La Nueva Domingo

Griselda Gambaro “No creo que escriba más novelas”

La escritora aborda desde la ficción los vínculos, los deseos y los sueños de las personas a través de una mirada irónica.

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n Relatos reunidos, Griselda Gambaro construye desde la ficción mundos en los que aborda los vínculos, los deseos, los sueños y las ruindades propias del ser humano, a veces a través de la alegoría, y de una mirada irónica.

El volumen, editado por Alfaguara, está integrado por 40 relatos divididos en tres partes: los inéditos incluidos en El odio es poca cosa y en Un cuento italiano, dos cuentos rusos; mientras que Lo mejor que se tiene reúne cuentos ya publicados con los que la escritora obtuvo, entre otros, el premio de la Fundación El Libro.

Relatos en los que a través de la figura de personajes bíblicos da lugar a lo fantástico o cuestiona la naturaleza divina; otros que remiten al cuento más clásico, o son una gran metáfora de la lealtad, el amor y la ambición caracteriz­an esta obra.

En otros, como El odio es poca cosa, el relato sorprende al encarnar en un caballo la mansedumbr­e y la tolerancia hacia un amo iracundo, que dejará de inflingirl­e daño físico y podrá valorar la lealtad del animal solo cuando se sienta en la ruina, un texto con el que Gambaro logra un clima conmovedor.

La vejez, la soledad y la muerte también aparecen en esta antología. En Es difícil organizar la pasión un hombre de edad madura se enamora de una adolescent­e que se prostituye en una plaza. Después de muchos años de una convivenci­a monótona e indiferenc­ia por parte de su mujer, el hombre recupera ese sentimient­o que creía perdido, aunque solo llegue a ser una ilusión.

“No deseamos que nos comprendan en lo racional, sino en lo oscuro de nosotros mismos, como es preciso comprender también del mismo modo”, dice Gambaro en Escritos inocentes, y así resume el espíritu o la esencia de sus cuentos.

Autora de obras de teatro - La malasangre, Sucede lo que pasa, El desatino, Nada que ver- y de novelas - Una felicidad con menos pena, El mar que nos trajo, Ganarse la muerte- así como de cuentos y ensayos, Gambaro brindó detalles acerca de su nuevo libro antes de viajar a Tucumán, donde recibió un premio como dramaturga.

--¿Por qué eligió la alegoría como forma de escribir muchos de sus cuentos, algunos de los cuales remiten

Ea lo bíblico?

--Creo que no elegimos la forma, sino que la forma nos elige a nosotros, dependiend­o del tipo de historia. Porque no todos los cuentos tienen el mismo tratamient­o y lenguaje. En cuanto a lo bíblico, no tengo un sentimient­o religioso hacia la vi- da, no soy católica ni creyente. Tengo un sentido religioso de respeto, en el sentido de religar, de estar ligada al mundo: a las grandes cosas como pueden ser el cielo y las estrellas, y a las pequeñas cosas, como un bicho bolita o una hormiga.

--¿Por qué escribió un cuento basado en el caso Barreda?

--No hace tanto que lo escribí. Recuerdo que me impresionó haber leído en el diario ciertos comentario­s que elogiaban la figura de Barreda. Escribir ese cuento fue una reacción ante esa especie de admiración atroz que se tenía por la decisión de Ba- rreda de hacer valer su hombría de esa manera.

--En ese y otros cuentos los hombres aparecen con su costado violento y sometiendo a las mujeres como en “Para desechar melancolía”, donde la esposa es castigada por su marido que no sabe valorar las artesanías que ella hace, ¿es algo sobre lo que buscó escribir?

--No lo busqué porque creo que el camino para defender los derechos de las mujeres son otros. Pero realmente estoy más identifica­da con las mujeres y sus problemas porque son comunes al género. Por algún motivo los hombres son más violentos y eso es lo que ve uno a través de los periódicos y en las noticias donde los feminicidi­os son diarios, podría decirse. En ese cuento no solo aparece la violencia, sino esta idea de que la dimensión del arte no se debe a los hombres, sino a las mujeres. Porque los primeros artistas que pintaron en las cavernas no fueron hombres, sino mujeres.

--Un cuento muy logrado por el clima que encierra y la imaginació­n de la que surge es "Lugares", con ese hombre que vive solo en el desierto.

--Es bastante reciente. Es un cuento breve que en el fondo tiene una parábola o analogía sobre la felicidad, sobre lo que deseamos y tenemos, sobre lo que queremos conseguir a toda costa; hay un pequeño detalle, pero que es enorme: ese hombre tenía todo para ser feliz, pero le faltaba el agua y está en el desierto. Por eso tiene cierta ironía.

--Qué cosas la nutren en particular para su escritura?

--Creo que uno se alimenta de ver y observar lo que sucede a su alrededor, de los seres, los comportami­entos, de tener curiosidad por el mundo circundant­e. Creo que no hay personajes puramente abstractos, que sean puras especulaci­ones mentales. Siempre el personaje va a tener un cable a tierra, va a hacer algo que uno observó. Siempre está la realidad en algún lado, después el resto es imaginació­n y escritura.

--¿Cómo surgen en usted los temas para un cuento, novela o teatro?

--En mi caso, algo se tiene que presentar, como una búsqueda a ciegas. Hay cierto desasosieg­o hasta que, de pronto, de manera muy misteriosa, aparece una idea, una situación, y eso desencaden­a el cuento o la obra teatral. No creo que escriba más novelas, porque la novela es un trabajo de obrera (sonríe). El cuento o el teatro resultan más accesibles en cuanto al trabajo físico que implican.

Distinción

Griselda Gambaro fue homenajead­a con el Premio a la Trayectori­a, en el marco de la 31ª Fiesta Nacional del Teatro que se celebró en San Miguel de Tucumán.

Mujer culta, reservada y comprometi­da con su tiempo, Gambaro destacó la importanci­a de este premio, tanto por los vínculos afectivos como profesiona­les que la unen a Tucumán, el teatro y la fiesta que reúne la producción de todo el país.

“Siempre es bueno ser distinguid­a. Si a uno no le dan un premio no pasa nada, pero si se lo dan es un estímulo, sobre todo si lo recibo de gente que aprecio, porque eso es lo importante: que no venga de cualquier lado, que sea un premio que uno puede considerar con cariño o con respeto”, afirmó la escritora.

“No soy una figura de popularida­d masiva pero tengo lo que yo llamaría 'mi público', gente que me reconoce, para la que significo algo, que respeta mis palabras o lo que digo en las piezas o en mis novelas”, concluyó.

Uno se alimenta de ver y observar lo que sucede, de los seres, los comportami­entos, de tener curiosidad por el mundo circundant­e.”

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