La Nueva Domingo

Ana Rosa Llobet, la voz de Missing Children en Bahía

- Por Walter Gullaci wgullaci@ lanueva.com

¿Qué pasa que ni siquiera llama? Hace una hora que debería estar acá".

La preocupaci­ón de Susana, sobre el paradero de su hija de 14 años, crece a medida que corren las agujas del reloj.

El celular no responde. Repite el llamado una y otra vez, pero siempre lo mismo. Atiende el maldito contestado­r.

Ni siquiera el mensaje de texto ha sido advertido por su hija. Y ya pasaron tres horas...

La incertidum­bre, a esta altura, deja paso a la angustia.

“No puede ser... ¿Se habrá ido con algún amigo? Pero hubiera avisado”, pregunta y se responde en silencio.

Un mar de interrogan­tes agobia a la ya desesperad­a mujer. Es hora de actuar. De hacer la denuncia. De que Missing Children active sus mejores armas.

*** Los ojos le brillan a Ana Rosa Llobet.

Se trata de una mujer reflexiva, minuciosa, de fluido vocabulari­o.

Pero aquel caso... Aquel caso aún la conmueve.

Que lo relate a su estilo. Al detalle.

“Aquella llamada no la esperábamo­s. Carolina era una adolescent­e que hacía cuatro años se había alejado de un hogar de contención de menores. Formaba parte de un complejo cuadro familiar y estaba convencida de que nadie la quería. Fue tan intensa su búsqueda, que un día la menor se puso en comtacto con Missing Children en Buenos Aires y desde allí la derivaron a nosotras.

“Recuerdo que la atendió Laura Meloni, al cabo la precursora de la organizaci­ón en Bahía Blanca. Era tan grande su bondad y don de gente que me pasó la llamada a mi, como diciendo `tomá, este momento disfrutalo vos'. Fue muy grande mi emoción al escuchar esa voz, diciéndome que era Carolina. No lo podía creer. Ella había tomado conciencia de que su familia se había preocupado mucho por encontrarl­a y recuperarl­a. Que la querían. Por lo que su vida dio un vuelco muy grande y a nosotras nos llenó de felicidad”.

En nuestra ciudad, Missing Children inició su labor en 2003. Desde entonces hasta el presente se recibieron denuncias por 644 chicos perdidos, de los cuales fueron hallados 612.

De los 32 casos sin final feliz, 23 fueron cerrados sin resolver (por diferentes motivos, falta de contacto, mayoría de edad, etc.), en 8 apareciero­n los chicos sin vida y el restante aún sigue en búsqueda.

“En realidad, el porcentaje de chicos encontrado­s resulta muy alto”, sostiene Ana.

Y ese resultado frente a tanta búsqueda, quizás sea su mayor orgullo. Porque como ella señala, “cada menor que se pierde y no se encuentra es una tragedia”.

***

-¿Cuál es, al cabo, la labor que desarrolla­n a nivel local?

-Primero quiero aclarar que somos una organizaci­ón sin fines de lucro. Nuestra función pasa por orientar y colaborar en la búsqueda. Tejemos un trabajo de red, difundimos la foto y los datos del menor lo máximo posible. Obviamente, nuestra tarea finaliza cuando lo encontramo­s. A partir de allí se ocupa la Justicia, que interviene para adoptar alguna resolución en beneficio del chico o adolescent­e”. -¿Cómo actuar cuando un niño o adolescent­e se pierde?

-Las primeras 48 horas son las más importante­s. Lo inmediato pasa por consultar con el entorno. Los amigos, compañeros de la escuela, vecinos e inmediatam­ente hacer la denuncia. Es clave que se efectúe pronto la denuncia policial, aunque a veces nos expresan que en las comisarías se encuentran con respuestas negativas, que les dicen que esperen. Y con este tema no se puede esperar. En el caso de menores las comisarías tienen la obligación de tomar las denuncias.

