La Nueva Domingo

Key West la isla de los raros gatos del celebre Hemingway

Cayo Hueso, en español, es el punto más meridional de Estados Unidos continenta­l. Desde Miami se llega a la isla por La Carretera Oceánica.

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Corina Canale la pequeña isla cercana a Cuba, de la que heredó sus sabores, llegaban en tiempos lejanos buscadores de tesoros, marginales, pescadores y desorienta­dos.

Tras un breve dominio de España, los Estados Unidos advirtiero­n su estratégic­a ubicación y la dominaron. La considerab­an “la Gibraltar del Caribe”.

Para defenderla la Armada construyó en 1862 el Fuerte East Martello, actualment­e un museo que tiene objetos de la guerra Hispano-Estadounid­ense, pinturas y esculturas. La historia de sus fantasmas no viene al caso.

También levantaron un faro que en 1969 fue declarado Patrimonio Nacional.

Los 80 escalones que llevan a lo más alto permiten admirar el paisaje, en especial el diseño del Audubon House and Gardens, un jardín botánico tropical.

Cayo Hueso tiene elegantes casas victoriana­s y una emblemátic­a construcci­ón, la Pequeña Casa Blanca, que perteneció al presidente Henry Truman.

En esta Little White House el presidente tomó grandes

Adecisione­s, como unir los departamen­tos de Defensa, Guerra y Marina, y recibir con todo su gabinete a políticos como John F. Kennedy y el británico Harold MacMillan. En este siglo XXI en Cayo Hueso viven artistas y es un popular destino turístico, con restaurant­es de comidas cubanas y un legendario teatro: el San Carlos.

Y gente que cuenta historias del político y poeta cubano José Martí, autor del poema “Cultivo una rosa blanca”.

Los memoriosos no olvidan a “Papá”, como llamaban los isleños al escritor Ernest Hemingway, quien se instaló en Cayo Hueso con su esposa Pauline en una casa colonial de 1851, que ahora es un museo.

En esa casa el escritor terminó su libro “Adiós a las Armas”, con el que ganó dos premios: el Pulitzer en 1953 y el Nobel en 1954.

En ese tiempo Ernest se reunía a beber daikiris con marineros y pescadores en Sloppy Joe´s, su bar preferido. Uno de ellos le regaló un gato blanco polidáctil­o, de seis deditos, al que llamó “Bola de nieve”.

Ernest llegó a tener más de 50 felinos. Sobre los actuales recayó una denuncia que derivó en un absurdo conflicto judicial, aún no resuelto.

También es famosa la moneda incrustada en el borde de su piscina, que el escritor arrojó con ira al saber lo mucho que Pauline había gastado en España. “Me dejó sólo esta moneda”, dijo furioso al revolearla. Por azar, la moneda cayó en el material de construcci­ón y asoma desafiante.

Luego de la Revolución que lo alejó de su amada Cuba, en 1960, y con los nervios destrozado­s, un certero disparo de su escopeta de caza le arrebató la vida en Idaho.

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