La Nueva Domingo

Nueva Zelanda fue la geografía elegida para filmar algunas de las películas más maravillos­as que se vieron en los últimos años en la pantalla grande. Las claves: la variedad de su naturaleza y la calidad técnica que allí impera. Recorremos los escenarios

NUEVA ZELANDA ES EL SUEÑO DE CUALQUIER CINÉFILO. EN LOS ÚLTIMOS AÑOS, SUS PAISAJES FUERON ELEGIDOS PARA RODAR LOS FILMES MÁS FANTÁSTICO­S DE HOLLYWOOD.

- Por Aníbal Vattuone. Fotos: gentileza Turismo Nueva Zelanda (www.newzealand.com)

John Ronald Reuel Tolkien los tuvo en su cabeza. El creador de El Señor de

los Anillos y de El hobbit imaginó un sinfín de escenarios naturales paradisíac­os, míticos y mágicos, aunque no sabía si estarían en algún lugar. Pero sí, el sitio existe y se llama Nueva Zelanda. Este pequeño país, cercano a las costas australian­as, es la locación que, en los últimos años, se puso de moda para filmar distintas películas fantasiosa­s, fantástica­s.

Pura imaginació­n

De los rodados por esos lares, El Señor

de los Anillos tal vez sea el largometra­je que se llevó todos los flashes. Con esta trilogía, Peter Jackson se ganó el reconocimi­ento internacio­nal. Nacido en aquel país con paisajes idílicos, y habiendo leído sus libros originales, el director no podía entender cómo la historia no se hubiera adaptado a la pantalla grande (o a la chica). Al recorrer el país, uno encuentra el set de la ficticia e imaginaria Hobbiton, en la exuberante ruralidad de Waikato, que sigue atrayendo a visitantes de todas partes del mundo, ávidos por vivir su propia experienci­a. Las colinas de la “Comarca” y las casas de los hobbits existen en una pequeña aldea rural, llamada Matamata, un paraje del distrito de Matamata-Piako, en la isla Norte, donde conviven una escasa población, granjas y ovejas. Un cartel anuncia en la entrada “Bienvenido­s a Hobbiton”, una forma contundent­e de mezclar realidad y ficción. Acercándos­e, uno puede ver la casa de Bilbo y Frodo, y hasta tomarse una cerveza en la taberna Green Dragon.

Wellywood

Wellington es el corazón de la industria cinematogr­áfica neozelande­sa. Amén de contar con muchos y muy valiosos cineastas, posee a Weta, un centro de producción y efectos espe-

ciales de primer nivel, a la altura de Hollywood. Fue creada en 1993, gracias a un grupo local de jóvenes cineastas visionario­s… entre ellos, el mismísimo Peter Jackson. La trascenden­cia de Weta por su calidad mantiene a la empresa con una alta demanda por parte de los estudios más relevantes del Planeta. Por caso, allí, el director James Cameron le dio forma a Avatar. En “Wellywood”, como se la conoce simpáticam­ente a Wellington, se organizan recorridos por "Pandora", la tierra habitada por la raza humanoide llamada na'vi. Un guía no solo explica qué escenas se rodaron, dónde y demás detalles, sino que recomienda continuar el paseo en Weta Cave, un minimuseo con artículos de utilería, distintas muestras, material gráfico, objetos colecciona­bles y más curiosidad­es típicas de backstage.

Fantasía en el paraíso

Nueva Zelanda también fue ideal para otra saga del rubro fantástico: Las Crónicas de Narnia. El director Andrew Adamson se decidió por Flock Hill, cerca de Arthur’s Pass (en Canterbury), para la escena de la batalla culminante entre las fuerzas de Aslan y el poderoso ejército de la Bruja Blanca, en Las crónicas de Narnia: el león, la bruja y el ropero. A una hora al noroeste de Auckland, los árboles del bosque de Woodhill se transforma­ron, precisamen­te, en el temido territorio de la Bruja Blanca. El bosque cuenta con una red de senderos para practicar ciclismo de montaña. No aseguramos que uno pueda encontrars­e al personaje interpreta­do por Tilda Swinton, pero la aventura vale la pena.

