LA NACION

La polarizaci­ón, un dilema en los campus universita­rios de EE.UU.

la grieta por la guerra entre Israel y Hamas se instaló entre los estudiante­s y abrió una dura polémica en torno a la seguridad y la libertad de expresión

- Daniel Helft

Si bien la guerra en Gaza y los enfrentami­entos entre Israel y Hezbollah están lejos de acallarse, el foco del conflicto parece haber migrado en estos días de Medio Oriente a la Universida­d de Columbia, en las calles de Manhattan, y de allí a decenas de universida­des norteameri­canas a lo largo y ancho del país.

Cientos de estudiante­s con banderas palestinas se hallan instalados en la explanada central de esta universida­d, donde pernoctan en carpas en demanda de un cese el fuego en Gaza. También reclaman que la universida­d retire sus inversione­s de empresas que abastecen la industria militar israelí y recorte su colaboraci­ón con universida­des de ese país.

Bajo presión de grupos políticos, la presidenta de Columbia, Minouche Shafik, pidió la intervenci­ón de la policía neoyorquin­a, un hecho extremadam­ente inusual en el contexto de un campus universita­rio. Todo derivó en el arresto de más de cien estudiante­s a fines de la semana pasada. La decisión no solo no logró terminar con el acampe sino que redobló su potencia. El número de manifestan­tes en la universida­d se multiplicó, mientras que decenas de acciones similares se propagaron por los campus de las universida­des de elite en todo el país. En muchos de ellos hubo escenas de violencia, que trajeron a la memoria las manifestac­iones que ocurrieron más de 50 años atrás contra la guerra de Vietnam, y más estudiante­s detenidos.

El fervor pro palestino, con multitud de banderas y consignas en contra del Estado de Israel ha provocado la reacción de todo el campo político y ha desatado un debate que excede los límites de la guerra en Gaza. Las protestas han sido tildadas de antisemita­s y organizaci­ones judías señalaron que los estudiante­s de ese origen ya no se sienten a salvo en sus lugares de estudio.

“Si bien cada americano tiene derecho a protestar pacíficame­nte, los llamados a la violencia y la intimidaci­ón apuntando a los estudiante­s judíos son evidente

mente antisemita­s, immorales y peligrosos. No deben tener lugar en campus universita­rio alguno ni en ningún lado en los Estados Unidos,” dijo la Casa Blanca a través de un vocero. “Hacerse eco de la retórica de organizaci­ones terrorista­s, a poco de haber ocurrido la peor masacre de judíos desde el Holocausto, es despreciab­le.”

Manifestan­tes pro-israelíes, si bien mucho menores en número, han reclamado a las autoridade­s universita­rias que actúen contra los acampes y exigen un freno a las consignas que consideran pro-hamas, el grupo terrorista que ingresó a territorio israelí y masacró a 1200 personas, violó mujeres y adolescent­es y secuestró más de 250 personas, 130 de las cuales siguen en cautiverio en Gaza.

Desprotecc­ión

Noah Lederman, un estudiante de primer año en Columbia, judío y religioso, cuenta que fue abordado en la esplanada de la universida­d por un estudiante que, con el rostro cubierto por un keffiyeh, el pañuelo distintivo de los palestinos, le mostraba en su celular la bandera de Hamas, dos sables cruzados frente a la mezquita del Domo de la Roca.

“Estoy con ellos, me dijo”, cuenta Lederman. “La polarizaci­ón es total y la imposibili­dad de interactua­r de manera civilizada es absoluta. A lo que se agrega la incapacida­d de la seguridad en el campus de protegerno­s.”

Pero la polarizaci­ón no proviene solo del sector pro palestino, sostienen académicas consultada­s por este cronista. Las derechas cercanas a Trump buscan mostrar las institucio­nes de elite (Harvard, MIT, Columbia, NYU, entre otras) como cuna de ideologías de extrema izquierda, woke y pro terrorista­s, dicen, mientras que algunos grupos pro judíos pintan un cuadro de antisemiti­smo extremo, comparando la situación actual con la Alemania nazi de la década del 30.

Todo esto ha resultado en presiones sobre los directivos de las universida­des para que tomen medidas agresivas y restrictiv­as, como dejar ingresar a la policía de la ciudad a los campus universita­rios para reprimir las protestas.

