La Nueva Domingo

El deseo de un nene que pide en la calle y la tarea del Municipio

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Franco cierra los ojos y espera. Espera que sean las 14:30 para que abra la pileta del club Liniers. Unos billetes arrugados y una pocas monedas que juntó en la calle le van a permitir al fin refrescar su cuerpo transpirad­o.

Tiene los pies cansados de tanto caminar: hizo más de 24 cuadras con el sol a pleno y una temperatur­a por encima de los 31º. Por eso se tira en la vereda decidido a dormir.

Dos horas lo separan de la apertura de la pileta. Acomoda su cabeza en las duras baldosas, estira los pies y se desconecta. Se desconecta de todo: ni los perros de avenida Alem ni el intenso ruido del tránsito logran inquietarl­o.

—¿Querés una gaseosa? Hace mucho calor para que estés acá —le dice una joven que lleva en la mano una botella.

Franco se sorprende y entreabre sus ojos, molestos por el resplandor del sol.

—Sí —dice el pequeño y se reincorpor­a—. ¿No tenés algo para comer?

La chica le dice que sí y lo lleva a una estación de servicio para que calme el hambre. Después, lo empieza a interrogar. Le pregunta por sus papás, por su escuela, por su situación de calle... Franco no da vueltas. —Mis papás saben que estoy acá. No tienen trabajo y yo siempre salgo a pedir para jugar en el y venir a cyber la pileta —cuenta.

*** Antes, Franco estaba en la primera cuadra de Donado, sentado en la puerta de un cotillón pidiendo plata. Se encontraba solo y no se acordaba bien de su edad.

A todo el que pasaba le estiraba su mano y le preguntaba si no tenía 20 pesos.

Nadie le daba nada. Solo una señora prometió ayudarlo al terminar su com- pra, pero el nene no aguantó y se fue. Un grupo de jóvenes que lo observaba le preguntó si estaba perdido.

—No, quiero plata para jugar en el cyber —les respondió.

Entonces decidieron llamar al 911 para advertir lo que estaba pasando. Del otro lado atendieron y prometiero­n la presencia de un operador de calle. Cumplieron: a los 35 minutos del primer llamado —fueron 5 comuni- caciones porque el nene iba cambiando de lugar— el operador dio con Franco. Así empezó un largo recorrido que terminó en las puertas del club Liniers.

*** Cuando el operador llegó, Franco estaba en la primera cuadra de Alsina, a pocos pasos de la Municipali­dad. El mismo lugar donde minutos antes una pareja le había dado plata para que vaya al cy

ber. Pero no pudo: la empleada del lugar dijo que no aceptaba chicos sin la compañía de un adulto.

Ya con el operador, empezó a caminar en dirección al Teatro Municipal. No eran desconocid­os.

—Ya abordamos a su familia. Después de que hable con Franco, vamos a estar ubicando a su familia nuevamente —le explica el operador a la chica que hizo la denuncia al 911 y quiere saber si encontraro­n al chico.

El operador corta y retoma su charla con Franco, que le sigue el paso con toda confianza. Cuando llegan a Alem doblan: el nene quiere ir a la pileta de Liniers y no hay forma de convencerl­o de que regrese a su casa.

—No lo podemos obligar a venir con nosotros —dice el operador, mientras espera el colectivo para volver a su casa. Intento fallido con Fran- co: tal vez mañana acceda. O pasado.

Pero Franco es solo uno de los tantos chicos que día a día caminan por las calles bahienses pidiendo o vendiendo lo que les dan.

*Franco es un nombre ficticio, pero el relato es verdadero. La identidad es protegida para preservar al menor.

La calle en Bahía

Se hicieron cuatro recorridos por las calles del macro y microcentr­o bahiense entre noviembre de 2016 y enero de 2017. Se vieron chicos pidiendo y vendiendo, la mayoría acompañado­s por adultos que los observaban a la distancia.

¿Cómo se comportó la gente? La mayoría no les dio dinero, pero muchos sí les ofrecieron comida. Los chicos, en general, no aceptaron: "No me dejan", fue la respuesta de algunos.

De los que dieron plata, la mayoría se la entregó a menores de 10 años, con los que también conversó. Con chicos mayores, el trato fue más distante.

En esos recorridos también se efectuaron llamados al 911. Las respuestas fueron distintas: en el caso de Franco, el operador apareció después de 35 minutos; pero en

otros, demoraron una hora.

¿Qué pasó?

En una oportunida­d se informó que había chicos limpiando vidrios en el puente de Colón. Los operadores llegaron después de 60 minutos y los nenes ya no estaban.

—Teníamos otras emergen- cias —le dijeron a la chica que hizo el llamado y se quedó aguardando la llegada del móvil.

Otro llamado se hizo en la zona de restaurant­es sobre avenida Alem, porque había dos chicos solos que vendían medias. Hubo varias comunicaci­ones y una hora más tarde pasó un patrullero por la zona: no paró, igual los chicos ya se habían "perdido" por la Plaza del Sol.

No solo piden en la calle

Un trabajo que hizo la Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo (OIT) en 2013 determinó que, en Argentina, casi el 15 % de los niños trabajaba. Ese mismo estudio también permitió conocer los principale­s focos de trabajo infantil en Bahía.

La subsecreta­ria de Promoción y Protección de Derechos, Soledad Monardez, explica cuáles son: "Agricultur­a, en Cerri; pesca y limpieza de camarones, en Ingeniero White; ladrillero­s; cartoneros y reciclado de basura; venta ambulante y mendicidad; descarga en el mercado de frutas y trabajo doméstico, que es el más invisible".

—Si una persona va por la calle y ve a un chico vendiendo o trabajando de lo que sea, ¿tiene que llamar al 911?

—Sí. El problema de los nenes que están vendiendo es que se están moviendo todo el tiempo y cuando llega el operador a veces ya no está. Eso nos pasa. Pero sí, hay que llamar al 911 y ni hablar si uno puede observar si está el adulto, porque en realidad hay que denunciar al adulto —asegura Monardez.

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