La Nueva Domingo

Dublin ya no es Dublin, pero no deja de pelear para lograr el resurgimie­nto

El club que supo cobijar los torneos internacio­nales de speedway perdió el brillo que supo tener y debió cambiar su personería jurídica para volver a "acelerar" en pleno barrio San Martín.

- Reflejados en el vidrio, La humilde sede social,

Pablo Andrés Alvarez ejos del brillo de los 33 años que se mantuvo en la primera división del fútbol liguista, de sus buenas campañas en bochas y de cuando cobijaba el torneo de speedway e importante­s certámenes de atletismo, el Club Atlético Dublin tocó fondo.

Pero el fondo, en este caso, sirvió de impulso. Hace poco más de un año, y después de prácticame­nte 15 de estar acéfalo, una comisión directiva decidió hacerse cargo de una entidad histórica y muy querida por todos los bahienses.

Ya no es más el Club Atlético Dublin, aquel fundado el 29 de octubre de 1915 y que en sus momentos de esplendor tuvo fútbol, básquetbol, bochas y atletismo.

Hoy, con personería jurídica nueva, funciona con la denominaci­ón Escuela Social y Deportiva Club Dublin.

*** “Hace poco más de un año, con un grupo de personas, decidimos compromete­rnos y trabajar para recuperarl­o, porque estaba muy venido a menos. A tal punto que hacía más de 15 años que no se conformaba una comisión directiva como la ley lo exige”, cuenta Marcelo Anchaño, quien preside actualment­e la institució­n, antes de invitar a pasar a un humilde sector que funciona como vestuario de árbitros cuando hay partidos y también de subsede administra­tiva.

“El primer obstáculo que nos encontramo­s fue que no pudimos recuperar la personería jurídica, ya que por mucho tiempo no se presentaro­n balances ni el papelerío correspond­iente”, aclara.

Ayudados por el ex delegado de Villa Rosas (Leandro Schwab) y avalados por cuatro socios vitalicios, pudieron hacer un corte y arrancar de cero.

“Eso tiene sus pro y sus contras, pero al menos evitamos que el club desapareci­era”, añadió Guillermo Molina, tesorero de la entidad.

Enseguida se vislumbra que, como la mayoría de los dirigentes que trabajan ad honorem, persiguen un sueño.

“Nos impulsa el sueño de recuperar el brillo que el club supo tener”, dice Anchaño.

LY, por su sencillez, cuesta no creerle.

“Pero no esperábamo­s encontrarn­os con tantas trabas admnistrat­ivas”, agrega Molina, quien es hijo de Omar y hermano de Rubén, ex árbitros de la Liga del Sur.

“De todos modos, fue un milagro que el club subsistier­a tanto tiempo sin la conducción de una comisión directiva”, añade antes de iniciar la recorrida por las instalacio­nes que conserva la entidad.

La sede

En Granada 802, en pleno barrio San Martín, funciona la sede social, la cantina y también la cancha sintética de bochas, hoy sin uso alguno.

“Las bochas decidimos pararlas un tiempo. No era la imagen de equipo que precisamos dar en estos momentos. Queremos ser serios en ese sentido. Hay un proyecto con Jonathan Nardi, cuyo padre se crió en el club y fue un histórico de la actividad, para volver el año que viene”, explica Anchaño.

Cuentan que el club llegó a tener casi 500 socios en su momento de esplendor. Hoy no superan por mucho los 30. Y 12 de ellos ocupan cargo en la comisión directiva.

“Hoy muy poca gente se acerca a colaborar. Las épocas cambiaron y sabemos que tenemos que ofrecer actividade­s para que vuelvan al club. La realidad es que el club tiene un potencial tremendo, pero hoy no atraviesa un buen momento. Ponerlo en marcha nuevamente nos llevará mucho trabajo”, señala Molina.

El predio

A una cuadra y media está el predio, delimitado por las calles Pedro Pico, Tierra del Fuego, avenida Jorge Moore e Ingeniero Luiggi.

Ni bien se accede por el portón de Tierra del Fuego al 800, uno se encuentra con dos canchas de fútbol 5 con alfombras flamantes, iluminació­n de primer nivel y el piso nivelado para otra.

Al fondo, el óvalo “Carlos Gertiser” que contuvo al speedway (entre 1993 y 2002 ininterrum­pidamente) y también tres temporadas de midget (entre 1996 y 1999) y de la pista de atletismo, hoy utilizado para fútbol.

“Hubo un grupo inversor que nos ofertó hacer unas canchas de fútbol 5, se decidió concesiona­r el espacio por 12 años y, con ese ingreso, encaramos la construcci­ón de un salón de usos múltiples, que está en plena ejecución”.

Precisamen­te, la edificació­n se vislumbra hacia la izquierda, aún sin techar y con bastante por hacer aún.

“El problema es que la in- flación nos está matando. Estamos a medio camino. Tenemos compradas las aberturas, pero no queremos instalarla­s por temor a los robos”, dice Anchaño.

El objetivo de terminarlo lo antes posible tiene su lógica.

“Queremos utilizar el lugar para practicar varios deportes bajo techo, como patín, gimnasia artística y danzas. Y los fines de semana alquilarlo para fiestas”, manifiesta Molina.

Hoy por hoy, las piedras superan las alegrías. Y por goleada.

“Por ejemplo, se nos rompió la bomba de riego y hubo que desembolsa­r 5.000 pesos, que para nosotros es una fortuna. Y a eso se suma la ola de robos. Nosotros sufrimos 12 consecutiv­os en este último tiempo. Incluso tuvimos que poner alarmas en los vestuarios y utilería, pero todo es plata”.

Precisamen­te por plata, y debido a una deuda que no se pudo saldar a tiempo con la Liga del Sur, se tomó la decisión de participar en la Liga Municipal de Fútbol.

“La idea este año es ordenarnos, juntar fondos, pagar lo que se debe y retomar la competenci­a oficial en 2017. Ese es uno de los objetivos que se trazó este equipo de trabajo”, explica Molina.

Los recuerdos, al recorrer el predio, afloran.

“Yo me acuerdo de la época de las motos, e incluso de los midgets, con las tribunas llenas. Ojalá podamos volver a un club brillante como el que tuvimos”, señala Anchaño, con más años encima que Molina. --¿Cómo subsisten? --Hoy por hoy, con el ingreso de la escuelita de fútbol. Son 115 chicos, de los cuales paga poco más del 50 por ciento, una cuota de 230 pesos mensuales. También organizamo­s rifas y montamos un kiosco cuando se realizan encuentros de fútbol. La idea es sumar chicos, pero para ello tenemos que ofrecer actividade­s.

El inquilino no deseado

Al fondo del predio, sobre la avenida Jorge Moore, se divisa una construcci­ón muy precaria.

“Es otro de los problemas que nos encontramo­s. Hace varios años se contrató un cuidador, se ubicó en el sector que estaban los boxes del speedway y hoy no encontramo­s la manera de sacarlo”, manifiesta Anchaño.

“En ese sector nosotros teníamos planificad­o hacer unas canchas de hockey...”, dice Molina, ya casi resignándo­se.

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FOTOS: SEBASTIÁN CORTÉS-LANUEVA. Guillermo Molina y Marcelo Anchaño tienen un sueño grande para Dublin.
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en Granada 802.

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