La Nueva Domingo

Un corte a la nostalgia en el podio de los grandes recuerdos de la vida

Angel Holman inscribió su nombre en el atletismo nacional y sudamerica­no: la crítica deportiva lo elogió. Se hizo amigo de Juan Domingo Perón. Hoy revive historias disímiles: delicadas y risueñas. Todo un personaje.

- "Lito" exhibe Con su

Claudio Falzoni

Angel “Lito” Holman. Cosechó un gran palmarés en el atletismo donde fue todo una revelación nacional e internacio­nal, El propio Alberto “Beto” Cabrera lo aplaudió y alentó cuando, en Bahía Blanca, recibió el premio al deportista del año. Fue testigo, con su familia, del atentado a la AMIA. Un personaje, entre tijeras y peines, que se mira al espejo todos los días. Un “Colo” auténtico.

-¿Cómo incursiona­ste en el mundo del atletismo?

-Me descubrió, en el Colegio Nacional, el profesor Rogelio González. Medía 1,85 metros, a los 14 años. Tenía el pelo largo y colorado -–de allí se desprende su apodo--. Junto a Carlos Loto me llevaron al primer Campeonato Nacional de Atletismo, en Lomas de Zamora, en 1971. Allí me consagré campeón en los 400 y en los 800 metros. En 1972, en Buenos Aires, obtuve tres récords argentinos, a los 16 años. En dicho año, se llevó a cabo el Campeonato Sudamerica­no Juvenil, en Paraguay, Los entrenador­es me tenían mucha fe, a pesar que era una categoría mayor a la mía. Les gané, en los 800 metros, a los atletas brasileros que habían cosechados medallas, en el mundial de Alemania. Uno de ellos me sobrepasó en las instancias finales y logré superarlo a unos cinco metros de la línea de llegada. La delegación argentina estaba enloquecid­a porque era menor. Salí en una página de la revista “El Gráfico” que lo título “La clase de Lito Holman”. Obtuve luego cuatro récords argentinos. También viajé a otro campeonato sudamerica­no, en Perú, donde gané en los 1.500 metros, en 1974.

-¿Tuviste una anécdota con el expresiden­te Juan Domingo Perón?

-En 1974, estábamos en un hotel a una cuadra del Luna Park, junto a Carlitos Monzón, Alberto Demidi y Victor Emilio Galíndez. Nos vinieron a buscar para almorzar con él, en la Quinta presidenci­al de Olivos. Perón me decía “Benjamin”. Esto fue con anteriorid­ad al Sudamerica­no de Perú. Le prometí que le iba a regalar la medalla de oro. Y así fue. El me obsequió un gran medallón de oro que tenía su imagen grabada. Se portó muy bien porque, antes de viajar y de competir, hizo que me llenaran la habitación del hotel con ropa deportiva y sport. Me dio lo necesario para poder competir. Perón siempre me apoyó y nunca me faltó nada hasta que él estuvo en la presidenci­a. En ese año, me llamaron para que asista a la Fiesta del Deporte, en la ciudad de Bahía Blanca. Mis padres me compraron una camisa, un pantalón y zapatos. Un amigo de la familia me llevó, a la vecina ciudad, porque no tenía la plata para el pasaje. Llegué tarde y el propio “Beto” Cabrera y otros grandes deportista­s me recibieron y me felicitaro­n, Gané, muy asombrado, el premio de la joyería Spinelli. Me dio vergüenza porque estaba ante personas que “eran unos grandes monstruos”. En, Bahía Blanca, me premiaron en ese momento como el mejor deportista del año. Lo digo con mucho honor y orgullo.

Holman fue testigo circunstan­cial del atentado que sufrió la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina, de Buenos Aires, el 18 de julio 1994.

Con mi familia, mi esposa Estela y mis hijos Nicolás y Estefanía, estábamos caminando e íbamos al Hospital de Clínica porque los chicos no se encontraba­n bien de salud, Luego de salir de una juguetería, se produjo una tremenda explosión muy cerca de donde nos encontrába­mos. Ocurrió un verdadero desastre. Tenía, en ese momento, una cámara para filmar y logré captar algunas imágenes, entre ellas la de un helicópter­o. Un hombre se acercó y me empezó a correr. No contaba con que yo fui atleta...

-Sonríe, luego de beber un sorbo de café con leche. ¿Anécdotas curiosas?

-Un cliente me traía a su hijo para que le cortara el pelo. Era increíble lo que lloraba. Y el papá, sin que el chico se diera cuenta, me daba en la mano una tita y una rodhesia. Así conseguíam­os que no se moviera. Ese chico, hoy un hombre, cada vez que pasa por el negocio me dice, con tono de broma, que viene a buscar las golosinas. ¿Otra? Un marino, de la Base Naval, se fue a Alemania. Antes de irse me dijo que si algún día viajaba para allá le avisara. Mi hija Estefanía, luego de cantar en el café Los Angelitos, en la Capital Federal fue invitada para cantar, en dicho país europeo, junto a una orquesta sinfónica. Días después recibo un llamado en mi casa donde una persona me decía que estaba con Estefanía. No le creí y lo mandé... A los pocos minutos, mi hija me dijo: ¿Qué hiciste papá? Habló con vos el embajador argentino en Alemania. Hubo un largo silencio. Allí estaba también el marino, como agregado, naval que venía a cortarse el pelo, en mi negocio.

Holman --”Colo” o “Lito”-- disfruta de recordar sus “hazañas” a cada persona que lo elige como peluquero. Y con seguridad, y sin cargo alguno, le arranca una sonrisa en el transcurso de la jornada.

Juan Domingo Perón me decía `Benjamín`. Le prometí que le iba a llevar la medalla de oro. Y así fue. El me regaló un medallón de oro que tenía su imagen grabada".

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algunos de sus trofeos. En el podio, su amigo, extiende los brazos de la gloria.
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AGENCIA PUNTA ALTA Y GENTILEZA ANGEL HOLMAN
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esposa, Estela, conformaro­n una gran familia.

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