código para sanar
LA BIODESCODIFICACIÓN Y LA BIONEUROEMOCIÓN APUNTAN A DESCIFRAR EL ORIGEN DE LO QUE NOS SUCEDE. DOS TERAPIAS DE VANGUARDIA QUE REDIRECCIONAN AL CUERPO Y A LA MENTE.
Uno suele pensar que se sufre con el alma. Alguien un poco más sesudo dirá que no, que se sufre con la mente. Lo que nadie tiende a creer es que lo hacemos con el cuerpo: precisamente, eso es lo que la ciencia nos está tratando de gritar a voces en los últimos años. Las malas emociones nos enferman y sí, debemos empezar a ocuparnos de ellas. “De acuerdo con la emoción que estemos atravesando, nuestro cuerpo hace responder a un órgano determinado. El cambio de su función original logra que nos sintamos menos amenazados. ¿Qué significa eso? Que nos adaptamos a lo que nos sucede desde un cambio biológico que puede transformarse en un síntoma o enfermedad –introduce la licenciada en psicología María Silvina Fernández Toribio, especialista en psicoterapias breves. Y prosigue–: Cada patología está codificada por una emoción que la desencadena. Absolutamente todo lo que existe en la naturaleza responde a un código o a un programa. Y
nosotros, como parte de ella, también”. En ese escenario crece la semilla de la biodescodificación, un nuevo abordaje que pica en punta en la actualidad, y cuyo objetivo es comprender cómo estamos codificados y trabajar para de
sarticular las amarras del pasado. “La biodescodificación orienta a la persona con técnicas específicas para hacer consciente lo inconsciente, restableciendo la salud física y psíquica. Primero se debe identificar la emoción oculta que desencadena el síntoma, para así liberarla. Resignificar las vivencias que nos hicieron daño hace que podamos desprendernos de las emociones disfuncionales”, asevera Fernández Toribio. El español Enric Corbera es una eminencia en la materia hace casi treinta años. Siempre influenciado por científicos vinculados a la epigenética, la medicina, la psicología y la física cuántica, unificó teorías probadas que lo condujeron a la bioneuroemoción, una versión renovada de la biodescodificación. “Surgió como un método de consulta humanista y como una filosofía de vida. A diferencia de la biodescodifi- cación, esta es multifactorial: abarca todos los ámbitos de la persona. Da certeras respuestas a problemas físicos, pero también a las dificultades interpersonales
y sociales”, afirma Corbera. La forma de llevar adelante esta práctica es a través de un acompañante que ayudará al paciente a asimilar el hecho de que cada una de las situaciones que experimenta no son fruto de la casualidad ni de la mala suerte, sino que así se expresa la información que lleva
dentro. “Su rol es escoltar desde una perspectiva que entiende que todo lo que acontece está relacionado de manera directa con las proyecciones inconscientes. Lo más importante ya no es la biología, sino el ambiente emocional. Cada uno vive en función de lo que percibe y esto siempre puede alterarse. Por ejemplo, se hicieron experimentos con gemelos idénticos y, después de cincuenta años, sus expresiones génicas eran muy distintas. Aquí, una de las claves: modificar el ambiente emocional mediante el cambio de conciencia”, completa Corbera.
En su libro El arte de desaprender. La esencia de la bioneuroemoción, Corbera pone el foco en redibujar los códigos que digitan nuestra vida, como una suerte de reset en el que podemos volver a elegir quiénes queremos ser. “El objetivo final de la bioneuroemoción es aprender a observar sin juicio, como una tábula rasa, y permitirnos poner en duda todo nuestro viejo sistema de creencias”, remarca.
Bien de familia
Otro de los enfoques de estas terapias se basa en revisar el mapa familiar y llegar a descubrir dolencias de larga data. Aunque parezca mentira, en nuestra genética emocional podemos conservar frustraciones o dolores de aquellos que tal vez no tuvimos ni contacto. “La epigenética conductual demuestra que la información se transmite entre generaciones. Sin embargo,
aunque todos llevemos la carga de nuestro inconsciente familiar, cada uno desarrolla ciertos aspectos de este. No olvidemos que la energía ni se crea ni se destruye: se transforma. Una enfermedad, las relaciones o una vocación necesitan un ambiente para manifestarse. Y esto no se refiere en exclusiva a lo que pasa en el exterior, sino al ambiente emocional”, desliza Corbera. Por otro lado, Fernández Toribio explica que mucha de la información con la que el organismo se expresa a diario fue codificada, incluso, antes del nacimiento. “En el período gestacional, el bebé está ciento por ciento unido a su madre. A esto se lo llama simbiosis de primer orden. Como el bebé aún no puede diferenciar su ‘yo’, vive como pro-
pios los estados emocionales de su madre. La predisposición a muchas enfermedades se codifican en esta etapa y la fuerza del inconsciente puede hacernos desarrollarlas en la adultez”, sostiene la experta, oriunda de Río Negro. A esa primera codificación, conocida como “Proyecto sentido”, le siguen el “Factor biográfico” y el “Factor argu
mental”. “El biográfico hace referencia a todas las vivencias propias del individuo. El argumental, a las experiencias transgeneracionales; es decir, a los modelos de conducta, creencias, miedos o historias que acarreamos de generaciones pasadas”, detalla Fernández Toribio, a la vez que asegura que la biodescodificación genera una limpieza energética que abarca a los tres aspectos, y permite redibujar todo aquello que fue legado, que absorbimos en el vientre materno o que atravesamos por cuenta propia. “Sanarnos es un acto de amor. Comprender que repetimos situaciones de vida familiares sin sentido nos hará romper con viejas cadenas. Muchas veces, esas raíces nos limitan la posibilidad de ser felices”, sentencia.
La hora de la verdad
Para poner en práctica una descodificación biológica, el primer paso es acercarse a un especialista calificado. “Durante la consulta, indagamos en los escenarios donde se produce el estrés: buscamos la historia que hay detrás del relato del paciente”, especifica Corbera. Fernández Toribio coincide y acota:
“El trabajo consiste en disminuir la carga emocional del recuerdo que desencadena los síntomas. Eso se logra modificando creencias desactualizadas con ejercicios de imaginería, programación neurolingüística, hipnosis y otras técnicas. El tiempo del tratamiento depende mucho de la predisposición de cada individuo para liberar viejas memorias”. Por su parte, Corbera hace hincapié en lo crucial que es mantener la mente abierta para lograr cambios: “El paciente es el que tiene que encontrar la solución y sentirla, una vez que tome conciencia de cómo se manifiesta la información que lleva en su inconsciente”. Los resultados pueden notarse desde las sesiones iniciales, transformando la forma de analizar el devenir diario. “Al generar un cambio de paradigma, tendemos a prevenir futuras enfermedades. Con estas visiones activamos una flexibilidad que fortalece y ayuda a vivenciar los conflictos sin magnificación afectiva”, subraya Fernández Toribio. Corbera concluye con una frase clara y
contundente: “La meta más importante es la libertad emocional. La idea es deshacerse de culpas y resentimientos. La persona debe estar predispuesta a soltar cualquier apego. Uno cambia su percepción al desprenderse del victimismo, haciéndose responsable de sus pensamientos, sentimientos y emociones”.
“Lo más importante ya no es la biología, sino el ambiente emocional. Uno vive en función de lo que percibe y esto puede alterarse”. Enric Corbera