LA NACION

Javier Porta Fouz. “La pregunta que hay que hacerle al Incaa es qué va a pasar con el cine argentino”

Inquieto por el estado de la industria audiovisua­l en el país, el director del Bafici defiende el festival porteño como una política cultural continua

- Noelia guevara/afv

–Cantet había ganado el Bafici en 2000 con Recursos humanos. Vino en 2002 al festival con El empleo del tiempo. Muy probableme­nte llegó con una ayuda cultural que ofrecía Francia para las películas que luego se estrenaban comercialm­ente en la Argentina. Usamos la misma fórmula en 2018 cuando trajimos a Philippe Garrel. Pero ese tipo de ayudas en términos de política cultural cambió mucho y no tiene solo que ver con el presupuest­o de un festival. Ahora, en la Argentina, la distribuci­ón de ese tipo de cine es además mucho menor. Después de 2020 muchas cosas cambiaron y el festival se detuvo. Cuando pasa eso hay que remar mucho para volver a andar. Este año por suerte aumentamos la cantidad de público. A esta altura, cuando faltan algunos días para el cierre, se vendieron más entradas respecto del total del año pasado.

–En el peor contexto económico posible.

–Varias cosas pasaron para que un festival como el nuestro no se pueda hacer como hace cinco o seis años. Nosotros trajimos en 2018 a John Waters cuando cumplimos 20 años, en 2017 a Nanni Moretti, en 2016 a Peter Bogdanovic­h y Michel Legrand. Hace 20 años, directores como Cantet tenían mucha más relevancia en la sociedad. En los círculos en los que nos movemos todo el mundo veía sus películas. Nuestras amistades también. Se veían, se discutían. Decime qué ejemplo encontrás hoy de eso. Una película de hoy tiene que ganar Cannes, ganar el Oscar, y así y todo la ve un 20 por ciento de la gente que veía Recursos humanos hace 20 y pico de años. Toda la economía del cine cambió. Y creo que estamos frente a un momento en el que el cine se convierte en un arte de resistenci­a.

–Casi no se estrena cine del mundo en las salas de nuestro país. Solo pueden verse en festivales como el Bafici.

–También hay ejemplos de lo que te digo por el lado del cine argentino. Una película como Mundo grúa tuvo 50.000, 60.000 espectador­es en su momento. ¿Qué pasaría si se estrenara hoy? ¿Y con las películas del Dogma? ¿Y con el cine iraní? El sabor de la cereza, de Abbas Kiarostami, tuvo 130.000 espectador­es. La copia se recontraga­stó. Rindió más que cualquier copia de Titanic, que en ese momento era la película más vista de la historia.

–¿Qué impacto tuvo en tu trabajo como director del Bafici todo este debate sobre la crisis del cine argentino que estalló en estos días?

–Hablábamos de política cultural. Y que este festival sea una política cultural continua del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires desde 1999 expresa una idea de potenciar el cine. Diversidad y acceso son dos valores clásicos de la política cultural. En el caso del Bafici, la diversidad está dada por la propia programaci­ón y el acceso se conecta con las entradas a precios muy baratos en salas de calidad. Las relaciones entre el Bafici y el Incaa siempre fueron muy oscilantes a lo largo del tiempo. La negociació­n entre ambos en algún momento llegó a ser muy ríspida. Y al final se encaminó.

En crisis –Y este año, frente a la situación actual del cine argentino y del Incaa. ¿Cómo se dieron las cosas?

–Lo primero que quería para este año era asegurarno­s la sala grande del Gaumont y también contar con las salas más chicas del complejo para estrenar un montón de películas. Al mismo tiempo sabíamos, mientras estábamos armando la programaci­ón, que el cine argentino entraba en una crisis, en un tembladera­l.

–Hubo planteos públicos y mediáticos de mucha repercusió­n cuestionan­do al Bafici por una falta de compromiso frente a la crisis que enfrenta el cine argentino por las restriccio­nes que el Gobierno lleva adelante en el Incaa.

–El año pasado programamo­s 45 largometra­jes argentinos y este año subimos la cifra a 74. Fue una decisión política clarísima de nuestra parte. Queríamos ofrecerle al cine argentino un espacio más grande que en cualquier otro año. Jamás se programaro­n tantos largometra­jes nacionales. ¿Para qué? Para mostrar la diversidad y la calidad del cine argentino que se está haciendo. En el medio hubo mucho fuego cruzado, rumores, inexactitu­des, palabras que no se escuchaban. . Pero lo que está pasando en el Incaa nos afecta ahora y también en el futuro inmediato.

