Evolución y vida de O'Higgins: la Gran Vía del Sur Argentino
Ese sobrenombre adoptó en los años '50 una de las principales calles céntricas de Bahía Blanca, debido a su desarrollo comercial y la estética que imponían las luces de los letreros.
"Pero lo que quería advertirte era otra cosa: que todas las Berenices futuras están ya presentes en este instante, envueltas una dentro de la otra, comprimidas, apretadas, inextricables". Italo Calvino, "Las ciudades invisibles"
*** Fue en la década del 50 que O'Higgins --sus dos primeras cuadras-- fue bautizada con el pomposo nombre de "La Gran Vía del Sur Argentino", en virtud de su desarrollo comercial y la estética distintiva que imponían las luces de neón de los letreros fabricados por la firma Amaducci.
La historia asegura que a finales del siglo XIX "el centro" de la ciudad giraba en torno de Rodríguez y Zelarrayán, donde operaban una casa de comercio, confitería, almacén y billares.
Pero en 1885, José Lamberti, su propietario, mudó el negocio "al otro lado de la plaza", a la estratégica esquina de O'Higgins y Chiclana. Allí estableció el Hotel de Londres, que se convertiría en punto clave del movimiento social.
En 1899, el comedor del establecimiento, plagado de espejos, tinajones con plantas y luces a gas acetileno, "no tenía nada que envidiar al Café de París".
En ese lugar tenían sus mesas los políticos, artistas, industriales y lo más marca- do de la sociedad local. Ahí estaba el centro.
Calma chicha
La foto evocativa, la más vieja, es de mediados de los 70. Se impone la figura del edificio Taberner (1954-59), con su diseño escalonado y el mirador en su azotea. A la izquierda, O'Higgins y Saavedra, asoma el edificio-barco --de diseño art déco-- cuya planta baja ocupara por más de 40 años la tienda El Siglo (se observa el cartel) que ya había dejado su lugar a nuevos comercios.
Sobre la misma cuadra, antes de llegar a Brown, se observan los negocios de Casa Tía y Arte Moderno. Enfrente, la farmacia Carabelli, propiedad de Aquiles Carabelli, y una sucesión de edificaciones condenadas a desaparecer a partir de la construcción del nuevo Mercado Municipal.
La cartelería también permite advertir comercios tradicionales: Librería Obiol, Casa Muñoz, Escasany, Pinturería de París (de P. y L. Forgue), La Capital y Modart.
A pesar del estaciona- miento libre, unos pocos vehículos ocupan la calzada. Un Renault Gordini, un Valiant y una Citroneta. Uno puede pensar que la imagen fue tomada una tarde de verano, a la hora de la siesta, donde la ciudad luce sin complejos su perfil pueblerino.
El presente
O'Higgins no ha resignado su protagonismo. Con otra estética, un cambio completo de sus tradicionales negocios y, en la primera de sus cuadras, el ensanche de sus veredas y una renovación de su equipamiento urbano.
Estas mejoras fueron parte de la decisión municipal de peatonalizar algunas calles y también se relacionan con la aparición, a principios de los 90, de los shoppings, competencia de peso que obligó a pensar en potenciar el centro .
Nada queda de aquella inolvidable cartelería y han sido demolidos algunos palacetes que daban un toque de distinción a la calle, en algunos casos reemplazados por playas de estacionamientos de muy pobre estética.
La imagen actual permite advertir el mismo edificio art déco a la izquierda, mientras que, a su derecha, se levanta un edificio en construcción, cuya estructura estuvo detenida durante décadas.
Curiosamente la esquina repite un cartel de "se vende". El resto de las edificaciones de esa cuadra ha desaparecido para dar lugar a la plaza Lavalle.
Los coches estacionados no dejan resquicio alguno, el alumbrado ha sido reemplazada por un columna con brazo y en ella aparece una cámara de seguridad, signo de los nuevos tiempos.
La toma es de un día de semana de febrero. La Perla del Sur, la ciudad de los siete puertos, soporta, estoica, el mismo severo calor del verano.
Algunos elementos persisten. Por ejemplo, el edificio Taberner, construido hace más de medio siglo en la esquina con Brown. Pero no es el único detalle.