Georgina vuelve a las tablas y protagoniza un musical de Pepe Cibrián
GEORGINA BARBAROSSA REGRESA A LOS ESCENARIOS PARA PROTAGONIZAR LORD, EL MUSICAL, JUNTO A SU AMIGO DE TODA LA VIDA, PEPE CIBRIÁN CAMPOY. CHARLA ÍNTIMA CON UNA DE LAS ACTRICES MÁS QUERIDAS DEL ESPECTÁCULO NACIONAL.
En 1982, mil doscientos postulantes se presentaban para audicionar en De aquí no me voy, el nuevo musical de Pepe Cibrián Campoy. Una fue Georgina Barbarossa, quien, con 28 años de edad, no solo fue elegida gracias a su talento, sino también debido a una confrontación que tuvo con el
mismísimo director. “Debuté con Pepe en el teatro Tabarís, pero comenzamos peleándonos. Durante las pruebas, él hostigaba a una actriz para hacerla reaccionar, pero era tan insoportable que me cansé y lo enfrenté gritándole: ‘¡Bueno, basta!’. Pepe preguntó quién era yo y por qué le hablaba así… Al final, me seleccionó, y, desde hace más de treinta años, estamos unidos mucho más allá del trabajo: tenemos una relación de madre, padre, hijo y hermano. Por eso, ahora siento la responsabilidad de no fallarle a la persona que me descubrió”, afirma la apasionada y queridísima actriz. Esta temporada, Pepe volvió a pensar en ella para que protagonizara Lord, el musical, una superproducción que, además, lo tiene a él como figura principal masculina y dramaturgo. “Con Pepe tengo un vínculo como el que tuve con mi marido: somos apasionados y discutimos siempre, defendemos nuestra opinión”, define Georgina entre bambalinas, en el porteño teatro Astral, donde tiene funciones de miércoles a domingos.
–¿Discutir con Pepe da buenos resultados?
–¡Sí, aunque hay gente que también logra buenos resultados siendo más tranquila! Yo soy muy temperamental y, a veces, no elijo la mejor forma de expresarme, pero eso no quita el amor que siento por la vida y la responsabilidad que tengo por el teatro. Eso es lo que me unió a Pepe, un profesional que marca escuela.
–¿Cómo surgió esta posibilidad de reencontrarse?
–Pepe siempre me manda sus obras, pero nunca nos ponemos de acuerdo, sobre todo por los tiempos, así que él se pone celoso y me reclama que nunca trabajamos juntos. Sin embargo, cuando leí “Lord…” quedé conmovida, fascinada… Acepté sin dudarlo. Después me dio la sorpresa de que yo interpretaría a Lady Parka –la muerte– y a Matilde, la esposa de Lord. En el fondo, es un homenaje que él le hace a su mamá, Ana María Campoy, mi madre postiza del alma. Me acuerdo que daba mis primeros pasos en el teatro, y un día apareció ella con su tono español y me enseñó a pintarme bien los ojos. “¡Mucho negro, mucho negro!”, me decía. La Campoy me ayudó con el maquillaje, y Aída Luz con las pestañas postizas.
–¿Te identifican tus personajes?
–Sí, las dos. Matilde es una española que llega para decirle a su hijo que la vida pasa por otro lado, que tiene que apro-
vechar el tiempo que le queda. Estoy utilizando un mantón de Manila que era de la Campoy, así que me siento muy abrazada por ella. Por otro lado, Lady Parka es muy alegre, muy profunda en su pensamiento, y tiene una forma muy divertida de exorcizar a la muerte.
–La obra habla de los cambios, del paso del tiempo. ¿Cómo te llevás vos con eso?
–Bien, me llevo bien. No le temo a la muerte, aunque sí a las enfermedades. Tampoco le tengo miedo a la edad: cumplí 62, pero no lo escondo ni me saco años. Prefiero que me digan “¡Qué bien que estás!”, antes que fingir lo que no tengo y que piensen que soy una ridícula. Eso sí: aunque las arruguitas sean un bajón, ¡en mi mente siento que tengo veintisiete años! (risas).
–¿Sos muy coqueta?
–Me gusta estar bien, me cuido, no fumo, como sanísimo. Más allá de la belleza, lo que quiero es poder pasar más tiempo con mis hijos. Pero tiempo del bueno: ¡comer juntos, viajar, disfrutar! Justamente, la obra trata sobre el buen morir, pero también sobre el buen vivir. Y yo quiero vivir bien. ¿Morir? Ya tengo bien claro que será cuando sea viejita, actuando en el escenario o en la huerta que tengo en Córdoba, en verano y entre los tomates.
Gen humorístico
Como una charla entre amigas, los temas van y vienen. Georgina comparte vivencias familiares, anécdotas cotidianas y recuerdos atesorados a lo largo de más de treinta años de profesión. Todo lo narra con entusiasmo, hasta los accidentes domésticos. “Hace poco me caí en casa, me golpeé en las rodillas, y lo primero que pensé fue en las funciones… ¿Una persona normal piensa primero en el trabajo antes que en su salud?”, pregunta en voz alta al aire.
–Con tanta trayectoria sobre tus espaldas, ¿te seguís poniendo nerviosa previo al estreno de una obra?
