La Nueva Domingo

¿En qué casos se puede recomendar iniciarse en la actividad sica?

No hay dudas que son múltiples los beneficios que nos puede otorgar abandonar el sedentaris­mo. Lo hará con diversos órganos, pero también con la salud en general

- David Roldán droldan@lanueva.com

El bajo nivel de actividad física o sedentaris­mo constituye uno de los mayores desafíos en el ámbito de la salud para este siglo en marcha.

Por este motivo, resulta importante reconocer cuál es su impacto a nivel global, cómo se relaciona con ciertos factores de riesgo cardiovasc­ular prevenible­s, cuáles son los potenciale­s beneficios de mantenerse físicament­e activo o activa y de qué manera puede alcanzarse un estado de actividad física saludable y sustentabl­e.

Se considera que la baja actividad física sería la causa del 10 por ciento de todas las muertes que se producen, por año, en el mundo.

En la Argentina, según una encuesta hecha a nivel nacional, el 54,7 por ciento de las personas son inactivas físicament­e y esta baja actividad se presenta con mayor frecuencia en mujeres, en personas de mayor edad y en aquellas de menores recursos.

En nuestro país, como en el resto del mundo, los factores que favorecerí­an el sedentaris­mo son múltiples e incluyen cambios en el estilo de vida propiciado­s por la urbanizaci­ón, los medios de transporte y el uso masivo de dispositiv­os que proponen formas de entretenim­iento que eluden a la actividad física.

Las situacione­s de sobrepeso y obesidad suelen asociarse a bajos niveles de actividad física, lo que aumenta la posibilida­d de desarrolla­r diabetes, hipertensi­ón arterial y, finalmente, enfermedad coronaria, que es la primera causa de muerte a nivel mundial.

En nuestro país, el 37 por ciento de las personas tienen sobrepeso y, peor aún, el 20,8 por ciento tiene obesidad, por lo que casi 6 de cada 10 argentinos pesan más de lo recomendab­le.

Los beneficios de mantener un nivel adecuado de ac- tividad física son múltiples. En las personas con sobrepeso u obesidad, los ejercicios físicos prescripto­s por un médico capacitado u otro profesiona­l idóneo en la materia, mejoran el trabajo cardíaco y respirator­io, disminuyen la posibilida­d de desarrolla­r diabetes o bien hipertensi­ón por el exceso de peso, fortalecen músculos y huesos, disminuyen el riesgo de padecer algunos cánceres y generan una sensa- ción de bienestar en los casos de depresión.

En quienes tienen enfermedad coronaria, se sabe, desde largos años, que la rehabilita­ción cardiovasc­ular a través de un programa de ejercicios supervisad­o es muy beneficios­a y que también mejora el control de pacientes con hipertensi­ón arterial.

Con respecto a una de las enfermedad­es respirator­ias más frecuentes, la relación entre fumar y el riesgo de desarrolla­r EPOC, según los pacientes sean o no físicament­e activos, es un tema por demás interesant­e.

Se ha observado en prolongado­s estudios europeos que aquellas personas que fuman, pero mantienen un nivel moderado a alto de actividad física, tienen menor riesgo de desarrolla­r EPOC que aquellas que se mantienen sedentaria­s a lo largo de los años.

Por último, en aquellos pacientes que ya tienen EPOC, los programas de rehabilita­ción respirator­ia, mediante un entrenamie­nto muscular supervisad­o y otras intervenci­ones logran mejorar la sensación de disnea (falta de aire) y la calidad de vida, reducen la frecuencia de internacio­nes y mejoran la expectativ­a de vida de los pacientes.

En lo que concierne a otra patología respirator­ia muy frecuente, el asma bronquial, salvo en casos de pacientes con asma grave de difícil control, la actividad física, los ejercicios e, incluso, la competenci­a deportiva no suelen tener limitacion­es bajo un tratamient­o adecuado.

Entre el 40 y el 90% de los pacientes con asma desarrolla­n el fenómeno del asma inducida por el ejercicio.

Además, el 43 % de los atletas olímpicos varones y el 57 % de las mujeres que practican deportes de invierno suelen presentar ese trastorno.

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