Santa María, otro lugar atractivo de Catamarca
Es una pequeña localidad del centro-este de esa provincia. Posee un gran número de sitios arqueológicos.
Jorge Garmendia ste pequeño poblado, que cuenta con casi 13.000 habitantes y está ubicado a 332 kilómetros de San Fernando del Valle de Catamarca, se encuentra rodeado de sitios arqueológicos diaguitas e incas como Las Mojarras, Fuerte Quemado, Ruinas de los Quilmes, El Pichao y las Ruinas del Tolombón.
La localidad, situada en la zona del oasis bajo riego del Valle de Yokavil, en la parte sur de los Valles Calchaquíes, al pie del Nevado de Aconquija, tambien desarrolló un circuito urbano donde sobresalen los recorridos por sus edificios de estilo colonial, por su bodega comunitaria, por su molino artesanal y por un telar familiar.
El Valle de Santa María o de Yokavil fue asiento de milenarias culturas de diversas parcialidades que habitaron la región con la más alta densidad poblacional de su época y donde se desarrolló la Cultura Santa María, que influenció durante centurias vastos territorios de Catamarca, Salta y Tucumán.
La huella de esa cultura puede apreciarse en las artesanías locales exhibidas en Museo Arqueológico Eric Borman, que reúne muestras de unos 11.000 años atrás
Ehasta las cerámicas de los períodos agroalfareros antes de la llegada de los españoles.
Las artesanías de este espacio se caracterizan por sus tejidos regionales en colores vivos materializados en tapices, ponchos, matras, alforjas y colchas en lana de oveja y de camélidos americanos. El Telar de Suriara, donde Manuela Escalante junto a sus cuatro hijos se dedica al tejido de lanas e hilados de llama y vicuña para confeccionar ponchos, mantas y pulloveres, entre otras prendas, permite apreciar en forma directa el trabajo de estos artesanos.
El emprendimiento familiar funciona desde 2006 y según Manuela "crece año a año gracias a la participación en ferias y a los distintos canales de comercialización que se fueron creando a través de la Secretaría de Turis- mo de Catamarca".
El Molino Herrero, que funciona desde hace más de 100 años, se dedica a la producción sin aditivos de pimentón, pimienta y ají molido, entre otras especies, y es una referencia obligada en un recorrido por el casco urbano de Santa María.
La producción todavía se realiza con máquinas artesanales cuyo manejo se transmite de generación en generación y "que permiten mantener los sabores y los aromas originales de las especies que se procesan", señaló Aldo Herrero, responsable del molino y nieto del fundador del mismo.
En el emprendimiento familliar donde trabajan cinco personas, él se encarga de seleccionar los granos de las especias que luego se van a procesar y, además, es responsable de la comercialización de los productos terminados.
"Trabajamos con restaurantes gourmet de todo el país, cuyos chefs llegan personalmente a elegir las especias, y también con frigoríficos, para los cuales la calidad de nuestros productos es vital", comentó Herrero.
La Bodega Comunitaria de Santa María, que produce algo más de 70.000 botellas por año, es otro de los atractivos turísticos que se puede disfrutar en el caso urbano de esta pequeña localidad.
La producción de uva de las fincas cercanas se convierte en vinos de misa, malbec, cabernet, sirah, barbera y torrontés de la marca Prelatura.