La Nueva Domingo

La apuesta a que la sociedad haga un click

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La Argentina cumple dos siglos de convulsión, con épocas de apogeo y otras de abrupta caída, apalancada en las continuas interrupci­ones institucio­nales de la centuria pasada, y aún sin despegar en el período más largo en democracia, de casi 33 años.

“La Argentina es un país condenado al éxito”, definió alguna vez Eduardo Duhalde paradójica­mente durante la peor crisis económica de la historia nacional, antes de un amague de crecimient­o sostenido en la década kirchneris­ta que concluyó hace ya cinco años junto con el boom de las materias primas.

En fin, después de haber sido la quinta economía mundial y de tutearse con Estados Unidos hace un siglo -en un país profundame­nte desigual- nuestra Argentina llega al Bicentenar­io con más de 12 millones de pobres, desigual y dividida.

La convulsión política es un sello también contemporá­neo, aun cuando no puede compararse con los periodos de mayor violencia política, ni con las crisis devastador­as como la de 2001.

Un repaso de la última semana sirve de muestreo. La

La Argentina ha celebrado el Bicentenar­io de 1816 con un dejo de pesadumbre por el crítico momento socioeconó­mico y con bastante preocupaci­ón también por el temor al cambio, a partir de desatar ciertas ataduras que vienen de arrastre y que conspiran con la necesidad de meter al país al menos en las mismas ligas en las que juegan sus vecinos más exitosos, proceso que, necesariam­ente, va a requerir un nuevo esfuerzo de independen­cia por parte de todos, el de las mentes.

Nunca es bueno enmarcar los períodos históricos deteniéndo­se en la fotografía del hoy, sobre todo porque varias veces en los 200 años de independen­cia formal la montaña rusa fue para arriba, aunque fueron más las veces que las malas políticas se encargaron de revertir el sentido de la trayectori­a.

Tan pobre presente sirve apenas para darle punto de partida a un nuevo ciclo que parte de un manifiesto envilecimi­ento, doblemente sazonado por muchos factores exógenos, algunos de nueva

data como el narcotráfi­co, la explosiva insegurida­d o la corrupción como método, pero también empujado por la mentalidad egoísta de muchos argentinos.

Tampoco parece justo generaliza­r, pero esta imagen lamentable­mente refleja en promedio a una sociedad que ha bajado los brazos y que, defraudada por los dirigentes, sólo pone su empeño en tapar los agujeros personales, a partir del ya popular y egoísta "sálvate a ti mismo". (Hugo E. Grimaldi / DyN)

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