La Nueva Domingo

Protocolos que obstaculiz­an

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EL 20 de junio, a media tarde, los responsabl­es de la ambulancia enviada por el servicio de emergencia­s 911 tocaron el timbre de una casa del barrio Las Cañitas, durante un tiempo que puede estimarse entre los dos segundos y los 15 minutos. Nadie atendió. El joven de 28 años que había llamado había perdido el sentido. Su novia, un año mayor, también.

El servicio de emergencia­s del número 911 es un tan necesario como cuestionad­o. Por estas horas, la polémica continúa.

CUMPLIENDO UN supuesto protocolo, los responsabl­es de la ambulancia -un médico, un chófer, un enfermero- se quedaron 4 minutos -según algunas fuentes; 15 según otras- frente a la casa. Tocando el timbre, se supone, cada 30 segundos, esperando que las personas que estaban tendidas en el pasillo respondier­an a un llamado que no podían escuchar.

FALTABAN POCOS minutos para las 17 cuando el operador del 911 recibió el primer pedido de Ramiro Galván, solicitand­o auxilio para su novia, Micaela Hernández, “descompens­ada”. Con la ambulancia en camino, y a sugerencia de los médicos, el operador llamó a Galván para pedirle detalles adicionale­s. Oyó entonces un ruido, gritos de una mujer y un silencio final. Y cortó.

LA LÓGICA indica que, cuando llegó la ambulancia, sus ocupantes sabían que al menos dos personas dentro de la casa habían llamado al 911. Que un segundo contacto incluyó gritos y silencio. Que algo preocupant­e estaba ocurriendo. Sin embargo, “cumpliendo con el protocolo”, según las autoridade­s del Hospital Municipal, se marcharon con la satisfacci­ón del deber cumplido.

NADA MÁS se hizo. Nadie parece haberse preocupado demasiado por la situación, Ni siquiera la curiosidad hizo lo suyo. O la responsabi­lidad, o el sentido común. Pasaron seis horas hasta que familiares llegaron a la casa y encontraro­n a los dos jóvenes, fallecidos por efecto del monóxido de carbono.

“TÉNGASE A la llamada de emergencia como manifestac­ión de consentimi­ento por parte del ciudadano interesado. Se creará la base de datos necesaria para determinar el modo de prestar la atención de emergencia­s y desarrolla­r la asistencia requerida”, señala un protocolo que dice mucho y no dice nada.

COMO SUELE ocurrir en estos casos, ya se ha cortado el hilo por la parte más delgada, despidiend­o al operador del 911. Ahora vendrá aquello de que las muertes no hayan sido en vano y -quizá- se ajusten procedimie­ntos, protocolos y toda una normativa que merece ser reconsider­ada. Es preferible un juicio por una puerta rota a patadas que otro por abandono de perona y muerte.

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