Por la inseguridad, los bahienses optan por los departamentos
La tasa de delitos es mucho más alta en casas y en agosto pasado todos los robos se verificaron en viviendas de ese tipo. Hoy existe una inédita paridad en permisos de construcción.
El interés por vivir en este tipo de residencias creció en los últimos tiempos en nuestra ciudad y la demanda obedece a razones vinculadas estrechamente con la inseguridad.
La tendencia no solo se manifiesta a nivel nacional, donde los hechos delictivos alcanzan un 82% en casas y un 18% en departamentos, sino también en el plano doméstico. Según el sitio Bahiasegura.com.ar, el 70% de los robos locales se registran en viviendas de la periferia.
En tanto, un relevamiento realizado entre los meses de junio y julio pasados reflejó que los hurtos en departamentos de Bahía Blanca fueron del 12,2 al 13,9%.
Mario Minervino
En la década del 60, vivir en departamentos era parte de la modernidad. Aportaba glamour y confort. Ahora el interés por vivir en este tipo de residencias ha vuelto a crecer, aunque este aumento de la demanda obedece a razones completamente diferentes.
El 82% de los hechos de inseguridad ocurridos en el país en lo que va del año lo sufren personas que viven en casas, mientras el 18% restante quienes lo hacen en departamentos.
El dato, aportado por el laboratorio de Investigaciones Sobre Crimen, Instituciones y Políticas (LICIP) de la Universidad Torcuato Di Tella, da cuenta de una --no la única-- de las razones por las cuales en el tiempo crece la decisión de cientos de personas de dejar sus casas y mudarse a departamentos.
"Al analizar el porcentaje de victimización, según el tipo de vivienda, se verifica que la tasa de delitos es más alta en las casas", señala el informe dado a conocer en agosto pasado.
En nuestra ciudad, el sitio Bahíasegura.com --que elabora estadísticas a partir de los delitos que toman estado público por los medios de prensa--, señala que en junio y julio último los robos en departamentos conformaron el 12,33 y 13,90% respectivamente de los delitos, con un promedio global de 2,16 hechos cada día.
En agosto todos los robos se verificaron en casas. El esquema de robo utilizado, en casi el 100% de los casos, el denominado "escruche", consistente en ingresar en las viviendas aprovechando la ausencia de sus moradores.
De acuerdo a datos aporta- dos a este diario por el Centro Regional de Estudios Económicos de Bahía Blanca Argentina(CREEBBA), la ciudad cuenta con 102.037 inmuebles. De ese total, el 73,6% son casas y el 25,1% departamentos
Esto permite concluir que unas 75 mil familias viven en casas y "apenas" 25 mil en departamentos.
Dicha proporción sugiere también como lógico o natural que haya más robos en las primeras, aunque es claro que la sensación de inseguridad --valga la maltratada expresión-- disminuye mucho en los departamentos: hay en ellos una tranquilidad que la casa ha perdido.
Esa diferencia ha hecho que en los últimos cinco años existan limitaciones para dar respuesta a la demanda de departamentos.
Por eso los denominados desarrolladores urbanos marcan claramente la tendencia a construir edificios en altura, con unidades de un dormitorio (la más buscadas) o, en el otro extremo, pisos y semipisos.
Los permisos de construcción presentados en la muni- cipalidad, desde 2012 a la fecha, y también datos aportados por el CREEBBA, indican que el 58% corresponde a casas y el 42% a departamentos, estableciendo una inédita paridad entre ambas.
Las casas
Otro dato aportado por el sitio Bahíasegura.com.ar menciona que el 70% de los robos locales se registran en casas de la perfieria.
Aquí vale diferenciar entre la casa urbana, parte de la trama propia de la ciudad, y la de los barrios cerrados o countries.
Más allá de la estridencia
Un relevamiento reflejó que en junio y julio pasados los robos en departamentos de Bahía Blanca fueron del 12,22 y 13,90 por ciento.
Vivir en una casa obliga a prestar atención continua a la seguridad: rejas, cerraduras especiales, alarmas, luces o redes de whatsapp vecinales.
mediática que alcanzan los casos policiales ocurridos en ese tipo de barrios --basta recordar los de Claudia Schaefer, María Marta García Bensunce y Nora Dalmaso--, se trata de espacios donde se vive con un margen de tranquilidad importante, a partir de la instrumentación de variados sistemas de control, a cargo de empresas privadas o mediante cámaras de vigilancia.
"Vivir hoy en una casa obliga a prestar atención continua a la seguridad: rejas, cerraduras especiales, alarmas, luces, redes de whatsapp vecinales.
"Hay momentos que hasta se vuelve una obsesión", confiesa Marcelo, ex habitante del barrio Patagonia que hoy vive en un departamento de Alsina al 300.
Habitar una casa tiene elementos a favor y elementos en contra. "Todo el mundo sueña con su casa propia", suele mencionarse.
Un componente a favor es disponer de patio o jardín: un espacio verde propio, vivible. Al que se cuida, y que durante determinada etapa de la vida gratifica y permite el disfrute.
También la casa mejora la privacidad, en comparación con los edificios, donde, por caso, puede haber varios departamentos por piso, más los vecinos de abajo, los de arriba, el portero y un inevitable sistema de chismes y comentarios.
Vivir en una casa supone estar en barrios alejados. Eso implica tener que resolver el traslado, contratiempo que exige la disponibilidad de hasta más de un automóvil. Un ida y vuelta constante que, en muchos casos, termina por ser contraproducente para la organización familiar.