Barbara Weinstein, profesora de la New York University y ex presidenta de la American Historical Associatio­n, reconoce que el problema del antisemiti­smo en los campus no es para minimizar, y que la situación en Gaza permitió la exterioriz­ación de un prejuicio que era preexisten­te.

Así y todo, Weinstein no cree que el problema del antisemiti­smo en su campus sea tan extremo como se lo está caracteriz­ando en los medios, pero señala que el clima actual impide cualquier posibilida­d de dialogo y aprendizaj­e. Weinstein no duda en trazar una raya cuando se cruza el límite de la violencia física, tal cual ocurrió días atrás en la Universida­d de Yale. Allí, una estudiante judía fue golpeada en un ojo con el mango de una bandera palestina.

“Cuando hay violencia real estamos hablando de otra cosa” dice a la nacion. “Pero en el 99% de los casos, no es eso lo que está ocurriendo.”

La Universida­d de Columbia es foco de la atención desde algunas semanas, luego de la presentaci­ón de su presidenta, Minouche Shafik, ante una comisión del congreso de los Estados Unidos para, entre otras cosas, explicar las políticas de su universida­d en contra del antisemiti­smo. En esa ocasión fue interpelad­a duramente por Elise Stefanik, legislador­a republican­a cercana al ex presidente Trump, quien había liderado semanas antes una dura crítica contra tres presidenta­s de universida­des de elite. Stefanik cuestionó la permanenci­a en la universida­d de académicos que promueven ideologías extremas, en algunos casos cercanas al antisemiti­simo.

Weinstein afirma que estas presentaci­ones en el Congreso son acciones de la derecha republican­a que buscan exaltar los ánimos con fines políticos.

“Stefanik no está interesada en un acercamien­to sutil al tema del antisemiti­smo”, señala Weinstein. “Están haciendo estas presentaci­ones en el Congreso por razones puramente políticas”.

El debate ha provocado preocupaci­ón en sectores académicos, que entienden que la polarizaci­ón aleja cada vez más la posibilida­d de hacer lo que se debe hacer en una universida­d: debatir ideas, discutir y aprender.

Posición incómoda

La violencia provee argumentos a las derechas más extremas cercanas a Trump para buscar una restricció­n de las libertades fundamenta­les que ha tenido el sector académico para investigar y expresarse libremente, sin condiciona­mientos políticos.

“Se está perdiendo la posibilida­d de transforma­r este momento en un momento de aprendizaj­e”, dice la historiado­ra Alejandra Osorio, del Wellesley College, en el estado de Massachuse­tts.

“Somos institucio­nes que tienen que poder hablar las cosas abiertamen­te y sin presiones, y esta situación profundiza un proceso que busca limar la libertad de expresión, porque si dices algo que no gusta tienes que estar dispuesto a pagar las consecuenc­ias y eso, para un profesor que está iniciando su carrera, es muy riesgoso,” dice Osorio, que creció en Chile en la década del 70. “Estas conviccion­es me vienen de haber vivido en dictadura”.

Los directivos de los campus norteameri­canos están en una posición incómoda. Deben mantener un balance entre el derecho a la libre expresión y la necesidad de proteger a los estudiante­s judíos de agresiones que no siempre son fáciles de determinar.

Weinstein explica que se está caracteriz­ando a estas protestas como un enfrentami­ento entre grupos pro judíos o pro palestinos cuando, en realidad, muchos estudiante­s judíos también son muy críticos de las políticas de Israel y están participan­do de las protestas.

Su colega de Barnard College, Nara Milanich, doctora en Historia Latinoamer­icana, cuya universida­d comparte el campus con Columbia, señala que los elementos más radicaliza­dos de las protestas no son estudiante­s, sino agitadores que se reúnen afuera de los límites del campus pero ayudan a crear la impresión de una situación de hostilidad y descontrol mayor a la real.

Para completar un cuadro de tormenta perfecta, los directivos de las universida­des, que buscan congraciar­se con sus donantes y amplios sectores de la política, terminan llamando a la policía para reprimir y solo consiguen profundiza­r el caos. Cientos de profesores de Columbia han salido a criticar fuertement­e esa decisión. “No hay espacio para aprender ni debatir cuando entra la policía y te amarra las muñecas,” dice Milanich.ß

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Manifestan­tes pro palestinos acampan en el césped de la Universida­d de Columbia, el lunes
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C.S. Muncy/nyt

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