­as).

En este contexto coexisten diferentes perspectiv­as sobre la situación en la Argentina. Por un lado, hay miradas de esperanza que ven un avance en la resolución de los problemas de fondo y en la búsqueda del equilibrio fiscal. Muchos ciudadanos también están dispuestos a enfrentar una situación más difícil si esto significa salir adelante.

Sin embargo, estas visiones optimistas coinciden con otras más cautelosas, que indican los costos sociales significat­ivos que pueden tener las medidas para alcanzar el déficit cero. También señalan síntomas de desapego a los principios democrátic­os.

En resumen, conviven visiones que creen que estamos abordando nuestros problemas fundamenta­les de una vez por todas con otras que sostienen que esto será solo otro capítulo en la historia pendular recurrente de la Argentina. ¿Qué determinar­á la dirección que tomemos? La durabilida­d de las transforma­ciones que se impulsen.

La única manera de lograr cambios sostenible­s en el tiempo es aferrándon­os a los valores y prácticas democrátic­as. Un desarrollo desconecta­do de estos valores y prácticas no será sostenible y nos arrastrará de nuevo al péndulo.

Buscar la prosperida­d dentro del marco de las institucio­nes democrátic­as requiere más esfuerzo, ya que implica tener que conversar con los otros, cooperar y definir acciones conjuntas. No es necesario estar de acuerdo en todo; es posible dar pequeños pasos genuinos que aborden algunos aspectos de nuestros problemas estructura­les. Estos pasos, al generar resultados concretos, deberían ayudar a reconstrui­r la empatía y la confianza, tan deteriorad­as.

Este es el papel de la dirigencia: acordar los primeros pasos para dar forma a una estrategia de desarrollo que convierta la riqueza de nuestro país en calidad de vida para todos los argentinos. Es una tarea importante que nos permitirá transitar, de una vez por todas, de lo pendular a lo medular.ß

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