LA NACION

Una guerra divisiva. Cómo se vive en los campus convertido­s en trincheras políticas

La ola de protestas en universida­des norteameri­canas creció durante la última semana, con posturas irreconcil­iables entre los manifestan­tes propalesti­nos y los estudiante­s judíos

- Texto Rafael Mathus Ruiz Correspons­al en EE.UU. Justin Lane/efe

La calma que suele reinar en las calles de Washington se quiebra al acercarse al jardín principal de la Universida­d George Washington y se escucha un canto nítido. “¡Liberen, liberen Palestina! ¡Liberen, liberen Palestina!”, gritan los estudiante­s. Un vallado montado por la policía separa el campamento de la vereda. Los estudiante­s pueden salir, pero no pueden volver a entrar. Algunos llevan la cara cubierta con la tradiciona­l bufanda keffiyeh, otros se pasan un megáfono para dirigir los cantos. “¡Paren el asedio, déjenlos vivir!”, marca una chica por el altavoz, leyendo la letra en su teléfono. “¡Paren el asedio, déjenlos vivir!”, repite la multitud.

La ola de protestas en los campus universita­rios contra la ofensiva israelí en la Franja de Gaza tras el ataque terrorista de Hamas el pasado 7 de octubre se esparció esta semana por Estados Unidos como un reguero de pólvora. La policía reprimió y arrestó cientos de manifestan­tes en Columbia, Yale, la Universida­d Estatal de Ohio o en la Universida­d Emory, en Atlanta. El campamento en “GW”, como se conoce a la universida­d washington­iana, se instaló a unas cinco cuadras de la Casa Blanca. Los estudiante­s se preparan para atrinchera­rse el tiempo que sea necesario hasta que la universida­d deje de invertir dinero en Israel, uno de los reclamos de la protesta, junto con un alto al fuego en Gaza. La policía valló el campamento y vigiló la manifestac­ión, aunque sin arrestar a nadie.

La crisis en los campus tensó al país y desató un cruce de acusacione­s: los detractore­s de las protestas dicen que respaldan a Hamas y son antisemita­s, y sus partidario­s dicen que el antisemiti­smo se usa como un arma para reprimir las críticas a Israel.

En la protesta, dos estudiante­s, una joven palestina y un joven judío, hablan por separado con la nacion y ofrecen con sus visiones dos posturas que parecen irreconcil­iables y recorren un conflicto histórico en Medio Oriente que, en los últimos seis meses, desde el último ataque de Hamas, solo ha escalado en violencia, dejando un brutal saldo de víctimas civiles –alrededor de 1200 israelíes y más de 35.000 palestinos, la mayoría de ellos, mujeres y niños–, una devastador­a crisis humanitari­a en Gaza y el temor latente a una guerra regional.

Apoyada en una de las vallas, Selina al-shihabi, estudiante, palestina, habla con voz ronca, forzada. Pasó la noche –la primera noche del campamento– en una carpa. Cuenta que tienen un baño químico y la gente les lleva comida, que la policía puso las vallas el jueves y no deja que nadie entre. Si alguien sale, no puede volver. Antes de la conversaci­ón, una profesora se acerca, la abraza, la felicita, le dice que está orgullosa, le pregunta si necesitan algo. El plan es quedarse hasta que la universida­d acepte sus demandas.

“Hay que apoyar a nuestra juventud, a nuestros estudiante­s. A lo largo de la historia, hemos visto a los estudiante­s tomar la iniciativa y realmente crear cambios y crear cambios significat­ivos e importante­s que han mejorado nuestra sociedad”, dice sobre la protesta y las reacciones.

“Al final del día, no es una cuestión religiosa. Es una cuestión de colonos colonialis­tas. Es una cuestión de gente que viene a tierras nativas y expulsa a los indígenas de esas tierras. Y eso es lo que estamos protestand­o. Estamos protestand­o por el derecho de los pueblos indígenas a vivir, estamos protestand­o por el derecho de los pueblos indígenas a tener su tierra, a quedarse en su hogar. No es una protesta por la religión. No tiene nada que ver con la religión. En todo caso, el gobierno israelí es el que está involucrad­o en religión. Y eso es una injusticia para el pueblo judío”, dice de un tirón, al rechazar acusacione­s de antisemiti­smo de casi todo el arco político en Washington, y también del primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, que exigió “hacer más” contra las manifestac­iones, y las comparó con la Alemania nazi. Su solución: un estado democrátic­o donde convivan israelíes y palestinos y “gente de todas las religiones”.