–Sí, no lo puedo evitar. El teatro es mi gran amante. Cada noche, antes de salir a escena, invoco a mi marido y a mi papá, para que me protejan y me manden luz y energía. También a Niní Marshall, a la Campoy, y a Aída y Jorge Luz. Siempre los “llamo” para que me iluminen. Ellos fueron los referentes de toda mi vida. Yo quería ser una mezcla de Niní Marshall con Norma Aleandro.
–Tu fuerte es la comedia. ¿De alguna manera elegiste orientar tu carrera hacia este género?
–No, fue algo que sucedió naturalmente. Estudié con Lito Cruz y con diferentes profesores de teatro, donde hacía escenas supertrágicas y dramáticas. Sin embargo, siempre les agregaba algo de humor. Es que yo le pongo humor a todo. Hice cosas serias, muy bellas y de muy buena calidad, pero la misma gente me pide que la haga reír. Cuando arranqué en la profesión, no había actrices de mi edad que se dedicaran al humor. Es que no es fácil. Es un gen de familia: mi padre era alegre, extrovertido y vehemente. Disfrutaba y se enojaba, siempre al extremo.
–¿Sos como tu papá?
–Sí, me pasa exactamente lo mismo. Lo que me da alegría, me pone profundamente feliz, y lo que no, me ofusca y no hay forma de que pueda aparentarlo. ¡A veces pongo unas caras! De chica lo disimulaba un poco más, pero a esta altura del partido ya no es necesario.
–¿Qué querés para vos hoy?
–Tiempo para disfrutar mucho más de todo. Siempre estoy corriendo, sin relajarme, hasta que me pregunto: “¿Por qué
tanto? ¿Es necesario?”. Mi hermano me visitó con su familia en Navidad, y fue tan linda la escena familiar que me llena de placer poder vivir esos momentos.
–Tus hijos ya tienen 29 años. ¿Te gustaría ser abuela?
–No, todavía no. ¿Por qué? Porque me gustaría que ellos pudieran viajar y disfrutar más de la vida. Juan toca en
Olímpica, una banda a la que le está yendo muy bien, con la que va a grabar un disco nuevo. Y Tomás se va con su novia al Japón. No hay que quedarse con asignaturas pendientes antes de formar una familia.
–¿A vos te quedó alguna?
–Yo tuve a mis hijos casi a los 33 años, pero antes hice de todo, disfruté cada cosa que hice y viajé muchísimo. Obvio
que siempre hay lugares nuevos para conocer, pero ahora esos lugares los quiero conocer con ellos.
Teatro, TV y tecnología
En los camarines del Astral, Georgina se rodea de fotos familiares, ordena cada detalle y reniega por el polvo. El teatro es su esencia, aunque la televisión la hizo conocida y popular
(brilló en Alta comedia, Matrimonios y algo más, Son amores, Hechizada, Ciega a Citas, Dulce amor, Viudas e hijos del rock & roll). Ella lo sabe y lo agradece: “El año pasado, durante una gira de teatro, viajé hasta Purmamarca, en Jujuy. En la ruta había una nena vendiendo artesanías con su mamá, y me reconoció… La televisión es milagrosa: gracias a ella te ven en todos lados y, como recompensa, recibís el amor del público”.
–¿Qué opinás de la televisión argentina?
–Me gustaría que haya más industria nacional. Las novelas extranjeras son muy buenas, pero nosotros tenemos artistas, directores y técnicos increíbles. En el teatro comercial y en el under pasa lo mismo: abundan excelentes propuestas, con artistas jóvenes muy talentosos. La nueva generación se prepara para todo: canta, baila, actúa y toca instrumentos.
–Cada vez se necesitan más atributos para destacarse…
–Pasa en todas las profesiones: es necesario ir teniendo más armas. Por eso, cuanto más te prepares y estudies, más rico será tu personaje. Ya nadie puede quedarse estancado. De cualquier forma, me sorprende cómo evoluciona todo, incluso los niños, que manejan la tecnología a la perfección.
–¿Vos cómo te llevás con la tecnología?
–Bien, soy bastante cibernética. Lo que más uso es Twitter, porque me parece ideal esa síntesis para expresar lo que me pasa. A Facebook no lo manejo tanto, e Instagram me gusta, pero es muy buchón. ¡No sé si tengo ganas de mostrar todos los momentos de mi vida! (risas).
–Muchos artistas comparten su privacidad a través de las redes y después se quejan de los comentarios de la gente.
–A mí siempre me escriben cosas lindas, pero si hay algo malo, no me engancho mucho. Tenemos que aprender a ser un poco más respetuosos y estar más unidos.
–Un mensaje muy positivo, como el que deja “Lord…”
–La vida es una sola. Matilde, mi personaje, dice: “¿Sabes cuántos años tienes? Los que te quedan por vivir, porque el resto ya no los tienes más”. ¡Así que a disfrutar!
Por: Carmen Ochoa. Fotos: Luis Miño. Agradecimientos: Dra. Chugri y @fullextensiones Maquillaje: Susana Rabello. Zapatos: Luz Príncipe Indumentaria: Adriana Costantini, Javier Luna y Dana Duarte. Bijouterie: Pepe Cibrian Campoy.