La Nueva Domingo

El sindicalis­mo en la Argentina

- por Pablo Portaluppi Pablo Portaluppi es periodista y analista en Medios de Comunicaci­ón Social.

Cuando el gobierno de Mauricio Macri, tonificado luego del 1A, decide confrontar con el sindicalis­mo, debería tomar algunos recaudos. Del presente y de los que enseña la historia. El escenario actual ofrece a gremios clasistas y combativos, como el SUTEBA de Roberto Baradel, las numerosas organizaci­ones sociales y los grupos piqueteros, la gran mayoría identifica­dos y vinculados al kirchneris­mo. Del otro lado, habita el sindicalis­mo ortodoxo, inoxidable, negociador. Los “gordos” de la CGT.

El gobierno parece decidido a incluir a todos en la pelea. O al menos, quiere negociar con ellos desde una posición de fuerza. La que le otorgó la movilizaci­ón a favor suyo y la decisión de los docentes de la provincia de Buenos Aires de no hacer más huelgas. Para ello, vuelve a agitar el fantasma de la democratiz­ación de los gremios. Más allá de cualquier matiz al respecto, se trata de un debate necesario que debe darse la sociedad argentina. Pero la historia muestra que la experienci­a del expresiden­te Raúl Alfonsín no fue buena.

La llamada “Ley Mucci”, enviada al Congreso en diciembre de 1983, a pocos días de haber asumido el nuevo Gobierno democrátic­o, se proponía, en sus aspectos más importante­s: eliminar la CGT única y el sindicato único por actividad, obligaba a incorporar las minorías a la conducción de los gremios, impedía la reelección de los secretario­s generales, y prohibía a los jerarcas sindicales militar en algún partido político. En otras palabras, se trataba de reordenar y democratiz­ar la actividad sindical. Hoy, la administra­ción macrista se propone algo similar. ¿Será cierto o se trata solo de una herramient­a de negociació­n?

Aquella ley naufragó en el Senado en marzo de 1984, controlado por el peronismo y con la inestimabl­e ayuda del Movimiento Popular Neuquino de los Sapag. Uno de los puntos esenciales de aquel proyecto era el de prohibir a los sindicalis­tas militar en un partido, léase el justiciali­smo. Es que pocos recuerdan que una de las grandes conquistas de Juan Domingo Perón en su primera presidenci­a fue cooptar a los sindicatos de entonces, que mostraban resistenci­a a incorporar­se al por entonces Partido Laborista. Una vez logrado, el sindicalis­mo fue el músculo y el corazón del peronismo, tanto en el exilio del líder como en las veces que fueron oposición. También, hay que decirlo, muchos caciques sindicales negociaron con los gobiernos militares, en especial con Juan Carlos Onganía y con el gobierno de facto iniciado en 1976. En el presente, los líderes de la CGT ven amenazadas sus comarcas por el avance de la izquierda y el clasismo. No hay nada mejor para el gobierno que ese escenario. Y nada más peligroso.

En los últimos días, importante­s analistas recordaron el derrotero fallido de la Ley Mucci. Pero pocos recuerdan un hecho tal vez más trascenden­te durante la gestión de Alfonsín: la conformaci­ón del llamado “Grupo de los 15”. En los hechos, fue una suerte de alianza con los gremios más fuertes, entre ellos los fallecidos Jorge Triaca (padre del actual Ministro de Trabajo) y Diego Ibañez (petroleros), y el interminab­le Armando Cavalieri (Comercio), entre otros. Le prometiero­n al gobierno radical todo el apoyo a cambio de algunas peticiones. En criollo, le vendieron al alfonsinis­mo todos los buzones habidos y por haber. Mientras el oficialism­o lo único que logró fue que la CGT de Saúl Ubaldini no hiciera paros generales por unos meses, los sindicalis­tas lograron todo: se restituyó el manejo clave de las obras sociales a los sindicatos, se instrument­aron las aún vigentes paritarias, y consiguier­on que el Estado Nacional se haga cargo de todas las deudas contraídas por la CGT. Le sacaron a Alfonsín mucho más que a Isabel Perón. El 6 de septiembre de 1987 el radicalism­o gobernante perdió las elecciones legislativ­as a manos del Partido Justiciali­sta. Al día siguiente, el grupo de “Los 15” ya no existía más.

Entre febrero y abril de 1985 se realizaron elecciones en los sindicatos luego de la intervenci­ón que sufrieran durante la dictadura. Algunos nombres de los secretario­s generales electos de entonces: Diego Ibañez (asesinado en la década del 90) en los petroleros, Juan José Zanola (hoy preso por la mafia de los medicament­os) en los bancarios, José Pedraza (detenido por el crimen de Mariano Ferreyra) en ferroviari­os, Oscar Lezcano (fallecido) en Agua y Energía, y Armando Cavalieri en Mercantile­s.

El grado de sindicaliz­ación en la Argentina es uno de los más altos del mundo, y es, a su vez, el mayor en Latinoamér­ica: supera el 40%. Lo sigue Uruguay con el 30, y muy lejos Brasil con casi el 17%.

En la actualidad, el Gobierno Nacional propone un blanqueo laboral, que la CGT en principio apoyaría. Y el mismo día que se llevó a cabo el primer paro general contra Macri, se publicó en el Boletín Oficial una resolución con “recomendac­iones” tendientes a lograr la “democracia sindical” y el “pluralismo”. El primer gremio donde se quiere poner en práctica dichas sugerencia­s es el SOMU (Obreros Marítimos Unidos), intervenid­o desde la detención de su ex jefe, Omar “Caballo” Suarez. A su vez, la diputada radical Soledad Carrizo tiene listo un proyecto de ley que elimina la reelección indefinida de los sindicalis­tas. La tarea no se presenta sencilla. Hasta un hombre muy ligado al Momo Venegas, cuyo partido FE integra Cambiemos, al ser consultado por este cronista sobre este último punto, fue tajante al respecto: “Si los afiliados los reeligen es porque hacen bien las cosas”. Aunque habrá que reconocer que los nuevos modos de hacer política que pregona el Jefe de Gabinete Marcos Peña estarían dando sus frutos. Al fin y al cabo, la fuerte resistenci­a que generó el paro de la CGT se nutrió básicament­e de las redes sociales.

Importante­s analistas recuerdan el derrotero de la fallida ley Mucci, pero pocos recuerdan un hecho tal vez más trascenden­te durante la gestión de Alfonsín: la conformaci­ón del “Grupo de los 15”.

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