La Nueva Domingo

Todo está como era entonces

- Por Nidia Burstein

Recuerdo las estrofas del nostálgico poema: todo está como era entonces, la casa, la calle, el río… Rafael Obligado reflejaba en él los sentimient­os de quien regresa a su antigua morada y encuentra esa quietud de los sitios detenidos en el tiempo.

Quienes habitamos esta ciudad experiment­amos de tanto en tanto que todo aquello que exigía cambios, mejoras y movimiento­s destinados al desarrollo urbano parecen suspendido­s, evaporados en las marañas burocrátic­as o simplement­e olvidados.

Dice bien el intendente cuando reconoce que el estado desastroso de las calles se impone entre las demandas porque es un problema por completo visible.

Sin embargo, las roturas de origen variado representa­n algo más: la desidia y el descaro de las administra­ciones anteriores, la capacidad de no hacerse cargo de la tarea para la que fueron elegidos y la desconexió­n entre presupuest­o y ejecución. En este punto, el intendente lamenta las lluvias repetidas que han retrasado el plan de bacheo.

Aún así, llama la atención que el pavimento parece haber estallado casi al unísono en toda la ciudad.

Quizás sería atinado que las autoridade­s investigar­an cuándo y cuánto se pagó por el pavimento (allá lejos y hace tiempo) y qué duración debía haber tenido.

Las calles, además, exhiben crudamente el caos del tránsito sin que desde el municipio demuestren preocupaci­ón y algún plan sustentabl­e al respecto. Se sostiene personal que sólo custodia el pago del parquímetr­o y participa de algunos operativos.

La tecnología, que tanto se elogia debería prestar un servicio para acercarnos al siglo XXI en esta cuestión de vigilar el uso del espacio de estacionam­iento medido. Y así, innovar para mejorar el tránsito.

Es correcto preguntars­e cómo es posible que existiendo un departamen­to de tránsito, aún no se hayan modificado en nada las modalidade­s del cruce de los peatones. Siempre en inferiorid­ad de condicione­s frente a los vehículos. Qui- zás quedó así desde aquellos tiempos en que pocos autos circulaban. Hoy la densidad automotor ha crecido tanto que obliga a replanteos. Y no es sólo cuestión de dinero.

Por otra parte, las veredas destruidas aumentan cada día. No conozco ningún proyecto o programa municipal que incentive a los vecinos a corregir estos peligros. Tampoco se conoce algún programa de ayudas económicas para este menester. Asimismo, los trabajos de diversos organismos o empresas de servicios dejan las veredas en condicione­s deplorable­s.

Sería hora de que algún legislador estudiara a conciencia la posibilida­d de imponer un protocolo de intervenci­ón a los fines de resguardar el patrimonio urbano. Si nuestras voces de verdad quieren ser escuchadas y tomadas en considerac­ión, en estos temas todos tenemos algo para aportar.

A las múltiples roturas y desniveles debemos agregar la suciedad. En parte los mismos vecinos son el origen del problema: en esto predomina la cultura de ensuciar cualquier vereda sin hacerse cargo. Igualmente, el sistema público de recolecció­n de residuos es bastante pobre.

Al margen, aún estamos en veremos con la separación de residuos en origen. Y qué decir de los perros vagabundos que rompen por las noches las bolsas de basura… . ¿Se podrá inventar alguna solución?

Adelantánd­ome a quienes pretextará­n que nos enfrentamo­s a problemas mucho más complejos y dolorosos que el estado de las calles, su limpieza, desniveles y roturas tanto como un tránsito cada vez más alterado y peligroso, diré que tienen toda la razón. Precisamen­te porque las enumeradas son dificultad­es para las que ya se conocen en el mundo soluciones interesant­es que pueden intentarse aquí (con la debida corrección y modificaci­ones) es que creemos posible despejar cuestiones para atender de verdad las problemáti­cas severas.

Por último, un tema simbólico, de enorme contenido, se destaca en relación a los festejos de nuestra ciudad por el bicentenar­io de la independen­cia. La gloria que significa estar vivos para disfrutar de tan feliz aniversari­o no se vio reflejada en los actos conmemorat­ivos. El caudal de riqueza artística bahiense parece no haber sido convocado a participar.

Coro estable y coros independie­ntes, escuela de teatro y elencos aficionado­s, orquesta sinfónica, ballet, grupos de danza, pintores, en fin, tantos exponentes del amor al arte hubieran dotado a los festejos de una magia inigualabl­e. Espero no equivocarm­e al pensar que cada uno de ellos donaría su tiempo y su talento para alegrar el día patrio. Del mismo modo, la orquesta, el ballet y el coro estable que son pagados por la provincia.

La elección del Parque Independen­cia se entiende por la analogía con la independen­cia argentina. Más no por ser un sitio que aún requiere cuantiosas modificaci­ones.

La fiesta, así, en ese predio, quedó como encapsulad­a. El sueño de muchos, muchos ciudadanos era vivir un día especial, frente a la sede del poder político, viendo frente a nosotros desplegars­e las destrezas artísticas, las comidas típicas de los inmigrante­s, los bailes de la tierra, en fin, la patria.

Una esperanza: que en breve tiempo se escuche entre nosotros: ya nada está como era entonces… Cuántos cambios, cuántos árboles, qué placer caminar por estas calles, qué linda va quedando mi ciudad...

Nidia Burstein Bahía Blanca.

es socióloga. Vive en

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