Sobre las dietas
Araíz del dietazo propuesto, el diputado Eduardo Amadeo dijo que “si le pago (a un diputado) $ 30.000,- o como a un jubilado, en el Congreso vamos a tener a ricos o chorros”. Este juicio lo hubiera esperado de parlamentarios más pintorescos. Tanto los ricos como los pobres pueden ser chorros y mirar sólo sus intereses personales ignorando la miseria generalizada del pueblo, pero también ambos pueden ser decentes y trabajar por el bien común.
Como los jubilados con la mínima reciben menos de $ 6.000,- y en Diputados quieren $ 141.000,- de bolsillo, la gente se puso a murmurar y a decir cosas como: ¿qué calamidad sucedería al país si, vista su escasa importancia de hecho, el Parlamento se cerrara? ¿De qué peligro ha salvado a la Nación a lo largo de la historia? ¿Por qué tiene tanto personal tan bien pago haciendo tan poco? ¿Por qué permite que sea visto como un aguantadero en el que encuentran protección individuos que deberían estar en la cárcel? ¿Por qué durante los gobiernos de Menem, de Néstor y de Cristina Kirchner no veía la corrupción rampante que todos percibían, y acató una humillante sumisión y “obediencia debida” al Ejecutivo?
Podría añadirse que a largo de su historia reciente, venerando el precepto de la inclusividad, han ocupado bancas parlamentarias homicidas, drogadictos, ladrones del tesoro público, guerrilleros que querían destruir el sistema democrático por las armas, ignorantes, charlatanes de feria, etc… Y uno se pregunta: ¿no existe un sistema de filtro que garantice cierto nivel de decencia moral, preparación intelectual y normalidad psicológica para los cargos más importantes de la República? Para los puestos menos importantes existe desde hace mucho tiempo.
Estamos ante un país en ruinas debido a la histórica complicidad del Parlamento con el mandamás de turno y a su nula creatividad; se limitan a ampliar derechos y libertades prohibiéndose tratar sobre deberes y temas duros porque ellos lo consideran “impopular”; van a lo fácil. Los temas que generarían conflicto, como políticas sobre droga, segu- ridad etc., se los dejan al Ejecutivo.
La inoperancia del Parlamento en temas de fondo, mata. Si bien hubo y hay honestos legisladores, no alcanzan para dar respetabilidad a una institución que arrastra un evidente desprestigio.
Dados los servicios que prestan ¿por qué los parlamentarios deben ganar tanto y trabajadores de trascendencia social como médicos y docentes, y trabajadores en general tan poco?
Además, a los parlamentarios que no cumplieron con sus deberes la Patria nunca les demandó nada, por lo que harían muy bien en suprimir la ceremonia de jura porque ha devenido en espectáculo circense.
Humberto Guglielmin Blanca.
vive en Bahía