El gobierno tiene la mirada puesta en agosto
Tras el fuerte espaldarazo que recibió en Europa, en especial de la poderosa Angela Merkel, el presidente Mauricio Macri vuelve la mirada hacia el país y la fija en agosto. Es lo que dicen en la Casa Rosada. Ese sería el momento del arranque efectivo de los aprontes de cara a las elecciones legislativas del año que viene. Aunque hay indicios que permiten inferir que ya se ha empezado a delinear al menos la letra chica de esa estrategia.
En el caso del oficialismo, Macri y sus colaboradores más cercanos creen que en la mitad de ese mes se verán los primeros resultados concretos de una mejora de la economía con llegada a los sectores sociales, como la baja de la inflación, el repunte del consumo y un acomodamiento tras el impacto del primer tarifazo en los servicios de luz y gas, ahora puesto en duda por numerosos fallos de la justicia y a la espera de una necesaria intervención de la Corte, que el propio gobierno alienta para terminar con la incertidumbre.
Hay datos a la mano: el renovado INDEC que conduce Jorge Todesca difundiría en agosto una baja de la inflación de julio más cercana al 2,5% de junio que al casi 6% de mayo. Esa tendencia, según el propio funcionario y analistas de Hacienda, se acentuará en el último trimestre, con un promedio del 1,5% mensual. El gobierno apuesta además a lograr entre $ 25.000 y 40.000 millones del blanqueo, lo que permitirá pagar los juicios a jubilados y cumplir con los reajustes previsionales prometidos.
Macri cree que le alcanzará además para lograr un impulso a la actividad productiva y a la construcción. Y el sindicalismo, duro o blando, no sacará los pies del plato porque el presidente tiene ahora mismo en sus manos la llave para devolverles $ 4.500 millones de lo que el kirchnerismo les retuvo, para hacer política y no siempre de la buena, del fondo de las obras sociales sindicales.
Aquellos aprontes que se visualizarán con mayor contundencia en agosto, o a partir de allí, tienen a su vez su basamento en una parte de la estrategia que la mesa chica de Olivos considera vital para llegar mejor parado a ese punto de largada: creen que se profundizará un clima político y social “favorable” luego del desfile de exfuncionarios del anterior gobierno, y de la propia Cristina Fer- nández, por los tribunales de Comodoro Py.
Macri y sus colaboradores, aunque el análisis no es de su exclusivo patrimonio, han advertido que como nunca antes en estos últimos 12 años, la sociedad ha tomado nota no sólo de la monumental cadena de corrupción estatal que se montó desde 2003 y se agiganto durante los dos mandatos de la viuda de Néstor Kirchner, sino que acusó el impacto de una frase que se corroboró dolorosamente en más de una oportunidad en la que se mezclaron malos servicios, coimas y funcionarios enriquecidos de la noche a la mañana. La corrupción mata.
El dato no es menor: por primera vez en más de una década la corrupción de Estado figura al tope de las quejas ciudadanas en las encuestas, junto con la inflación, y por encima de otros “clásicos” de los sondeos como el desempleo y la inseguridad. El gobierno no va a dejar pasar ese viento de cola.
Ese optimismo de los funcionarios podría no compadecerse con la realidad. Hacia adentro, Macri podría enfrentar si no una rebelión, al menos algún planteo de su principal socio de la coalición. Los radicales ya se han quejado anteriormente por el ninguneo a que los somete el Pro a la hora del reparto de cargos. Y además patalean
Macri y sus colaboradores creen que en la mitad de ese mes se verán los primeros resultados concretos de una mejora de la economía.
por la decisión de Macri de armar una “pata peronista” para fortalecer sus chances electorales en 2017, que obviamente se nutriría hasta de los heridos y desheredados del kirchnerismo en extinción, además de peronistas puros.
Claro que eso exige contraprestaciones, que son contra las que protesta el radicalismo, como acaba de ocurrir con la decisión de María Eugenia Vidal de partir en dos el ministerio de la Producción, justo el único en poder de la UCR en la provincia, para permitir el desembarco del peronista Joaquín de la Torre.
Pruebas al canto: durante la reunión de la UCR realizada el jueves en Tucumán, el presidente José Corral dijo sin dobleces: “Los radicales tenemos una actitud de brazos abiertos pero vamos a cuidar celosamente esta herramienta que la gente eligió para el cambio”. Y vetó “el ingreso de los especuladores, caciques provinciales, señores feudales, y ni hablar de los corruptos”, en obvia referencia a esos aprontes que tejen a diario Emilio Monzó y Rogelio Frigerio. Cuánto le importa a Macri este tipo de erupciones todavía es un misterio. Pero agosto podría ser un buen momento para saberlo.
En aquel armado que se proyecta, el gobierno tendría ahora mismo luces y sombras. El dato no es menor porque del resultado de esa estrategia dependerá que el gobierno pueda coronar con éxito el paso por las urnas y de ese modo incre- mentar su tropa propia en el Congreso.
Eso, de movida, le permitiría depender cada vez menos de los favores siempre condicionados del PJ tradicional. Un derrape electoral, por el contrario, comprometería todo ese andamiaje y ensombrecería los planes para coronar los primeros cuatro años de mandato y pensar en una continuidad, sea con Macri o con quien el presidente designe como su sucesor.
Para sintetizarlo: los gobernadores peronistas que se muestran condescendientes con el gobierno frente a las penurias actuales, no moverán un dedo para que María Eugenia Vidal avance con su proyecto para que Buenos Aires recupere los porcentajes históricos de la Coparticipación. Sobre todo porque esos fondos ahora van a sus provincias. Y el radicalismo que está de su lado ya le ha hecho saber al macrismo que aspiraría a algo más que ser otra vez el furgón de cola de la coalición.
Se verá, pero mucha agua deberá correr todavía bajo los puentes.
Hay datos: el renovado INDEC difundiría en agosto una baja de la inflación de julio más cercana al 2,5% de junio que al casi 6% de mayo.