Diciembre, el peor mes para vivir en Bahía Blanca
Al rigor del clima, que no puede evitarse, se le suman serias falencias en dos servicios públicos esenciales.
Adrián Luciani
Falta de agua y energía eléctrica, calor insoportable, tormentas de polvo y tierra, incendios, tornados, lluvias torrenciales y embotellamientos en el centro, son solo algunos de los males bahienses de cada diciembre, probablemente uno de los meses más duros para vivir en la ciudad.
El panorama se repite con mayor o menor intensidad cada fin de año, abarcando también otras pestes propias de esta época como la aparición de alacranes y ofidios, alertas sanitarias sobre dengue, rabia y hantavirus, y anuncios de subas en las tasas municipales.
La mayoría de ellas son propias de la estación y del lugar en el mundo donde nos toca vivir, aunque otras también podrían ser evitables, sobre todo en lo que hace a la provisión de servicios públicos esenciales.
Desde hace 15 años, como mínimo, no hay diciembre donde alcance el agua o no se corte la luz --hasta enero el grueso de la población permanece en la ciudad-- y todo parece indicar que la situación se prolongará, en el mejor de los casos, durante algunos años más.
Hasta ahora no se advierten mejoras concretas pese a la inversión de 180 millones de pesos anunciada por EDES en las redes de baja y media tensión de diferentes barrios.
El creciente consumo, más la vulnerabilidad del tendido aéreo en distintos sectores frente a los vientos típicos de la zona, exigen medidas de mayor peso.
Mientras tanto, el servicio de agua corriente evidencia, entre otras falencias, un atraso cada vez más preocupante en su capacidad de transportar agua desde el dique Paso de las Piedras y fuentes alternativas a las plantas potabilizadoras Patagonia y Grünbein, es decir, de producir agua potable suficiente como para abastecer sin problemas a la población.
Por más que el embalse esté lleno, el diámetro del acueducto principal, al que se suman otros mucho más antiguos que datan de la época en la que el servicio estaba en manos de los ingleses, apenas alcanza para transportar entre 11.500 y 12.000 metros cúbicos por hora.
La cifra, que resultaba insuficiente años antes, ahora lo es más como consecuencia del aumento poblacional. Esto hace que muchos sectores, durante varias horas al día, cuenten con apenas un hilo de agua en sus canillas o directamente no dispongan del servicio.
Pero no debe pensarse en una pronta solución, sobre todo porque el acueducto desde el río Colorado, la obra elegida por la Provincia para aliviar la situación y que hasta ahora no fue licitada, tardará cinco años en entrar en operaciones.
Una vez terminada, con suerte en 2022, más de la mitad del agua que en verano Bahía Blanca y Punta Alta consumen del embalse provendrá del río Colorado. Este acueducto apunta a ser una fuente complementaria y no alternativa, es decir que se empleará las 24 horas los 365 días del año. Podrá aportar hasta 7.200 m3/hora, mientras actualmente se envían desde Paso de las Piedras entre 9.000 y 12.000 m3/h, de acuerdo con la época del año.
Frente a este escenario el acueducto alternativo desde el dique Paso de las Piedras deberá seguir esperando, como lo viene haciendo desde hace ya más de dos décadas y con la vida útil del existente ya agotada.
Los cortes de luz y las interrupciones en el servicio de agua potable son situaciones típicas de fin de año. Nada indica que el problema se solucionará pronto.