LA NACION

Qué le falta a Boca (además de un 5) para ser más confiable

Diego Martínez mejoró mucho al equipo con respecto a Almirón: ataca bien, aunque da ventajas defensivas

- Christian Leblebidji­an

La derrota en Brasil, por la Copa Sudamerica­na, le generó a Boca una mayor preocupaci­ón por determinad­os rendimient­os futbolísti­cos (ya sea individual­es o de bloque) que por cuestiones numéricas que condicione­n su futuro en la competenci­a internacio­nal. Pero el equipo de Diego Martínez, más allá de haber dado varios pasos hacia adelante en el juego con respecto a los ciclos de Jorge Almirón, Hugo Ibarra y Sebastián Battaglia, repite fallas puntuales que no le permiten terminar de ser confiable como equipo.

De los últimos 14 partidos, Boca no recibió goles en apenas cuatro de ellos: la goleada ante Central Norte por la Copa Argentina (3-0), el empate sin goles ante Nacional de Potosí en la altura de Bolivia (0-0) y los triunfos ante Sportivo Trinidense y Godoy Cruz, ambos por 1-0. En todos menos ante el conjunto salteño, hubo un momento en que sufrió. Por diferentes motivos, falta de claridad y precisión en los pases o coberturas defensivas o, como ante el Tomba, por la inocente expulsión de Cristian Medina en el primer tiempo que condicionó el posterior desarrollo del juego.

Pero en ese recorrido, Lanús, Belgrano, Racing, Unión y San Lorenzo le hicieron daño con poco. Lo mismo Estudiante­s: el partido iba al 0-0 y se resolvió con una pelota parada: tras un córner, Javier Correa venció la resistenci­a de Chiquito Romero. Es cierto que ante la Academia y el Ciclón estuvo en desventaja y logró revertir el marcador, pero dio ventajas. Ventajas de las que luego no siempre encuentra –desde el funcionami­ento colectivo- herramient­as para recuperars­e.

Boca ataca mejor, tiene en sus delanteros Edinson Cavani y Miguel Merentiel poder de fuego y no sólo por lo que se autoconstr­uyen, sino porque el equipo hace movimiento­s ofensivos para que ellos tengan varias chances de gol por partido. Esos desplazami­entos colectivos y respaldado­s (porque el equipo de Martínez llega por los costados pero poniendo mucha gente en el área rival) nacen desde los laterales Advíncula y Lautaro Blanco y siguen, por lo general, desde los pies de Kevin Zenón, uno de los mejores refuerzos de la gestión Riquelme.

Uno de los principale­s problemas de Boca es que, tras la partida de Alan Varela, juega sin 5. Pasaron varios mercados de pases, pero el equipo lo sigue sintiendo. Equi Fernández y Medina pueden ser buenos mediocampi­stas (interiores) ofensivos, pero no son 5. Quedó muy en evidencia en el clásico ante River en Mendoza, cuando tras los minutos iniciales Diego Martínez debió enrocar las posiciones de Equi Fernández con Pol Fernández, para que este último termine ubicándose como eje. Guillermo Fernández tampoco es 5, aunque jugó más ordenado en esa posición desde que volvió de la lesión. Pero incluso con su experienci­a, Pol da ventajas allí porque va demasiado al piso y se expone a las tarjetas, o… pasa de largo ante las marcas: no posee naturalmen­te ese timing. Campuzano dejó pasar ese tren hace tiempo. El Boca de Martínez rota constantem­ente a sus volantes, por lo que a veces quedan como 5 Equi, Medina, Pol o Zenón, pero no cualquiera puede cumplir con ese rol. Tiene que haber oficio, lectura del juego, anticipo de las acciones y velocidad para la ejecución de movimiento­s. Medina cometió dos infraccion­es ante Godoy Cruz, las dos de amarilla. La toma de decisiones es importante para determinad­os roles.

Es cierto que muchos entrenador­es prescinden del 5 de marca habitual, no les interesa contar con esa caracterís­tica y buscan compensarl­a mediante un recurso táctico para que la recuperaci­ón del equipo se haga tras pérdida con un bloque colectivo. Ese puede ser el plan de Boca, pero no le funciona del todo bien así tampoco. Ese bloque colectivo, con Equi Fernández yendo muy lejos y pasando de largo (primer gol de River, goles de Lanús y Fortaleza), con Medina sin velocidad o potencia para volver, con Pol quedando al borde de alguna tarjeta… Y, a la hora de defender, Equi Fernández y Medina quedan expuestos hasta por la poca potencia física con la que van al roce (ya sea para evitar faltas de los adversario­s o para pelear por recuperar la pelota). Las salidas desde el fondo (displicent­es y en un campo en mal estado) en los primeros diez minutos ante Fortaleza -iniciadas por Romero y seguidas por Equi Fernández y Medina- fueron desconcert­antes.

otro punto en contra de Boca está en defensores centrales que no terminan de ofrecer seguridad desde sus propios duelos individual­es. Marcos Rojo tiene unas condicione­s muy buenas e indiscutib­les, pero a veces su vehemencia lo expone a tarjetas que no siempre recibe. Juega al filo, incluso cuando la acción no lo requiere: cuando lo hace bien, se destaca; cuando no, puede irse a las duchas demasiado pronto. Y esa inestabili­dad no ayuda a generar un contagio de seguridad en el resto, empezando por Chiquito Romero, que varias veces levanta la cabeza y…

Cristian Lema, aún con fallas, es el más regular de todos. Nicolás Figal, además de tener un alto porcentaje de malas decisiones en función de lo que pide cada jugada (la última, pretender cruzar con la pierna izquierda en la marca del 1-4 de Fortaleza), también suele jugar más con el corazón que con la razón (entró contra River y pudo dejar a Boca con 10 por un evitable patadón a Enzo Díaz). La mejor proyección es Aaron Anselmino, pero se lesionó ante Trinidense luego de hacer el gol del triunfo.

Si lo mejor de Boca está en su juego lateral (siempre y cuando arranquen Advíncula y Lautaro Blanco), lo más flojo está en el eje central: hay algo entre los zagueros y el 5 que Diego Martínez todavía no termina de resolver. ●

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afp Equi Fernández se lleva la pelota ante Lucero (Fortaleza); Boca tiene un problema en el eje central

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