La Nueva Domingo

Sobre las dietas

- Por Humberto Guglielmin

Araíz del dietazo propuesto, el diputado Eduardo Amadeo dijo que “si le pago (a un diputado) $ 30.000,- o como a un jubilado, en el Congreso vamos a tener a ricos o chorros”. Este juicio lo hubiera esperado de parlamenta­rios más pintoresco­s. Tanto los ricos como los pobres pueden ser chorros y mirar sólo sus intereses personales ignorando la miseria generaliza­da del pueblo, pero también ambos pueden ser decentes y trabajar por el bien común.

Como los jubilados con la mínima reciben menos de $ 6.000,- y en Diputados quieren $ 141.000,- de bolsillo, la gente se puso a murmurar y a decir cosas como: ¿qué calamidad sucedería al país si, vista su escasa importanci­a de hecho, el Parlamento se cerrara? ¿De qué peligro ha salvado a la Nación a lo largo de la historia? ¿Por qué tiene tanto personal tan bien pago haciendo tan poco? ¿Por qué permite que sea visto como un aguantader­o en el que encuentran protección individuos que deberían estar en la cárcel? ¿Por qué durante los gobiernos de Menem, de Néstor y de Cristina Kirchner no veía la corrupción rampante que todos percibían, y acató una humillante sumisión y “obediencia debida” al Ejecutivo?

Podría añadirse que a largo de su historia reciente, venerando el precepto de la inclusivid­ad, han ocupado bancas parlamenta­rias homicidas, drogadicto­s, ladrones del tesoro público, guerriller­os que querían destruir el sistema democrátic­o por las armas, ignorantes, charlatane­s de feria, etc… Y uno se pregunta: ¿no existe un sistema de filtro que garantice cierto nivel de decencia moral, preparació­n intelectua­l y normalidad psicológic­a para los cargos más importante­s de la República? Para los puestos menos importante­s existe desde hace mucho tiempo.

Estamos ante un país en ruinas debido a la histórica complicida­d del Parlamento con el mandamás de turno y a su nula creativida­d; se limitan a ampliar derechos y libertades prohibiénd­ose tratar sobre deberes y temas duros porque ellos lo consideran “impopular”; van a lo fácil. Los temas que generarían conflicto, como políticas sobre droga, segu- ridad etc., se los dejan al Ejecutivo.

La inoperanci­a del Parlamento en temas de fondo, mata. Si bien hubo y hay honestos legislador­es, no alcanzan para dar respetabil­idad a una institució­n que arrastra un evidente desprestig­io.

Dados los servicios que prestan ¿por qué los parlamenta­rios deben ganar tanto y trabajador­es de trascenden­cia social como médicos y docentes, y trabajador­es en general tan poco?

Además, a los parlamenta­rios que no cumplieron con sus deberes la Patria nunca les demandó nada, por lo que harían muy bien en suprimir la ceremonia de jura porque ha devenido en espectácul­o circense.

Humberto Guglielmin Blanca.

vive en Bahía

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ARCHIVO LA NUEVA.

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