La Ruta del Vino, en Tucumán, es otro imán para los turistas
El trayecto arranca en Tafí del Valle y se extiende hasta Tolombón, en el límite con Salta, atravesando Los Zazos, Amaicha del Valle, Colalao del Valle y El Pichao, zonas llenas de bellezas.
La Ruta del Vino es uno de los principales atractivos turísticos de la provincia de Tucumán.
Simplemente, porque a lo largo de 100 kilómetros permite conocer una de las zonas vitivinícolas de mayor altura del mundo y sentir la naturaleza, la historia cultural, el legado colonial y la herencia indígena de las poblaciones que habitaron esa zona central de los Valles Calchaquíes.
Los vinos tucumanos se caracterizan por estar elaborados a partir de uvas cultivadas con alta exposición al sol, con climas fríos en invierno y calurosos y secos en verano, y en una de las zonas vitivinícolas de mayor altura del mundo.
El titular del Ente Autárquico Tucumán Turismo (EATT), Sebastián Giobellina, señaló que el vino obtenido es de alta calidad, muy concentrado y con buen aporte de alcohol, por lo cual compite con los mejores del mundo.
Los varietales que se producen en la Ruta del Vino tucumana son el Torrontés, el Malbec, el Cabernet Sauvignon, el Bonarda, el Syrah y Tannat, que en esta zona encuentran un suelo franco, permeable, limpio, profundo y con vientos permanentes de norte a sur.
"Estos valles están bordeados por viñedos y bodegas, tanto pequeñas como familiares, y también por emprendimientos hoteleros que conjugan el turismo con la enología, conformando una ruta temática en desarrollo y con un potencial sin techo", subrayó Giobellina.
La primera parada de esta ruta es la bodega comunitaria Las Amaichas, que demandó una inversión de 10 millones de pesos por parte del gobierno tucumano y que es una gran fortaleza de piedra emplazada a 2.300 metros de altura, en medio de un paisaje donde el sol está presente casi todo el año.
El establecimiento, reconocido por ser el tercero perteneciente a una comunidad originaria a nivel mundial, es un emprendimiento colectivo de la comunidad indígena de Amaicha del Valle que, según Eduardo Lalo Nieva, comisionado de esa comuna es único porque conjuga la economía social y la solidaridad en su estado más puro.
"Nuestro vino se llama Su- mak Kawsay, que significa "el buen vivir", y se elabora a partir del autodesarrollo en equilibrio con la Madre Tierra, no tan sólo a nivel material sino fundamentalmente a nivel espiritual, dice Nieva.
El segundo punto de interés en este recorrido es la Albarossa, un emprendimiento de enoturismo que comprende una bodega y un establecimiento hotelero boutique con nueve habitaciones y una gran piscina.
Los turistas que llegan a la finca se alojan en una casa de dos pisos pisos que cuenta con un cálido salón de estar y que se caracteriza por su hospitalidad.
Giacomo Spaini, su dueño, indicó que "aquí hay una perfecta combinación entre producción de vino y descanso" y acotó que los vinos que allí se ofrecen tiene muy buena aceptación.