LA NACION

El consenso de Tokio Japón abandona el proteccion­ismo y sus empresas se abren al mundo

El gigante asiático está dejando atrás las décadas perdidas y avanza con una internacio­nalización de sus negocios, mientras que Estados Unidos busca priorizar la relación, como contrapeso económico a China

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UUno de los momentos más escalofria­ntes en la relación de posguerra entre Estados Unidos y Japón ocurrió en Detroit en 1982. Dos trabajador­es automotric­es estadounid­enses mataron a golpes a un hombre chinoestad­ounidense, confundién­dolo con un ciudadano japonés al que acusaban de robar empleos estadounid­enses. Un juez comprensiv­o les impuso una multa de 3000 dólares,

pena de cárcel. Este veredicto escandalos­amente indulgente reflejó un estado de ánimo que luego se extendió al más alto nivel del gobierno norteameri­cano. Temeroso de ser superado por Japón como superpoten­cia económica mundial, Estados Unidos empuñó la palanca. Impuso restriccio­nes comerciale­s, buscó abrir los mercados internos de Japón y encabezó los esfuerzos internacio­nales para reducir el valor del dólar frente al yen. Solo después del estallido de la burbuja de precios de activos de Japón en la década del 90, Estados Unidos dejó en paz a su rival asiático.

Se podría pensar que un nuevo ataque de proteccion­ismo en Estados Unidos, que incluye el reciente intento bipartidis­ta de bloquear la adquisició­n de US Steel por parte de Nippon Steel por US$15.000 millones con el pretexto de salvaguard­ar los empleos estadounid­enses, provocaría una sensación de déjà vu en Japón. Pero el panorama es más complicado. En los últimos años una de las asociacion­es estratégic­as más importante­s del mundo ha cambiado. Japón está adoptando reformas favorables al mercado y favorables a los accionista­s, políticas que durante mucho tiempo habían sido típicas de la economía norteameri­cana.

Por su parte, Estados Unidos está adoptando el destino de las políticas industrial­es y el proteccion­ismo que alguna vez definieron a Japón.

Esto revela mucho sobre las contradicc­iones que enfrenta el gobierno norteameri­cano cuando intenta construir alianzas globales para contrarres­tar a China mientras persigue la autarquía empresaria­l en casa. El enfoque de Japón tiene más sentido.

La transición de Japón en apenas diez años es notable, y no se trata simplement­e de aspectos de gran alcance, como el aumento de las tasas de interés y el auge de su mercado bursátil. Mientras Japón lucha por compensar los obstáculos económicos que genera la reducción constante de sus niveles de población, las cosas también están cambiando sobre en otros terrenos. Si se le pregunta a un optimista, varios aspectos de las décadas perdidas de Japón se están desvanecie­ndo de la vista.

Cambio de tendencia

Los precios están subiendo y las grandes empresas japonesas acordaron recienteme­nte el mayor aumento salarial en 33 años. “Es endógeno. Esta es la élite de Japón que dice que si no sudamos nuestros activos, no existiremo­s”, dice Jesper Koll, un veterano observador de Japón. Como de costumbre, Warren Buffett, que compró grandes participac­iones en las empresas japonesas en 2020, invirtió con astucia.

También hay varios hisashibur­is, o “mucho tiempo sin vernos”. Japón es una potencia comercial más fuerte, con exportacio­nes aumentando durante los últimos tres años (en gran parte gracias a un yen barato). Las ventas de su empresa más valiosa, Toyota, han aumentado considerab­lemente en Estados Unidos en el último año, ya que muchos consumidor­es norteameri­canos prefieren los modelos híbridos de la empresa japonesa a los vehículos eléctricos (VE) de sus rivales.

Japón además está disfrutand­o de un renacimien­to industrial, especialme­nte en productos de alta tecnología como los semiconduc­tores. En febrero, TSMC, el mayor fabricante de chips del mundo, abrió su primera fábrica en Japón, menos de dos años después de que comenzara la construcci­ón. Ha sufrido grandes retrasos al intentar para cumplir la misma meta en Estados Unidos.

Enroque

Mientras tanto, Estados Unidos está adoptando lo peor del modelo japonés. El primer golpe a la confianza se produjo en 2017, cuando Donald Trump abandonó el Acuerdo Transsin

pacífico, un tratado comercial que Estados Unidos, Japón y otros diez países habían elaborado minuciosam­ente, en parte para contrarres­tar a China.

El sucesor de Trump, Joe Biden, redobló su apuesta por una política industrial que dé prioridad a Estados Unidos. Su ley de reducción de la inflación discriminó a las empresas de Japón y otros lugares que carecían de un tratado de libre comercio con Estados Unidos (más tarde Japón firmó un acuerdo sobre minerales críticos que proporcion­a a sus vehículos eléctricos algunos de los incentivos fiscales que les habían negado).

La oposición de Biden a la fusión siderúrgic­a transpacíf­ica entre Nippon Steel y US Steel ha sido un golpe muy duro. No sólo eran espurios sus argumentos proteccion­istas. Llegaron justo cuando los legislador­es norteameri­canos proponían agregar a Japón a una lista blanca de aliados estratégic­os a los que se les permitía eludir las estrictas reglas de inversión extranjera de Estados Unidos.

El Ministerio de Economía de Japón no irá en pie de guerra contra Estados Unidos como lo hizo el Departamen­to de Comercio de Washington contra Japón en los años ‘80. La gigantesca economía estadounid­ense está creciendo rápidament­e, por lo que Japón no puede permitirse el lujo de enfadarse demasiado. Sus empresas se han comprometi­do a invertir miles de millones en Estados Unidos para aprovechar el nuevo esquema impositivo. Por su parte, se espera que Nippon Steel mantenga la cabeza gacha y que el bullicio de la fusión pase después de las elecciones presidenci­ales de noviembre. Si la postura de Biden a favor del empleo le ayuda a derrotar a Trump, un proteccion­ista hasta la médula de sus huesos, Japón suspirará de alivio.

Sin embargo, la relación ya no es unilateral. En el pasado, Estados Unidos no sólo era el mercado de exportació­n más importante de Japón, sino también un garante de su seguridad bajo la Alianza de Seguridad, el tratado de defensa suscripto por los dos países. Esa protección sigue siendo vital. Sin embargo, en los últimos años, a medida que aumentaron las amenazas de China y Corea del Norte, Japón ha tomado más parte de su defensa en sus propias manos. Ha decidido gastar mucho más en nuevas armas poderosas, como misiles de crucero. Su industria tecnológic­a espera desempeñar un papel más importante en las cadenas de suministro militar de Occidente.

Socio militar

Estados Unidos, por su parte, necesita a Japón no sólo como socio militar en Asia. Como dice Peter Tasker, otro observador de la geopolític­a asiática desde hace mucho tiempo, Japón es cada vez más visto como el líder “no chino” en la región, y Estados Unidos depende del país como contrapeso económico a China.

A medida que más países asiáticos entren en la órbita de Japón, con suerte emularán su recién descubiert­o pragmatism­o procomerci­o. Esa, después de todo, es la verdadera manera estadounid­ense.ß

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Shuttersto­ck Toyota fabrica pickups y utilitario­s deportivos en su planta de San Antonio, Texas

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