Esta cuestión de movilidad y la mencionada inseguridad terminan por empujar a las familias al centro o macrocentro, es decir: a departamentos.
Cuando morir ya no es premisa
Las inmobiliarias sirven de termómetro para conocer cómo opera el mercado de propiedades.
El ritmo de operaciones de compra venta o alquiler, junto con otras consultas que reciben, constituyen el primer indicio de cómo se está comportando el clima social y financiero.
Las consultas realizadas por este diario a algunas de estas empresas dieron cuen- ta de dos conclusiones: que la inseguridad empuja a las personas mayores a mudarse a departamentos y que las parejas jóvenes siguen prefiriendo la casa, más allá que los costos y la falta de créditos son muchas veces trabas insalvables.
Los responsables de Colaneri-Bonzini Propiedades Nueva. aseguraron a La que la decisión de pasar al departamento "depende de la edad", siendo las personas de 60 años en adelante las que toman esa decisión con mayor frecuencia.
"Lo hacen por la inseguridad y, a veces, cansados de ocuparse del patio y del mantenimiento que exige una ca-
De acuerdo a datos aportados a este diario por el CREEBBA, la ciudad cuenta con 102.037 inmuebles. De ese total, el 73,6% son casas y el 25,1% departamentos.
Las parejas jóvenes prefieren las casas, aunque el tema económico es clave porque, de acuerdo al barrio, su valor supera en mucho al de los departamentos.
sa", señalaron.
Otras fuentes consultadas dijeron que este es un cambio consolidado en las últimas décadas.
"Me da la impresión que antes la gente se moría en la casa donde vivió siempre, donde nacieron sus hijos. En las últimas décadas ya no prioriza la parte emotiva y sí la posibilidad de vivir más tranquilos y cómodos".
Agregaron también que las parejas jóvenes prefieren las casas, aunque el tema económico es clave porque, de acuerdo al barrio, su valor supera en mucho al de los departamentos.
Jorge Trócoli, de Sonia Muda Inmobiliaria, coincidió con la lectura anterior, en cuando a gente mayor con tendencia a vender sus casas para pasar a un piso o semipiso en el centro o macrocentro.
"Si bien es un conjunto, entre los motivos que llevan a esa decisión, la seguridad es, sin duda, el principal".
"Hay barrios históricamente muy tranquilos y hoy también hoy sufren robos y entraderas", señaló.
Como un detalle singular, Trócoli mencionó que esa demanda ha hecho subir el valor del m2 de los departamentos en relación al de la casa.
"Hace 25 años un departamento costaba la mitad que una buena propiedad, hoy es al revés", asegura.
Un paréntesis en este punto. Esta situación no es exclusiva de nuestra ciudad. Hace unos días, un diario porteño señaló que ese fenómeno se verificaba, por caso, en la ciudad de Mendoza, donde alquilar una casa y un departamento tienen el mismo costo, situación que conforma "un hecho único" y que los especialistas cuyanos atribuyen a la inseguridad.
Por último, Raúl Rivero, titular de Rivero Propiedades, no dudó en reconocer en la inseguridad la circunstancia que ha generado el éxodo de las casas.
"Es algo que se ha acrecentado. Influye mucho el sistema de entraderas. La gente tiene temor hasta cuando guarda el auto", detalla. No cree que mantener el patio los canse, "lo siguen disfrutando".
Rivero refiere que, a igualdad de metros cuadrados, la casa sigue siendo más cara, aunque se equipara si se toman en cuenta las expensas y la necesidad de alquilar cocheras.
La casa sin afuera
"No son comparables. Las dos opciones son buenas, las dos son malas. Cada una tiene su encanto, cada una su parte desalentadora".
De esta manera definió el arquitecto Alberto Del Viso, titular de la cátedras de Arquitectura y Taller de la UNS, sobre establecer una comparativa entre vivir en departamento o en casa.
Habló de la incidencia de la presencia de hijos, de disponer de determinadas visuales, del patio, de la seguridad, de la calidad de vida, de la forma de vecindad, entre algunos tópicos a considerar.
"Cada uno tiene pros y contras", resumió.
En Arquitectura y Autori
tarismo (1991), el arquitecto Rodolfo Livingston realizó una aguda crítica a los agentes inmobiliarios por los recursos utilizados para imponer la moda de vivir en departamentos, dando más importancia al mármol de la entrada al edificio que a la posibilidad de tener patio.
"Un departamento puede ser definido como una casa sin afuera", escribió, y mencionó a niños "siempre encima" de sus padres, la pérdida del barrio y vecinos convertidos en letras (la señora del sexto F), habitantes con su identidad "seriamente afectadas".
También explicó por qué en las décadas del '60 y '70 la gente comenzó a inclinarse por vivir en departamentos.
No se trataba de la inseguridad, o de que se podía acceder a inmuebles de pocos metros cuadrados, mucho más barato que una casa.
"Comprar un departamento era comprar un estilo de vida más práctico, más confortable y, sobre todo, más moderno", puntualizó.
En nuestra ciudad es conocido el caso del edificio Taberner, de O'Higgins y Brown, habilitado para su uso en 1959 y rápidamente convertido en un signo de la modernidad, comparable, en su escala, al Kavanagh porteño.
Familias residentes en el incipiente barrio parque Palihue vendieron sus chalés para mudarse a sus departamentos que, en muchos casos, recibían amueblados.
Unos años antes (1937) se había habilitado el edificio Cisneros, en Zeballos y Portugal, primera relación entre departamentos y modernidad.