La novia… y la rubia
Él y ella están en la ferretería. De pronto él se inquieta un poco.
-Hola, ¿cómo andás? –dice la rubia. -Ho, ho… la –dice él. Presenta a su novia. -Mi novia… Andrea. La novia tira un hola feo. Breve.
-¿Cómo andás? –le dice la rubia a él. -Bien, bien. La novia mira. Mal. La rubia le sigue hablando a él.
-¿Y? ¿Qué hiciste con el perro? -Eehhh. No, nada. -Pero ¿lo llevaste al veterinario que te dije? -Eeehhh, sí, sí. -… Ahora él le habla a la novia.
-Si claro, me la encontré el otro día en el Paseo y me dijo que lo llevara a ese veterinario que te dije. -Ah ¿ella te lo recomendó? -Sí ¿no te acordás que te dije? -Ah, puede ser. La rubia interviene. -Sí claro, nos encontramos después de mil años y nos pusimos a charlar. -Claro, claro –dice él. La novia, nada. Su cara estaba inmutable. Los empleados jamás gritaban el número de él.
-Che, ¿cambió algo en el laburo al final? –le pregunta la rubia. -Ehh, no, no, todo igual. -Pero ¿te fuiste? Como me dijiste. Entra la novia al diálogo. -No me dijiste nada que te querías ir del laburo. -Ehhh, no, no, no sé. -74 –dicen desde el mostrador. -Me toca –dice él. Compra los tornillos. Saluda a la rubia y sale con la novia.
Salgo, no doy más de la curiosidad.
-¿Quién es? –como para empezar, alcancé a escucharle a la novia.