Durante la charla, una de las estudiante­s pide a través del altavoz que nadie hable con la prensa o la policía. “¡No hablamos con medios! ¡No hablamos con policías!”, vocifera. Selina dice que no es un problema: ella es el enlace del campamento con la prensa. Otros periodista­s esperan para hacer preguntas. Selina hace una pausa antes de responder la siguiente pregunta: qué piensa de Hamas.

“Um…. ¿qué querés decir?, ¿qué pasa con Hamas?”, pregunta. “Hamas es una organizaci­ón gubernamen­tal en Gaza, y además Hamas también tiene un ala militar. ¿Estás preguntand­o por la organizaci­ón gubernamen­tal en Gaza?”, replica. La repregunta es si cree que Hamas es una organizaci­ón terrorista, tal como ha sido designada por Estados Unidos. “Al final del día, soy ciudadana norteameri­cana, así que me ciño a lo que diga mi gobierno”, responde. Y cuando se le menciona el 7 de octubre, Selina dice que protestan “por el genocidio, y lo que ha estado pasando desde 1948”.

La otra vereda

Del otro lado del jardín, J., un estudiante universita­rio de economía de GWU judío, que lleva una kipá, se presenta, acepta responder preguntas de este correspons­al, pero pide que su nombre no sea publicado. Otros judíos participan de la manifestac­ión, piden un alto al fuego. Pero J. mira desde lejos. Está shockeado por lo que ve, confiesa, pero no sorprendid­o. Se siente seguro “físicament­e”, pero mira la protesta y siente decepción.

“Creen explícitam­ente en la misma idea que cree Hamas, es decir, que tienen el deber de tomar armas esencialme­nte contra Israel hasta que sea destruido”, afirma. “Mis compañeros están apoyando a personas que, si yo estuviera de visita en Israel, por ejemplo, y uno de ellos se vuela y me mata, lo estarían animando. No es un sentimient­o genial. Es perturbado­r ver a tus pares, a la gente de la clase o de cualquier otro lado apoyar este tipo de cosas”, señala.

Al hablar del conflicto, J. cree que el objetivo fijado del gobierno de Netanyahu, la eliminació­n de Hamas, es “extremadam­ente importante” porque es “un requisito previo para la paz” y no existe paz duradera posible con Hamas. No justifica cada acción o táctica de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), acusadas de matar civiles, periodista­s y trabajador­es humanitari­os, pero niega un genocidio –una acusación presente en todas las manifestac­iones contra Israel y a favor de los palestinos, tildada de “plausible” por la Corte Penal Internacio­nal–, y dice que, si Hamas perdura, eso solo asegura una “guerra perpetua”.

“Obviamente, hay una guerra horrible. Y porque básicament­e durante los últimos 15 años, Hamas ha convertido la Franja de Gaza en el campo de batalla más ventajoso para ellos que posiblemen­te podrían haber reconstrui­do con más de 700 kilómetros de túneles, es algo extremadam­ente difícil. Obviamente, esto ha tenido un costo humanitari­o significat­ivo para el pueblo palestino”, dice, y luego replica: “No estoy en absoluto de acuerdo con que sea un genocidio. No pondría en duda que existen crímenes de guerra individual­es de las FDI, pero no creo que sea institucio­nal”.ß

Los detractore­s de las protestas dicen que respaldan a Hamas y son antisemita­s, y sus partidario­s dicen que el antisemiti­smo se usa como un arma para reprimir las críticas a Israel

 ?? ?? Grupos a favor de Isarel se cruzan con manifestan­tes en Columbia
Grupos a favor de Isarel se cruzan con manifestan­tes en Columbia

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina