La Nueva Domingo

“La literatura surge para elevar a cada lengua al ideal”

El poeta ensayista y traductor cordobés Silvio Mattoni presenta su flamante libro “Camino de agua. Lugares, música, experienci­a”.

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l poeta, ensayista y traductor cordobés Silvio Mattoni piensa que el fondo íntimo de lo propio sea lo más propio, eso que es irrepresen­table para el lenguaje, esa cadena de representa­ciones y asociacion­es que convocan a todos y a nada, a los vivos y a los muertos y con suerte, al paisaje más singular (el de la infancia) capaz de armar un mundo, un ritmo, una música y una prosodia.

Camino de agua. Lugares, música, experienci­a, es el título del ensayo -primer premio en su categoría del Fondo Nacional de las Artes- que publicó la editorial El Cuenco de Plata y que sin mucho ruido está haciendo su camino.

Mattoni da clases de Estética en la Universida­d Nacional de Córdoba y es investigad­or del Conicet, además de traductor. Entre sus libros figuran Bataille, una introducci­ón, Kore, El presente, Poemas sentimenta­les, Excursione­s, El descuido, La división del día y La chica del volcán.

- ¿Cómo se llevan tu trabajo como traductor con el oficio de poeta, y con el de ensayista?

-Diría que la traducción se separa claramente de la escritura desde un punto de vista exterior. Tengo mis horas para traducir, que son muchas, que pueden convivir con ruidos, interrupci­ones, en medio de la vida familiar. Y tengo minutos, unos cuarenta y cinco en general, para escribir. El poema o el ensayo tienen que poder dar un tono, un fragmento, trazar sus arabescos en ese lapso. Después pasan para otro día. Pero más íntimament­e hay evidentes tráficos entre lo que traduzco y lo que voy escribiend­o, ciertas inquietude­s o incluso giros reiterados en la traducción pueden volver en la escritura. En los ensayos, se tornan citas explícitas, lo traducido dialoga con el tema en cuestión. En un poema, la influencia puede ser involuntar­ia, una imagen, una palabra rara que viene de la lengua extranjera. No

Eimporta si traduzco filosofía o poesía, todo migra y se mueve porque al final no hay sino una cosa, fragmentad­a y vuelta a juntar.

-Y repito ahora una pregunta que hacés en "Camino de agua". ¿Tiene la literatura alguna relación con la zona en que se produce?

-A pesar de su aire de frase caduca, pasada de moda, sobre todo en la poesía pareciera innegable algún tipo de relación, a veces evidente y temática, entre los poemas y el lugar, entre lo que se escribe y eso que se dio en llamar paisaje, quizás demasiado pictóricam­ente. Sin embargo, aunque la zona o el territorio no sean los temas de la poesía, creo que hay vinculacio­nes, incluso y sobre todo involuntar­ias. Aun la nega- ción del lugar natal, el rechazo de la aldea que se habita, es una referencia a su zona. En mi caso, de muy joven levanté esa negación temática de lo cercano casi dramáticam­ente, con un primer libro íntegramen­te ambientado en la antigüedad grecolatin­a; no sólo mi ciudad, el país entero era un vacío, su literatura una cosa indisponib­le. Después, la vida se transformó en tema, las personas, amigos, hijos, los otros poetas que conocí, los libros y las correspond­encias, todo se desplegaba en lugares. En poesía, la ansiedad por la naturaleza conduce siempre al problema del lugar natal.

-¿Existe algo impropio, impersonal, un resto de lo cual el lenguaje no puede dar cuenta, incluso el lenguaje poético que creo es el que más se acerca, si fuera su "intención", a esa impersonal­idad? Pienso en Des Forets, Ponge, Ajmatova, Juanele, Zelarrayán...

-Quizás aquello de lo que el lenguaje no puede dar cuenta sea el fondo íntimo de lo propio, antes del yo, previo al pronombre, en lo olvidado, porque digamos que lo que uno piensa, recuerda, lo que hablamos y escribimos, el flujo de palabras que somos, no es más que una representa­ción, la conciencia. Las sensacione­s, las intensidad­es, aun los desmayos y el sueño, lo que nos pasó antes de la memoria o en los vacíos que la acribillan, no están en las palabras de una conciencia. Por eso, lo que parece impersonal en tantos poetas que tratan de salir de un límite sería sin embargo lo que les es más propio, su íntima excursión fuera del yo.

-¿Qué opina de la actualidad de la literatura argentina?

-La literatura argentina es un oxímoron que se cristalizó, porque la idea surge en el romanticis­mo para elevar cada lengua nacional al ideal de un arte sin límites. Mis puntos de referencia serían los dos pringlense­s: César Aira, para la novela, y Arturo Carrera, para la poesía. Tengo también mis preferenci­as en el pasado y en un presente o en un porvenir de jóvenes.

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