El recuerdo de Micaela permanecerá imborrable
A un año de su desaparición, Mónica Cid recordó a su hija. Alegre, cariñosa y compañera, así la describieron su mejor amiga y dos mujeres que la conocieron.
A un año de la desaparición y posterior asesinato de Micaela Ortega, al menos por un instante su madre Mónica Cid modera con sus recuerdos el inexplicable dolor que le provoca su muerte. La calificó como "una nena alegre, luchadora y cariñosa”, al igual que su mejor amiga y dos mujeres que la conocieron. Para ellas, Mica siempre estará presente en sus corazones.
“Era una nena muy alegre, muy feliz. Siempre fue tremenda. Tenía esas ideas locas como disfrazarse, imitar o pintarse. Ella era feliz, muy feliz. Tengo el recuerdo que era mimosa, de tocarte el pelo o tratar de darte el beso como sea, era pegajosa. Siempre decía que yo era igual a ella. No sé si lo hacíamos para llamar la atención o porque estábamos solas, pero continuamente nos molestábamos con cariño”.
Mónica Cid observa una de las tantas fotos de su hija Micaela Ortega esparcidas sobre la mesa y ese recuerdo, tierno y dulce, mitiga aunque sea solo por un instante el inexplicable dolor que le provoca su muerte.
Hace un año, “Mica” salió de su casa de Belisario Roldán al 2200 para no regresar. Cayó en la trampa de un desconocido que la engañó y asesinó.
Reunidas alrededor de una mesa, su madre, su mejor amiga y dos mujeres que la conocieron, encontraron la forma de recordarla y transmitir su esencia.
“Lo que más me duele es que si yo me hubiera tirado a morirme, como necesito, la muerte de `Mica´ queda como una más. Todos estos cambios que se están produciendo son gracias a ella, a que estoy de pie y a toda la gente que me sigue. Pero no es justo. Esto va a cambiar de alguna u otra manera. Micaela era una luchadora y pienso seguir sus pasos. Me enseñó hasta el mismo momento antes de su muerte. Se defendió hasta el final. Algo vamos a lograr”, asegura Mónica.
Mira una de las fotos y ase- gura que cuando estaban en casa “cada una en su mundo. Ella con la música muy alta y yo con ataques de viejazos para que la bajara y pudiéramos charlar. Estaba descubriendo un nuevo mundo y yo intentaba ser la madre compinche, aunque a la vez le marcaba ciertas cosas que no estaban bien. Peleábamos desde la mañana a la noche, por cómo se quería peinarse o por su manera de hablar, aunque entendí que era parte de su adolescencia”.
Ornella Salerno, que era su mejor amiga, dice que “era muy alegre y en la escuela es- taba siempre riéndose”.
“Nos acompañaba siempre en todo. Con ella fuimos a la escuela juntas desde primer grado, aunque nos hicimos amigas en sexto. De primero a quinto no nos llevábamos muy bien. Ella era muy bruta y como yo tenía problemas de artritis me daba miedo y me alejaba. Cuando crecimos un poco nos fuimos pareciendo más, en sexto nos hicimos amigas y después del viaje de egresados a Sierra de la Ventana fuimos mejores amigas”.
Guadalupe Albacete, madre de Ornella, explica que “Micaela era de abrazar, de besar o hacer upa, y por eso ella (por su hija) tenía miedo al principio. Ellas se juntaban muchas veces a hacer las tareas y casi siempre venía los viernes a comer un asado que hacía mi marido. Después los sábados nos turnábamos para llevarlas a comer hamburguesas”.
Mónica interrumpe y comenta que su hija “quería ser veterinaria o maestra de escuela especial. Tenía adoración por los animales y los niños con dificultades. Tenía un don para servir”.
Precisamente, Guadalupe recuerda que “cuando mi hija estaba operada y en sillas de ruedas, se peleaba por llevarla y era quien tenía siempre la voluntad de ayudar. Algo que era trágico lo convertía en alegría, porque además era de hacer bromas y tenía la capacidad de improvisar un chiste. Todo lo hacía con entusiasmo y era muy expresiva”.
A Ornella le vino a la mente el viaje de egresados en Sierra de la Ventana.
"Nos tocaron habitaciones separadas, pero estábamos todo el tiempo juntas. Cuando comenzamos primer año, los profesores nos retaban seguido porque hablábamos mucho y nos reíamos toda la clase”.
Silvia Mitoire, que pertenece al Club Danubio, explica que “Mica” llegó en 2010 a la entidad y que se destacaba por “su desparpajo y simpatía”.
“Siempre estaba con una sonrisa en la cara, saludaba a todas las mamás de patín con un beso. En su grupo se destacaba, era la más revoltosa, pero a la vez dulce y cariñosa”, finaliza.