Calores de la Bahía
Hace 97 años, en enero de 1930, se registró una de las jornadas más calurosas de la historia bahiense, llegando a medirse 40,8 ºC a la sombra.
“Ayer, la atmósfera, era achicharrante”, resumió un vecino a este diario, dando cuenta de una jornada “de horno caldeado al blanco”.
“Si el sol quemaba la tierra, el aire quemaba el rostro, dañaba la vista y provocaba un estado de asfixia inaguantable”, comentó este diario, que buscó un acabado uso del vocabulario, tratando de describir lo ocurrido: “Era un vaho de fuego el que invadía todo, que convertía en esponjas exitantes (sic) a los transeúntes y en el interior de las casas hacía caer todos los velos...”.
A las 17, la lluvia intentó poner freno a ese infierno, aunque esas “primeras goteras mezcladas con saltarines granizos” apenas se marcaban en los pisos, “vaporizadas por el vaho de fuego”. Más tarde, cayó una segunda lluvia, que refrescó el exterior, aunque “el interior de las habitaciones continuaba asfixiante”.
“En esta ciudad sin bosques y aguas que la defiendan de la acción canicular, hemos vivido ayer un día fuertemente antipático”, resumió el cronista.
Claro que Bahía sabe de otras jornadas bochornosas. Por caso, la del 25 de diciembre de 1908, cuando la temperatura orilló los ¡52 ºC!.
“El sol caldea el pavimento, la atmósfera se pone como boca de horno y los gordos y cortos de pescuezo sienten fiebre en la cabeza”, describió un paseante.
Un poco más atrás en el tiempo, enero de 1882, fue tanto el calor que el periodista Lucas Abad aseguró que “los gatos comenzaron a morirse”, mientras Felipe Caronti anunciaba que “de continuar así, peligra la existencia de todos los bahienses”.
Sudar la gota gorda en la Bahía estival, una suerte de todos los tiempos.