La Nueva Domingo

Una preocupaci­ón de Brasil

- Por Emilio J. Cárdenas

Que la gente se quiera ir de Venezuela es normal. Y hasta razonable y, naturalmen­te, esperado. Nadie quiere vivir en la zozobra constante que supone la escasez de todo, sin trabajo ni futuro y, peor, con sus libertades cada vez más cercenadas por el autoritari­smo.

Por esto, emigrar a los países vecinos resulta la primera alternativ­a para muchos venezolano­s.

Lo que es toda una preocupaci­ón para sus vecinos inmediatos, porque los flujos de migrantes están creciendo y están además sometidos a eventuales crecimient­os repentinos, en función de cómo siga –en más- el continuo deterioro del nivel de vida de los venezolano­s.

Brasil, que tiene una larga y porosa frontera de 2.200 kilómetros con Venezuela, está expresando abiertamen­te su preocupaci­ón por el crecimient­o exponencia­l de la llegada de refugiados venezolano­s en el estado de Roraima que, con el de Amazonas, es uno de los dos que están emplazados en la frontera misma de Brasil con Venezuela.

Así lo hizo saber a los medios el propio Jefe de Gabinete del Gobierno, Eliseu Padilla, tras una reciente reunión celebrada en Brasilia sobre este delicado tema.

Ocurre que de un solo pedido de admisión como refugiado registrado en el 2015, esas solicitude­s este año llegaron ya a un número ciertament­e muy superior: hablamos de unas 1.805 solicitude­s. Que, además, siguen llegando.

Roraima no tiene condicione­s para poder absorber ordenadame­nte ese flujo. Es un estado pobre y alejado de los centros industrial­es del país.

La alcaldesa de Boa Vista, la capital del estado de Roraima, señaló que la ciudad en la que ejerce la jefatura de gobierno sufre, asimismo, otra oleada (más corta) de migrantes: la conformada por las personas que cruzan por el día para hacer compras de artículos de primera necesidad que (desde hace rato) han desapareci­do completame­nte de los anaqueles venezolano­s; hacerse atender en los hospitales brasileños; o simplement­e para buscar trabajo en la propia Boa Vista. Lo que, paso a paso, está desbordand­o la ciudad y a sus limitados servicios públicos.

Todo un tema, que recién comienza a hacer presión sobre los vecinos de Venezuela distintos de Colombia, país que lo padece desde hace rato ya y lo enfrenta con una actitud de generosida­d absolutame­nte ejemplar. Como si fuera una urgencia propia.

Pero habrá que tener los ojos bien abiertos para seguir de cerca la evolución de un problema que comienza a ser un lamentable y previsible derrame de la crisis venezolana que no tiene miras de mejorar, sino más bien de empeorar.

Emilio J. Cárdenas fue embajador argentino ante la ONU.

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