, Vacio al horno de lena
unos días inolvidables. Pero eso no fue todo. También filmaron y se trajeron material para su programa. “Aprendimos mucho. No fue fácil: no nos pagaron el hotel y cambiaron algunas reglas, lo que nos jugó en contra. Pero igual fue una experiencia positiva. En un pueblito nos dieron un premio por lo que hicimos de comer. Estábamos angustiados porque habíamos perdido plata que era prestada, pero hacer asados nos ayudó a relajarnos un poco –relata con emoción–. En otras partes del mundo, el concepto es muy parecido a lo que hacemos nosotros en cuanto a sentimiento y a ritual: juntarse con amigos, tomar vino o cerveza, pasarla bien. Ahora, en lo que refiere a la cocción, es totalmente distinto. Usan carbón o leña, pero lo hacen ahumado. Casi todo a base de humo. Algunos tienen la costumbre de tomar la temperatura de la carne con termómetros; nosotros no, lo tocamos o lo miramos. Escuchábamos música, les hicimos conocer el rock nacional, que lo disfrutaron. Fueron días de entusiasmo, de sentimientos compartidos por el mismo ritual”. “Locos por el asado” creció desde entonces. “Hoy es una comunidad. Todo lo que hicimos fue a partir de lo que nos pedía la gente, ellos ayudaron a nuestro desarrollo. Empezamos a vender remeras con nuestro logo, las recetas tuvieron repercusión, crecimos en las redes sociales, como Facebook y YouTube y llegamos al libro porque eran nuestros mismos seguidores quienes nos pedían que también saliéramos en ese formato. Hoy contamos con sponsors que son consecuencia de toda la movida”, concluye Luchetti. Luciano transmite alegría por este emprendimiento y cuenta por qué: “Para nosotros está buenísimo vivir de lo que nos gusta. Pero al ser un negocio, también tenemos algunas frustraciones. Vivimos evaluando las acciones y cómo llevar adelante aquellas ideas que se nos van ocurriendo. Es impagable que seamos nuestros propios jefes, que seamos un grupo de amigos y que obtengamos ingresos por hacer asados”.
Tres por semana
A un promedio de tres asados por semana, no cualquier bolsillo puede resistir. Pero como si fueran émulos de Lita de Lázzari, ellos siguen sus consejos y caminan, caminan y caminan. Buscan precios y calidad. “Uno se las