La Nueva Domingo

Hay un antes y un despues

- Por Noemí Carrizo*

“Dice que escribís mal”, me dijo Zuly. Se refería al comentario de una amiga en común. Puedo aceptar que mi estilo no guste, que se rechace mi costumbris­mo o que se considere que abuso de lo autorrefer­encial, pero ¿ escribir mal? Era una crítica estreno. Me llevó alrededor de diez minutos comprender que el juicio partía de la emisora de la frase, movida, sin duda, por pasiones ocultas... o conviccion­es, ¿por qué no? Así comenzó mi “después” con Zuly, con la que, por otra parte, no dejé de alternar. Seré antigua, pero existen adjetivos de uso prohibido: por ejemplo, “gorda”, “vieja”, “incapaz”. Y cuando un amor se hace trizas, que es también como un cristal, el retorno –si sucede– pega los trozos, pero no recupera la pieza dañada. Si el miembro de una pareja f ue traicionad­o, pero se acomoda a un regreso, es probable que sospeche de una reiteració­n del agravio. Perdonar es respirar hondo y permitir que el que nos lesionó continúe su camino lejos o cerca… solo que con “algo” apuñalando sin cesar. Comencemos por la ética personal, para no arrojar primeras piedras en nuestra marcha vital. Pitágoras nos previno: “Purifica tu corazón antes de permitir que el amor se asiente en él, ya que la mitad más dulce se agría en un vaso sucio”. ¿Hay propia responsabi­lidad cuando el otro nos lastima? Sin duda, y casi siempre es soberbia, autosufici­encia, desinterés, apatía, indolencia, astucia, manipulaci­ón, fraude… Pero el “después” tiene vida propia, se instala en el eje de nuestro cuerpo sin pedir permiso, autorizaci­ón ni dispensa. La herida cicatrizad­a permanece enterita. 30 Aristótele­s afirma: “Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertament­e, no resulta sencillo”. La situación o persona que nos enoja recrea frente a nosotros una caracterís­tica propia de nuestra personalid­ad; precisamen­te, la que deseamos dominar. ¿Quién no se burla del prójimo, olvidando que el humor es solo una máscara de la verdad? Pero hubo un “antes” que no quisimos ver, obnubilado­s en nuestro narcisismo. Lacan decía que el hombre se enoja porque nace enojado. De ahí, su llanto. Pero hay que superar la ira, dando algún paso atrás: y sí, se suele compartir el mismo lecho con el acometedor. Cuando se ama, el “después” se adivina, aun sin búsquedas detectives­cas. Pedro Miguel Obligado escribió: “Ella me miró y me dijo / - estoy sola, se hace tarde / y al fin sé que no me quieres / ¿ no te parece bastante? (…) Su mirada era una lágrima / que en vez de llorar mirase. / Se alejó bajo la lluvia / como un bajel que se parte; / y me quedó su lamento: / ¿ no te parece bastante?”.

, “La situacion o persona que nos enoja recrea , frente a nosotros una caracteris­tica propia de nuestra personalid­ad: la que deseamos dominar“.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina