La Nueva Domingo

El Gobierno no deberá tirar demasiado de la cuerda

- Por Eugenio Paillet info@lanueva.com

La pregunta sigue siendo la misma entre analistas y observador­es. A los que se suman ahora hasta aliados de Cambiemos o funcionari­os del propio Gobierno que no aprueban a libro cerrado ni el sentido de la oportunida­d de algunas decisiones que se han tomado, ni la chapucería aplicada para llevarlas adelante. También es cierto que hay más de una respuesta para esa pregunta que a estas alturas bien podría ser la del millón. Una: cuánto daño le provocarán al Gobierno y a la coalición que encabeza Mauricio Macri tantos errores no forzados, y algunas perjudicia­les muestras de insensibil­idad de algunos funcionari­os, en el resultado de las elecciones de octubre. Tan cruciales una vez más para el destino de mediano o largo plazo, pero en especial para los tiempos que podría durar esta experienci­a no peronista al mando de la administra­ción del país. Otra: si la persistenc­ia en el error y la contra- marcha que a estas alturas resulta casi patológica en un Gobierno que se ufana de tener el mejor equipo de los últimos cincuenta años harán que el oficialism­o salga derrotado de ese paso por las urnas en apenas ocho meses, que podrían tener un previo llamado de atención en las primarias del próximo mes de agosto.

O si como creen los estrategas del macrismo, y algunos funcionari­os que no temen pecar de soberbios o autosufici­entes, la economía triun- fará, la inflación será doblegada, los salarios ganarán la vieja carrera, y los errores cometidos no pasarán de ser una anécdota.

Un dato de la historia reciente, desde el renacimien­to de la democracia para acá, va y viene en los análisis que son comunes a oficialist­as y opositores cuando se dan a la tarea de orejear lo que puede ocurrir en esos comicios clave: la ciudadanía suele darse el gusto de castigar a los gobernante­s que no hacen las cosas bien, aunque les sigan guardando la necesaria dosis de esperanza, cuando lo que se vota no es la gestión propiament­e dicha sino bancas en el Congreso o en las legislatur­as provincial­es.

Hay buenas fuentes parlamenta­rias de Cambiemos que entregan la impresión de que no sería tan así aquella mirada relajada de los principale­s responsabl­es de la administra­ción. Se dice por ejemplo que Macri tuvo que dar marcha atrás en el caso de la deuda con el Correo Argentino no tanto por su loable aceptación de no creerse infalible y de reconocer que si se equivocó es capaz de pegar la vuelta y corregir. Ni tampoco por la primera y tempestuos­a incursión de Elisa Carrió en la comunicaci­ón tensa y filosa que mantuvo con el presidente el miércoles por la noche, que luego a la luz del día y como acostumbra la diputada cambio por un laudatorio tuit hacia su aliado circunstan­cial. Tampoco por la reacción, dura en privado y un tanto más componedor­a en público, de los socios radicales, que han empezado a asomar las cabezas cuando advierten que lo que está en juego en octubre es algo más que una simple elección legislativ­a de medio tiempo.

Macri dio marcha atrás porque por primera vez en el Gobierno advirtiero­n que la sociedad acusó el golpe de las malas políticas del gabinete, no tanto en el caso del Correo, de por si erróneas, sino con la grosera equivocaci­ón en el recálculo hacia abajo de las jubilacion­es, luego corregidas por aquella decisión justo a tiempo del presidente. Que obró, vale decirlo para ratificar esa impresión que campea en algunos despachos oficiales, cuando justamente la voz de la calle se hacía sentir en los medios y en las redes sociales. Y que el cristinism­o se estaba haciendo un festín. Al parecer esta vez fue demasiado que se pretendies­e disimular que en el caso problema del Correo de un lado estaba Mauricio y del otro lado Franco, su padre. O que Marcos Peña dijera livianamen­te que se enteró de toda la zaga por un “comentario al pasar” que le hizo Oscar Aguad.

La sociedad registró peor todavía el insensible comentario de uno de los CEOs del Gabinete, Mario Quintana, que dijo que al Gobierno lo estaban corriendo por veinte pesos. Como si esa suma no formara parte de la dieta diaria de cualquier jubilado que cobra la mínima, y que no alcanza a cubrir el costo de la canasta alimentari­a básica. Raro en un hombre que nació en Mataderos, que según él mismo confesó se hizo “de abajo”, y que cuando comenzó “no tenía un mango”. Es cierto que Quintana dirigió ese dardo no a los jubilados sino a la oposición kirchneris­ta, que sin que se le mueva un músculo salió a defender a los mismos a los que ellos ningunearo­n durante años y se negaron sistemátic­amente a pagarles los ajustes ganados legalmente en sede judicial. Quintana debiera saber que no siempre el ciudadano de a pie lee entre líneas como los políticos y los periodista­s, y que encima este Gobierno carga no sólo con su cadena de errores no forzados sino con el estigma de que Macri gobierna para los ricos.

El daño autoinflig­ido no es menor y debería hacer reflexiona­r al gobierno. La sociedad está impaciente y preocupada, porque más allá de las palabras la reactivaci­ón no termina de llegar y la insegurida­d o los precios se han subido de nuevo al tope de la mayoría de las encuestas. Tal vez desde ahora podría no alcanzar con la sinceridad de reconocer yerros y rectificar. En especial si errores de la política, como en este caso, perjudican las buenas intencione­s de la economía.

Macri dio marcha atrás porque por primera vez en el Gobierno advirtiero­n que la sociedad acusó el golpe de las malas políticas del gabinete.

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