Reducción de emisiones La lucha contra el cambio climático gana algunas batallas
— Iniciativas de distinta índole impulsadas en Uruguay, China y Francia demuestran que es mucho lo que se puede hacer para detener el calentamiento global
Los glaciares se reducen, los arrecifes de coral están bajo amenaza por las altas temperaturas y el año pasado fue el más caluroso de la historia. Las concentraciones atmosféricas de dióxido de carbono, el principal gas de efecto invernadero, han superado un nuevo umbral mientras que la gente sigue quemando combustibles fósiles. ¿Hay algún país que pueda mostrar avances en la lucha contra el cambio climático? La respuesta corta es sí.
En América Latina, en menos de una década un país ha conseguido generar casi toda su electricidad a partir de una combinación diversa de energías renovables. En China, un coche eléctrico que cuesta solo 5000 dólares es de pronto uno de los más vendidos. París se está transformando en una ciudad de bicicletas.
Medidas como éstas, tomadas individualmente, no bastan para evitar las consecuencias más graves del cambio climático: el agravamiento de las sequías, la intensificación de las tormentas y el sufrimiento humano. Sin embargo, nos muestran cómo algunos lugares están logrando cambios locales significativos con gran rapidez.
A nivel mundial, “no estamos avanzando tan rápido como deberíamos”, dice Thomas Spencer, analista de la Agencia Internacional de la Energía (IEA, por su sigla en inglés). “Pero sin duda tenemos las herramientas para movernos mucho más rápido”.
Jonathan Foley, director ejecutivo de Project Drawdown, organización sin fines de lucro dedicada a la acción climática, señala: “Las soluciones climáticas sí existen. Ya están aquí”.
Para conmemorar el Día de la Tierra (que se celebró el lunes) y tratar de llegar a los votantes jóvenes con mentalidad ecológica, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, está promoviendo un nuevo programa nacional para formar y emplear a personas en trabajos relacionados con el medioambiente. También está recordando a los votantes las inversiones en energías limpias que se están llevando a cabo gracias a la “ley de reducción de la inflación”.
Estos programas apenas están empezando. Sin embargo, en todo el mundo hay lugares donde las soluciones climáticas se han convertido en parte de la vida cotidiana. Veamos tres ejemplos.
Energía renovable en Uruguay
Uruguay, un país de 3,4 millones de habitantes, genera casi toda su electricidad a partir de fuentes renovables. En 2008, el gobierno se fijó el objetivo de transformar la red eléctrica, que en aquél entonces dependía del petróleo importado.
El país tenía mucha energía hidroeléctrica, pero los años de sequía de las décadas de 1990 y 2000 redujeron drásticamente la producción de las represas. Uruguay se vio obligada entonces a importar petróleo a precios volátiles y tuvo que hacer frente a desabastecimientos y apagones. Las autoridades observaron la creciente competitividad en materia de costos de las energías renovables, especialmente la eólica, y se propusieron crear una industria eólica local casi desde cero.
Entre 2013 y 2018, la generación eólica creció fuertemente, pasando de ser casi nada a representar cerca de una cuarta parte del mix eléctrico de Uruguay. A finales de 2022, el año más reciente del que se disponen datos, Uruguay generó más del 90% de su electricidad a partir de energías renovables, con la eólica y la solar creciendo incluso a medida que la hidroeléctrica disminuyó.
Esta nación, pequeña en tamaño, representa un ejemplo del rápido crecimiento masivo de las energías renovables en todo el mundo.
La electricidad y la calefacción, en conjunto, son la fuente más grande de emisiones de gases de efecto invernadero generadas por los seres humanos. Sin embargo, en “muchísimos países”, las energías renovables crecen más rápido que la demanda de electricidad y desplazan a los combustibles fósiles del sector energético, dice Bill Hare, director ejecutivo y científico principal de Climate Analytics, una organización internacional dedicada a la ciencia y la política climática. “Eso tiene el mayor potencial para situarnos, en los próximos cinco años, en la senda de un grado y medio o lo más cercano a eso”.
Pequeño vehículo eléctrico
El transporte es la segunda mayor fuente de emisiones de gases de efecto invernadero. Las ventas de coches eléctricos han crecido exponencialmente en la última década, y China es, por mucho, el mayor mercado de estos vehículos. En 2022 se vendieron en todo el mundo unos 7,3 millones de vehículos eléctricos de batería, según la Agencia Internacional de la Energía. Más de la mitad de estos coches, unos 4,4 millones, se vendieron en China.
Históricamente, megaciudades como Shanghái han impulsado esta tendencia. Pero en los últimos años las ciudades más pequeñas de China hanempezadoaacapararunamayor cuota del mercado. En 2022, las dos ciudades donde los vehículos eléctricos representaron el mayor porcentaje del total de nuevas matrículas de autos fueron Sanya, una ciudad de complejos turísticos de playa en la isla de Hainan, y Liuzhou, un centro industrial del sur de China. Los vehículos eléctricos de batería representaron cerca del 40% del registro de vehículos nuevos en ambas ciudades, muy por encima de la media nacional de 19%, según un informe reciente del Consejo Internacional de Transporte Limpio.
El éxito de los vehículos eléctricos en China ha dependido en parte de la política y en parte de su comodidad y asequibilidad. El coche eléctrico más popular en China es actualmente el Hongguang Mini, un diminuto modelo de dos puertas que cuesta unos 5000 dólares. Lo fabrica una empresa internacional compuesta de tres entidades, SAIC-GM-WULING, en las fábricas de Liuzhou.
París, ciudad de bicicletas
Algunas ciudades están intentando no solo pasar a los autos eléctricos, sino sustituir el mayor número posible de ellos por formas de transporte menos contaminantes, como las bicicletas. En 2021, las autoridades parisinas anunciaron un plan para que su ciudad fuera “100 por ciento ciclista” en los próximos cinco años.
París ya llevaba años intentando eliminar los automóviles del centro de la ciudad, o al menos reducir su número. Entre 2001 y 2018, el número de viajes en coche en París se redujo en un 60%. En ese mismo período, los viajes en transporte público aumentaron un 40% y los viajes en bicicleta un 20.
El ciclismo ha experimentado un auge aún mayor en los últimos años, impulsado en parte por los nuevos carriles de bici habilitados durante la pandemia del coronavirus, apodados coronapistes o “carriles corona”. El porcentaje de viajes realizados en bicicleta dentro de París se duplicó con creces entre 2020 y 2024, pasando del 5 al 11%, según el Instituto de la Región de París, una agencia de planificación urbana que trabaja para ciudades de toda Europa.
En la actualidad, París cuenta con más de 1000 kilómetros de sendas para bicicletas y, según el plan actual, tendrá 180 más, además de decenas de miles de estacionamientos para bicicletas y nuevos semáforos que darán prioridad a los ciclistas y al transporte público. ß