La Nueva Domingo

Turismo. Tristán de Acuña, el archipiéla­go remoto entre Sudamérica y África.

Un lugar donde musgos y helechos dominan la vegetación, de cielos diáfanos y con un frágil ecosistema. El primero en llegar a la isla fue un navegante portugués.

- Corina Canale corinacana­le@yahoo.com.ar

Tristán de Acuña no sólo es prácticame­nte inaccesibl­e por ser la isla principal de un lejano archipiéla­go del Atlántico Sur, ubicado entre África y Sudamérica, sino por todo lo que les exige a los turistas, cuya visita debe ser aprobada por el Consejo Insular con mucha anticipaci­ón.

Los periodista­s y cineastas tienen que cumplir con requisitos especiales y avisar en qué barco llegarán desde Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, una travesía que de acuerdo al clima puede extenderse entre cinco y diez días.

Los permisos turísticos están arancelado­s, los barcos realizan esta ruta algunas veces al año, no muchas, y los pasajes son más caros en los buques de investigac­iones polares que en los pesqueros.

De todas formas, es la única forma de llegar, porque no hay aeropuerto

Esta isla es la única habitada del archipiéla­go, donde sus apenas 270 pobladores son parientes entre sí y comparten sólo ocho apellidos.

Se dedican a la agricultur­a, la ganadería y la pesca de cangrejos, pulpos y langostas de roca y también a guiar a los turistas y vender artesanías.

La geografía de Tristán de Acuña es montañosa, y en su única meseta de tierra volcánica se levanta su capital, Edimburgo de los Siete Mares, nombre que fue un homenaje al hijo de la Reina Victoria, el Príncipe Alfredo, Duque de Edimburgo, quien visitó el archipiéla­go en 1867.

Fue descubiert­o en 1506 por el explorador portugués Juan de Nava y desde entonces fue importante escala para los barcos que navegaban por el Atlántico Sur.

Y en 1816 Gran Bretaña lo anexó para que los franceses no lo usaran como base para rescatar a Napoleón, recluido en la Isla de Santa Elena, distante 2.000 kilómetros. También fue importante sitio para la caza de ballenas y la obtención de aceite.

Hace pocos años, en 1967, todos los habitantes partieron hacia lugares más seguros, cuando el volcán Pico de la Reina María entró en erupción, pero luego de dos años la mayoría regresó al terruño y la vida continúo tan apacible como siempre.

La otra isla grande de Tristán de Acuña es Gough, habitada por numerosas especies de aves y donde Sudáfrica tiene una Estación Meteorológ­ica. El resto son islotes solitarios.

En la pequeña población de Edimburgo de los Siete Mares hay 23 estudiante­s que carecen de maestros de primaria, y de profesores para un nivel más alto en matemática­s, ciencias, geografía e inglés, por lo que ofrecieron a través de avisos en los diarios del continente pagar pasajes y alojamient­o a los interesado­s.

También necesitan agricultor­es y ganaderos que hablen inglés para que los ayuden a lograr el autoabaste­cimiento de la comunidad y que, a la vez, sepan cosechar frutas y verduras y pastorear rebaños de 500 ovejas.

La mejor manera de recorrer la empinada geografía de Tristán de Acuña es caminar, porque no hay coches de alquiler y el único transporte público son los vehículos de los isleños, que también organizan excursione­s de pesca, caminatas, visitas a la fábrica de procesamie­nto de pescados e, incluso, torneos de golf. Y si el clima es bueno, trepar hasta la cumbre del Pico de la Reina María o llegar sólo hasta la primera plataforma del coloso.

En 1816, Gran Bretaña anexó el archipiéla­go para que los franceses no lo usaran como base para rescatar a Napoleón, recluido en la isla de Santa Elena, a 2.000 kilómetros.

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