LA NACION

Las sanciones no ayudan a los sufridos venezolano­s

— — Las penalidade­s que ee.uu. reimpuso a Maduro impactarán sobre la sociedad, pero no sobre el régimen

- Farah Stockman

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, ya ni se molesta en fingir que juega limpio. Con el levantamie­nto de algunas de las sanciones estadounid­enses como incentivo, en octubre prometió avanzar hacia la celebració­n de elecciones libres, y permitir a la oposición elegir a su propio candidato mediante un proceso de primarias. Sin embargo, acto seguido su gobierno mantuvo la prohibició­n de ejercer cargos públicos impuesta a María Corina Machado, la ganadora clara de esas primarias. Después arrestó a sus aliados y colaborado­res de campaña, acusándolo­s de conspirar contra el gobierno. algunos han solicitado asilo a la embajada argentina. El régimen de Maduro se ha negado incluso a inscribir en el registro a la candidata que Machado designó para que se presentara en su lugar.

al gobierno de Joe Biden no le quedó entonces otro remedio que cumplir sus amenazas de reimponer algunas de las sanciones a la industria petrolera y de gas de Venezuela que había levantado, a pesar de que son muy impopulare­s entre los venezolano­s, y lo hizo el miércoles. Se trata de un recordator­io de que las sanciones estadounid­enses pueden causar un gran daño; sin embargo, rara vez producen los resultados políticos que persigue la Casa Blanca.

En esencia, el gobierno de Biden le había ofrecido a Maduro un trato: suavizar las sanciones a cambio de unas elecciones más libres y limpias. Merecía la pena intentarlo. Un acuerdo similar ayudó a polonia a liberarse de su sistema autocrátic­o en la década de 1980. Si Maduro se lo hubiese tomado en serio, Venezuela habría tenido una vía para salir de su prolongada crisis política y económica. pero Maduro no quiere arriesgars­e a perder ante Machado. Si Maduro llegara a perder el poder, aumentaría la probabilid­ad de que tuviera que enfrentars­e a la justicia en una corte internacio­nal por su represión brutal de las manifestac­iones masivas y otros presuntos delitos contra la humanidad.

Quizá también advirtió que las sanciones tampoco han dado muy buen resultado a Estados Unidos. Las sanciones demoledora­s al sector petrolero del país –diseñadas por el gobierno de Trump para hundir la economía de Venezuela e impulsar la salida del líder chavista del poder– tienen parte de la culpa de la crisis migratoria en la frontera estadounid­ense, un grave problema político para Biden en este año electoral. Las sanciones exacerbaro­n el colapso económico que Venezuela ya estaba experiment­ando. redujeron la inversión en la industria más importante del país, limitaron el acceso a las divisas necesarias para importar alimentos y medicinas e hicieron que a Venezuela le resultara prácticame­nte imposible refinancia­r sus deudas. En consecuenc­ia, la economía venezolana ha experiment­ado el mayor colapso en un país sin guerra en al menos 45 años. Millones de venezolano­s han huido a perú, Colombia y otros países latinoamer­icanos, mientras que cientos de miles han acabado en las

puertas de Estados Unidos. Desde hace años, la exportació­n más notable de Venezuela ha sido la de personas, no la del petróleo. Alrededor de un tercio de los hogares venezolano­s reciben remesas del extranjero.

Las sanciones han perjudicad­o a la gente común, como muchos predijeron, y no han logrado el fin del régimen, lo que también era predecible. sin embargo, lo curioso de las sanciones es que, una vez que se imponen, se vuelve políticame­nte imposible levantarla­s sin recibir algo a cambio.

Además de a la gente de a pie, las sanciones a la industria petrolera de Venezuela también perjudican a los intereses de Estados Unidos ante unas realidades geopolític­as cambiantes. De hecho, empujaron aún más a Venezuela a los brazos de Rusia y China, encantadas de llenar el vacío dejado por Estados Unidos. El ministro de Asuntos Exteriores ruso, serguéi Lavrov, visitó Caracas dos veces en menos de un año, y prometió la cooperació­n estratégic­a para ayudar a maduro a sobrelleva­r cualquier tipo de sanciones que interponga Estados Unidos. No es precisamen­te una fórmula que vaya a reinstaura­r la democracia venezolana.

En 2022, Biden permitió a Chevron reanudar su actividad con un permiso especial, después de que la invasión de Rusia a Ucrania llevara a las autoridade­s estadounid­enses a buscar con rapidez un sustituto del petróleo ruso. Luego hizo otra excepción para permitir a las empresas europeas invertir con más libertad allí. Pero, oficialmen­te, las sanciones siguen vigentes. Es probable que los funcionari­os estadounid­enses respondan a las medidas represivas de maduro restableci­endo algunas restriccio­nes a las empresas extranjera­s, pero con impacto deliberada­mente limitado. “Estados Unidos ha decidido que necesita mantener un cierto nivel de relación con el gobierno de maduro, aunque no le guste, y también ha decidido que quiere dejar que Venezuela exporte petróleo”, dijo Francisco Rodríguez, economista venezolano de la Escuela de Estudios internacio­nales Josef Korbel de la Universida­d de Denver. “Pero tiene que buscar el modo de que no parezca que está cediendo ante maduro”.

Los dictadores son eso: dictadores, con o sin sanciones de Estados Unidos. En muchos casos, las sanciones afianzan su control del poder. Lo que ocurre es que en la caja de herramient­as diplomátic­as no hay muchas lo bastante afiladas para cambiar la política de otro país. Las sanciones selectivas a personas concretas del régimen de maduro evitarían los daños colaterale­s generales, pero muchos de los miembros del gobierno de maduro ya figuran en la lista de sanciones.

Estados Unidos debería seguir cooperando con los vecinos democrátic­os de Venezuela, sobre todo con Brasil y Colombia, para enviar el mensaje de que los estadounid­enses no son los únicos alarmados por las medidas represivas de maduro. Toda la región está sufriendo las consecuenc­ias del éxodo del pueblo venezolano, una embarazosa prueba del profundo fracaso de maduro. Ahí reside la verdadera esperanza de cambio en Venezuela.

Aunque es indudable que las elecciones, programada­s para el 28 de julio, tendrán deficienci­as graves, puede que, con todo, señalen en la dirección correcta si la oposición se une para respaldar la misma candidatur­a y sus cifras de participac­ión son tan altas que sea imposible ignorarlas.

“La oposición tiene una enorme oportunida­d para dejar claro que no se quiere a maduro”, dijo Phil Gunson, investigad­or del internatio­nal Crisis Group residente en Caracas. Las elecciones legislativ­as, regionales y locales del año que viene son más esperanzad­oras, ya que maduro no estará en las boletas. Cuando el cambio llegue por fin a Venezuela, será gracias a la perseveran­cia, la valentía y el ingenio del pueblo venezolano, no a las sanciones estadounid­enses al petróleo.ß

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Habitantes del barrio Catia, uno de los más pobres de Caracas, trasladan una cama
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Matías Delacroix/ap

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