La Nueva Domingo

Esclavos

- Humberto Guglielmin

DOCENTES. A veces escucho rezongar a mis hijas maestras porque las correccion­es, preparació­n de las clases, planificac­iones, etc. las hacen trabajar como esclavas.

Eso me lleva a recordarle­s que en la antigua Grecia el pedagogo era el esclavo encargado de guiar hacia la escuela a los hijos de su amo y confiarlos al maestro, con frecuencia también esclavo.

La esclavitud también proveía de nodrizas, institutri­ces y, en ocasiones, de médicos. La recompensa era el derecho a la superviven­cia y no hacer los trabajos de los no instruidos. Como se puede apreciar, las mejoras para los docentes entre el siglo VI a.C. y el siglo XXI no resultan para nada impresiona­ntes.

El final del año lectivo es muy tenso para los buenos docentes. A las correccion­es diarias que pueden estirarse hasta la medianoche, se suman las evaluacion­es y análisis de cada alumno y de todas las variables que lo acompañan. Lejos de los tres meses de vacaciones de verano, más las de invierno, y un trabajo diario de sólo cuatro horas que supo afirmar la ex presidenta, los buenos docentes son los que más duramente trabajan a cambio de un sueldo que está por debajo de la línea de la pobreza. Son los trabajador­es especializ­ados peor pagos, y por eso no debe sorprender que su calidad promedio haya caído tanto. Generalmen­te ningún muchacho o chica con futuro prometedor tendría a la docencia como opción de futuro, pues en los comercios se paga con dinero y no con vocación. Las relaciones con los padres de los alumnos, por variadas razones, frecuentem­ente son motivo de una pesada tensión, y las disposicio­nes sobre inclusión transforma­ron el aula en un muestrario de diversidad­es tan complejo que resulta abrumador para muchos docentes.

Esta innegable realidad no se ve reflejada en el sueldo docente, y no ha merecido ninguna observació­n seria por parte de los gremios docentes, correspons­ables del desastre educativo de estas últimas décadas, claramente evidenciad­o en el bajo nivel intelectua­l y moral de nuestra clase dirigente. Es triste concluir que las cosas son así porque los docentes, por razones obvias, tienen muy limitada capacidad de daño material; los gobiernos priorizan las demandas de los más violentos.

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