“Recién después empezamos a trabajar nosotros, ya que sólo se pueden publicar las fotos de los menores perdidos cuando el proceso es autorizado por los padres y contamos con la denuncia penal correspond­iente. En el caso de sustraccio­nes parentales es necesaria además una autorizaci­ón del juez o del fiscal que interviene­n.

“Cada vez que se hace una campaña por un chico y sale en todos los medios su foto, la gente empieza a llamar, lo ven en el norte y en el sur al mismo tiempo, no importa pues se verifica todo. La idea es que se impliquen, que se comprometa la comunidad.

“Es muy común, por otra parte, que la ausencia de un niño o adolescent­e del seno familiar se deba solo a que ha decidido irse”. -¿Cuentan con estadístic­as en ese sentido?

-Bueno, las causas a nivel nacional hablan de un 45% de casos de chicos que se pierden por estar sufriendo una crisis de identidad... -¿Eso involucra la falta de contención familiar?

-Si bien esto se relaciona, y en muchos casos redunda en una crisis de identidad, en ese caso las cifras dicen que un 32% de los menores se alejan de sus hogares por conflictos familiares.

“Esas problemáti­cas suelen advertirse en la adolescenc­ia. De allí que el mayor porcentaje de chicos que se pierden son adolescent­es. Y dentro de ese segmento, el mayor porcentaje es de mujeres, un 66%, contra un 34 de varones”.

-¿Es muy común la existencia de casos por sustraccio­nes parentales?

-Sí, claro. Muchos casos. A veces se piensa que si el chico está “perdido”, pero con la mamá o el papá, no hay pro- blema. Y esto no es cierto, pues hay una parte de su entorno familiar que no sabe nada de él. El impediment­o de contacto es un delito.

“Justamente tenemos el caso de una chiquita perdida en 2014, de Pedro Luro, Magalí Tolaba Fuentes de 8 años, que en principio fue llevada por su padre y existe el temor de que haya cruzado la frontera hacia Bolivia, algo que no es muy complicado. Todo lo contrario”.

-¿Cuál es la edad más frecuente de los chicos perdidos?

-Los datos que tenemos certifican que el 75% van de los 13 a los 17 años; el 13%, de los 7 a los 12; el 10% desde el nacimiento a los 6 años; y el 2% restante tiene que ver con jóvenes discapacit­ados, de 18 a 21 años.

-Nos llegó informació­n que dentro de la trata de personas, y en este caso de adolescent­es, la búsqueda empieza a perfilarse en niñas cada vez más chicas y robustas físicament­e, porque saben que al momento de ser captadas es inevitable que sufran un deterioro físico con pérdida de peso. Con la aparición de un personaje contenedor, en general una mujer, que hace su trabajo de “amiga” o “tía” de la víctima. Es imposible no pensar en Micaela...

-A mí el caso Micaela me genera todas las dudas. Fueron horas terribles las que sufrimos con su desaparici­ón y hoy veo que tenemos al asesino, pero no la certeza de cuál fue el móvil del hecho, algo que tendrá que dilucidar la Justicia. Pero el tema de la trata es algo que por supuesto sigue dando vueltas en muchos casos.

-Se puede decir que el tema de la trata cada día va ganando más espacio en la captación de menores.

-Es posible que así sea, aunque nosotras no tenemos estadístic­as que lo certifique­n. Las adolescent­es son muy reticentes a la hora de hablar sobre cuestiones que tienen que ver con lo que verdaderam­ente les ocurrió. E incluso sobre si sufrieron alguna situación emparentad­a con la trata. Suelen cerrarse y es difícil acceder a su interior, a que se expresen.

"Muchas veces no sabemos qué fue lo que les pasó. Una vez que apareciero­n la dilucidaci­ón del caso queda en manos de las autoridade­s.

-¿Y cuál es el caldo de cultivo para que cada día afrontemos que más chicos ten-

“El caso Micaela me genera todas las dudas”

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