Mi amigo el dragón fue otra de las películas que cobijó Nueva Zelanda. Robert Redford, que formó parte del reparto, se enamoró de la belleza del lugar. "Es un país muy agradable, que siempre está sonriendo. La experienci­a fue maravillos­a”, confesó el galán norteameri­cano de ochenta años.

Entre los paisajes en los que se desarrolló la película, se pueden mencionar Tapanui ( con apenas noveciento­s habitantes), el río Pomahaka (que oece algunos de los ejemplares más grandes de truchas en todo el mundo), y el Parque Nacional Redwood, que es donde vive el dragón Elliot. Ubicado en la ciudad de Rotorua (en la Isla Norte, muy elogiada por sus parques geotérmico­s), este último sitio cobija árboles que pueden llegar a tener ciento diez años de antigüedad, y crean casi un techo de hojas. Sus senderos son unos de los motivos por los que muchos entusiasta­s se trasladan hasta allí para hacer trekking o bicicleta. Otro escenario natural muy requerido por los cineastas es Queenstown, que descansa al borde del lago Wakatipu, bajo la cordillera de los Remarkable­s. Con lagos y picos nevados, es de una belleza indescript­ible. Cerca de ese punto, se encuentra la entrada a Paradise, que tiene una de las rutas más emblemátic­as de este país de Oceanía. Hay quienes dicen que fue llamada así por su paisaje fabuloso, mientras que otros sostienen que la denominaci­ón se debe a la especie “Paradise” de patos que habitan la región. Lo cierto es que Wolverine fue otro de los célebres personajes que estuvo haciendo de las suyas por allí.

Más real, más suspenso

Para Límite vertical, encabezada por Chris O’ Donnel y dirigida por el nativo Martin Campbell, se aprovechar­on los picos nevados del Monte Cook, la montaña neozelande­sa más alta (3754 m.). Si bien los planos generales se rodaron en el Himalaya, las escenas con los personajes se filmaron íntegramen­te en estos pagos. ¿Recuerda La lección de piano? Fue célebre en 1993 por sus ocho nominacion­es al premio Óscar (se impuso en tres). En la puesta del director James Campion, originario de estas

latitudes, se hizo famosa la playa Karekare, en la cordillera Waitakere, de Auckland. La misma suerte corrió la playa Oreti, situada a tan solo unos kilómetros de la ciudad de Invercargi­ll. La extensión de arenas, olas y sol fue el telón de fondo perfecto para El amo del viento. Otra que batió récords fue El último

samurái. Con el protagonis­mo de Tom Cruise, la cinta se desenvolvi­ó cerca de New Plymouth, en Taranaki. A su vez, se construyó una aldea japonesa en una de las laderas del valle Uruti, con el monte Taranaki que hizo las veces del “Monte Fuji”. No hay dudas de que Hollywood mira con cariño a esta isla. Hay dos factores: su variedad geográfica y su calidad técnica. El último botón de muestra es Kong: La Isla Calavera, que se desarrolló en una gran plataforma construida sobre la bahía Shelly, valiéndose de la playa de surf Lyall. Y sí, hasta el gorila más emblemátic­o de todos los tiempos cayó rendido ante los encantos de Nueva Zelanda.

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El imponente Monte Cook, la montaña más alta de Nueva Zelanda, telón de fondo de Límite vertical
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 ??  ?? Arriba: La “Comarca” de los hobbits está en la aldea Matamata. Abajo: Panorámica de la playa Karekare, escenario de La lección de piano
Arriba: La “Comarca” de los hobbits está en la aldea Matamata. Abajo: Panorámica de la playa Karekare, escenario de La lección de piano
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Weta Cave por dentro: Un minimuseo apto para fanáticos de lo fantástico
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 ??  ?? Flock Hill: Así se filma Las Crónicas de Narnia en los paisajes neozelande­ses
Flock Hill: Así se filma Las Crónicas de Narnia en los paisajes neozelande­ses

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