Una preocupación de Brasil
Que la gente se quiera ir de Venezuela es normal. Y hasta razonable y, naturalmente, esperado. Nadie quiere vivir en la zozobra constante que supone la escasez de todo, sin trabajo ni futuro y, peor, con sus libertades cada vez más cercenadas por el autoritarismo.
Por esto, emigrar a los países vecinos resulta la primera alternativa para muchos venezolanos.
Lo que es toda una preocupación para sus vecinos inmediatos, porque los flujos de migrantes están creciendo y están además sometidos a eventuales crecimientos repentinos, en función de cómo siga –en más- el continuo deterioro del nivel de vida de los venezolanos.
Brasil, que tiene una larga y porosa frontera de 2.200 kilómetros con Venezuela, está expresando abiertamente su preocupación por el crecimiento exponencial de la llegada de refugiados venezolanos en el estado de Roraima que, con el de Amazonas, es uno de los dos que están emplazados en la frontera misma de Brasil con Venezuela.
Así lo hizo saber a los medios el propio Jefe de Gabinete del Gobierno, Eliseu Padilla, tras una reciente reunión celebrada en Brasilia sobre este delicado tema.
Ocurre que de un solo pedido de admisión como refugiado registrado en el 2015, esas solicitudes este año llegaron ya a un número ciertamente muy superior: hablamos de unas 1.805 solicitudes. Que, además, siguen llegando.
Roraima no tiene condiciones para poder absorber ordenadamente ese flujo. Es un estado pobre y alejado de los centros industriales del país.
La alcaldesa de Boa Vista, la capital del estado de Roraima, señaló que la ciudad en la que ejerce la jefatura de gobierno sufre, asimismo, otra oleada (más corta) de migrantes: la conformada por las personas que cruzan por el día para hacer compras de artículos de primera necesidad que (desde hace rato) han desaparecido completamente de los anaqueles venezolanos; hacerse atender en los hospitales brasileños; o simplemente para buscar trabajo en la propia Boa Vista. Lo que, paso a paso, está desbordando la ciudad y a sus limitados servicios públicos.
Todo un tema, que recién comienza a hacer presión sobre los vecinos de Venezuela distintos de Colombia, país que lo padece desde hace rato ya y lo enfrenta con una actitud de generosidad absolutamente ejemplar. Como si fuera una urgencia propia.
Pero habrá que tener los ojos bien abiertos para seguir de cerca la evolución de un problema que comienza a ser un lamentable y previsible derrame de la crisis venezolana que no tiene miras de mejorar, sino más bien de empeorar.
Emilio J. Cárdenas fue embajador argentino ante la ONU.