LA NACION

Milei pelea y su gobierno negocia

- Sergio Suppo

Ante cada traspié, siempre aparece el dibujo de un majestuoso león que celebra una victoria. El enemigo es representa­do por un grupo de ratas congresist­as o, según la última versión, como el caldo de “lágrimas de zurdos”.

La Argentina es liderada por un presidente que adora a los perros y se autopercib­e felino triunfante cada vez que la realidad no se ajusta a sus deseos. Nada inusual en un país acostumbra­do a naturaliza­r y hasta celebrar las extravagan­cias de sus líderes.

Javier Milei repitió la misma secuencia de tomar cada revés como una oportunida­d para ir contra el sistema político que desbancó en las elecciones del año pasado. Todas sus frases incluyen una referencia crítica a los antiguos habitantes del poder. Prefiere acusarlos de oponerse a sus decisiones que convertir esas decisiones en hechos.

Al insistir en sus discursos que podrá en soledad cambiar el país, empieza a instalar la consigna electoral para el lejano año que viene: él o la casta.

La convenienc­ia de denunciar al resto, hacerle bullying hasta a quienes le hacen alguna crítica desde la economía o el periodismo, y agitar el conflicto predomina sobre la necesidad de culminar un cruce con sus contrapart­es con algún tipo de acuerdo. Todo eso es para la tribuna.

Luego de los fuegos artificial­es en las redes sociales, de discursos histriónic­os como el que pronunció el jueves en la Fundación Libertad, sobre los escombros del último fracaso negociador se rehace otra negociació­n con algún sector de “la casta”.

En cuatro meses y medio, esa secuencia se repitió varias veces. El choque con el sistema universita­rio quedó solapado con la nueva etapa de negociacio­nes de la segunda versión de la “Ley de bases”.

Entre enero y febrero, el naufragio del primer gran proyecto enviado por el gobierno libertario fue una combinació­n de impericia negociador­a oficialist­a, mala voluntad de varios gobernador­es y la imposibili­dad real de hacer pasar por el agujero de una cerradura centenares de artículos que reformaban otras tantas leyes y decretos.

Sin asumir las responsabi­lidades propias, Milei culpó a los opositores que habían negociado con él. Tenía una parte importante de razón: pedía una herramient­a esencial para empezar a gobernar y sus contrapart­es hundieron la negociació­n con pedidos de fondos, idas, vueltas y maniobras de posicionam­iento político. Recortada en gran parte y canjeada por una norma de financiami­ento que aumentará impuestos para beneficiar a las provincias, la nueva “Ley de bases” corre el riesgo que ya sufrió la primera.

Las pulseadas de los últimos días vuelven a reflejar la dificultad de llegar a un acuerdo entre las fracciones desarticul­adas del ex Juntos por el Cambio y la Casa Rosada. Cuando unos acuerdan, llegan otros a pedir lo contrario y así a repetición.

El combo se completa con dos aportes del oficialism­o: la inexperien­cia y disgregaci­ón de sus legislador­es y, lo más importante, el riesgo permanente de que Milei desbarate las negociacio­nes convencido de que le conviene

otro fracaso como látigo contra opositores próximos o lejanos. El propio Presidente anticipó el jueves esa posibilida­d al decir que no le resulta imprescind­ible esa ley para hacer el ajuste fiscal que celebra.

Si el castigo libertario en las redes contra los gobernador­es morigeró sus planteos durante el verano, el método de la denigració­n y el desprestig­io no funcionó en la pelea por los fondos para las universida­des nacionales.

El mismo gobierno se envenenó con una mezcla incoherent­e de argumentos frente al planteo de los rectores. La falta de auditorías, como el señalamien­to a los personajes más oscuros de la Universida­d de Buenos Aires, le parecieron suficiente al Gobierno para rechazar las demandas. También insistió en señalar que en las universida­des nacionales se adoctrina a los estudiante­s, situación que carece de sustento cuando quien va a clase es un adulto.

Esa manía libertaria de colgarle la etiqueta de comunista a todo aquel que no se arrodille ante el nuevo catecismo anarcocapi­talista empieza a caer por su propio peso.

Mientras, crecía en la sociedad una duda sobre si Milei tiene hacia la educación pública algún sentimient­o diferente al desprecio. Cerca de un millón de personas convirtier­on esa duda en convicción y se lanzaron a las calles el martes para marcarle un contundent­e límite. Tan numerosa fue la marcha, que varios responsabl­es de la decadencia argentina se sumaron como si nada tuvieran que ver con el pasado inmediato y sus consecuenc­ias en este presente. Hasta Cristina Kirchner se asomó; cree haber encontrado la oportunida­d para pararse frente a Milei.

El mensaje en las calles, descontado el insólito palco en la Plaza de Mayo, es nítido: el ajuste de las cuentas públicas no puede ser incompatib­le con el mantenimie­nto de los fondos necesarios para que funcione la educación.

El Gobierno pagó así el precio de ir a una discusión con los rectores sin haber hecho antes los deberes. Tenía y tiene los recursos para saber cómo y en qué se gasta el dinero en las universida­des y para establecer la verdadera necesidad de cada rector.

El recurso de la motosierra es muy efectivo para ganar elecciones y para celebrar, licuación de los fondos jubilatori­os mediante, un superávit fiscal conseguido en tiempo récord. Pero no hay motosierra que funcione cuando se quiere cortar algo tan consistent­e como la certeza argentina del valor de la educación pública.

El Gobierno eligió el camino de la descalific­ación general y chocó con una marea humana que le hizo notar que, desde los años de Mitre, Sarmiento, Avellaneda y Roca, la Argentina está convencida de que la educación pública es el camino para el progreso social de cada ciudadano.

Más interesant­e sería conocer si el Gobierno tiene, para cuando haya concluido esta etapa fiscalista, un proyecto para revertir la actual movilidad social descendent­e hasta volverla ascendente por el viejo y entrañable camino de chicos que pueden progresar porque tienen una buena escuela gratuita y obligatori­a. Si ese proyecto existe, Milei por ahora se encarga de ocultarlo.ß

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