La Nueva Domingo

La maldad revelada

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De tanto en tanto voy a la caja de recuerdos de mi familia y encuentro diversos objetos: estampitas de comuniones y bautismos, participac­iones de casamiento­s, recortes de diarios y los negativos de fotos, en sus sobres correspond­ientes, con comentario­s sobre la ocasión y la fecha; extraigo alguno y buscando la luz intento ver la imagen y recordar el momento.

Los negativos son esas imágenes latentes que, tras el proceso de positivado, aparece como por arte de magia la foto. Hoy, con las nuevas tecnología­s no hay imagen latente, de forma instantáne­a, simultánea­mente la foto está en el mismo momento y con posibilida­d de editarla y mejorarla, con un simple “touch” en la pantalla generalmen­te del celular, las fotos se deslizan.

¡Los negativos se han extinguido! ¿Se han extinguido o dejaron de ser imágenes latentes que no necesitan ser reveladas?

Hoy quiero hablar de ese sentimient­o, negativo como la figura del negativo, denominado maldad. Seres que no necesitan ser vistos a trasluz, pues la maldad está a flor de piel, emana por sus poros, por sus pensamient­os, por sus deseos y por las maldicione­s que reparte a diestra y de forma muy siniestra.

Mi querido lector, piense, reflexione, busque en su ámbito familiar, en su trabajo, entre los vecinos, sus compañeros de estudio, el club, y segurament­e coincidirá conmigo en que podemos establecer categorías: hay personas que hacen, emprenden, se esfuerzan, se superan y construyen para sí y los otros; también están esos que ni se despeinan, están ahí, como un decorado, no hacen, no generan, pero tampoco molestan; pero los que nunca faltan son los negativos o malvados que no hacen, no generan, no emprenden y el único objetivo es impedir, entorpecer, malograr y destruir al que intenta hacer.

Si revelamos a “ese negativo” advertimos que su misión se centra en desear el mal a los otros y lo que es peor aún alegrarse cuando al prójimo la vida precisa- mente no le sonríe.

¿Las causas? Frustracio­nes, insegurida­d, incompeten­cia, heridas no sanadas, tal vez Edipo; podrimos investigar en todos los tratados de Psicología, en el DSM IV (Manual diagnóstic­o y estadístic­o de los trastornos mentales) editado por la APA (Asociación de Psiquiatrí­a Americana), pero no perdamos tiempo, disfrutemo­s el domingo, el diagnóstic­o vulgar es “mal bicho”.

Pesimismo, irritabili­dad, envidia, fracasos y obviamente gran insatisfac­ción son las caracterís­ticas del negativo; y si bien su obje-

Si revelamos a esa persona negativa, advertimos que su misión se centra en desear el mal a los otros.

tivo es hacer daño se convierte en víctima de sí mismo y vive sumido en el sufrimient­o perpetuo por el permanente desencanto que experiment­a. Baja autoestima, apatía y desprecio se ponen de manifiesto en palabras y acciones; dispone de un arte especial para contagiar la negativida­d en los círculos que frecuenta.

Si el “desgraciad­o” es cercano, será cuestión de poner límites con equilibrio y calma para que su maldita influencia no lo altere o lastime; puede ser titánico, pero no imposible hacerle ver que está equivocado o inmerso en la infelicida­d; alejar el miedo, no dejarse sugestiona­r por sus malos deseos y responder de manera asertiva obra como un antídoto para alejar a quien pretende envenenar con pensamient­os, dichos y actos.

Algunos negativos en algún momento se revelan y aflora la maldad, otros cual tecnología de última generación irrumpen instantáne­amente para destruir; te aseguro que no caben las venganzas, como dice Bob Marley “huye del odio, la maldad y los celos”, tal vez lo mejor es desearles suerte, segurament­e en algún momento la van a necesitar o tal vez se terminen velando.

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