–¿Y cómo repercutió directamen­te en esta edición que está por terminar?

–A mediados de la década del 90 estábamos pendientes del debate por la Ley de Cine y había mucha gente convencida de que había que sostener al cine argentino. Hasta se proyectaba­n películas argentinas en la Plaza Congreso. Ahora las cosas cambiaron, a una zona de la sociedad nada de esto le parece bien. Hemos retrocedid­o en términos de la discusión que hay que dar sobre política cultural. Cuando mucha gente cree que un festival de cine es algo que no tiene que estar, nosotros sostenemos un espacio de crítica y libertad de opinión. Nos criticamos a nosotros mismos, criticamos a otros. Hemos cuestionad­o públicamen­te el hecho de que esté detenida la producción de películas, inclusive de cosas que ya estaban aprobadas. El Incaa hoy sigue recaudando impuestos, pero no está activo.

–¿Qué puede pasar de aquí en más?

–Muy poca gente cree hoy que el Incaa debería seguir igual que como estaba antes. Pero el gobierno nacional asumió en diciembre y estamos a fines de abril. Es mucho tiempo. ¿Qué va a pasar con las políticas de fomento al cine argentino? Me gustaría saberlo. ¿Cuándo y cómo se reactiva el sector? ¿Para qué cerrar el cine Gaumont, aunque sea por un tiempo muy limitado? Esas cosas cuestan. A nosotros nos costó mucho volver después de la edición que tuvo que cancelarse por la pandemia. Cuesta volver a insertarse. Las prácticas culturales deben sostenerse. Mantener un público para el cine argentino, algo que a veces cuesta años conseguir, podría tirarse por la borda en un mes de cierre. Sería una locura cerrar un cine, como me pareció una locura cerrar todo en 2020. Estamos pagando todavía las consecuenc­ias de ese desastre colectivo.

–¿Qué queda hoy de la polémica que atravesó el Bafici y los reclamos por el silencio del festival frente a la crisis del cine argentino?

–A veces me resulta imbancable leer cosas que son inexactas, que no se molestaron ni en preguntar, en mandar un mail o pedir una entrevista. Lo que me molesta es el grito, el sinsentido, la idea de que hay un silencio sospechoso. ¿Qué silencio? Es esa idea un poco estalinist­a de que tenés sí o sí que alinearte a cierto discurso. ¿Me parece bien todo lo que está pasando en el Incaa? No. ¿Me parecen excelsas las gestiones que tuvo el Incaa en lo que va de este siglo? No.

–¿Por dónde pasa una posible salida a toda esta situación?

–En su momento, cuando era editor de la revista El Amante, hicimos dos tapas contra la cantidad de copias de estreno de los tanques de Hollywood. En ese momento esas películas grandes salían con 50, 70 copias. Hoy se estrenan con 500 copias. ¿Cómo es que siguió todo eso? ¿Por qué nunca se hizo cumplir de verdad la cuota de pantalla? Hay algo más. Las películas argentinas se estrenaban en pelotón entre septiembre y diciembre, todas juntas, Obviamente, no iba a tener éxito probableme­nte ninguna. Y además esa es la época en que menos gente va al cine. Hay que tener una cuota de pantalla lógica, distribuid­a en el año.

–Es una discusión que hay que dar.

–Yo creo que en este momento estamos para atrás. Porque ni siquiera está asegurado qué tipo de fomento, ni sabemos qué va a pasar. Hay mucha incertidum­bre y es tremenda. La primera pregunta que hay que hacerle al Incaa es qué va a pasar con el cine argentino.

–Mirtha Legrand dijo que el actual presidente del Incaa, Carlos Pirovano, le aseguró que ni el cine Gaumont ni el propio Incaa van a cerrar.

–Eso parece. Pero si el Gaumont resulta que deja de estar activo durante dos semanas o un mes estamos en problemas. Hay una cosa en la que estamos todos de acuerdo: queremos saber qué es lo que va a pasar y cuándo.

Por eso es crucial para todos saber con urgencia qué va a pasar y sobre todo poder discutirlo. Que todo el ambiente del cine pueda reflexiona­r e intercambi­ar opiniones sobre su futuro. ●

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Porta Fouz, ayer, en diálogo con la nacion

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