Adolescencia y redes: el desafío de no caer en un precipicio
“Jugar” a la Ballena Azul, inhalar gas butano, hacer “previas” con alcohol, psicofármacos y otras mezclas o sentarse en la ventana de un sexto piso para sacarse una selfie. Son todas manifestaciones que llevan a los adolescentes a caminar al borde del abismo ¿Hasta dónde llegan los desafíos a través de las redes sociales? ¿Todo es un juego?
Opinan un licenciado en psicología, una inspectora de educación, una médica toxicóloga, dos operadoras de una ONG que trabajan la identidad y las emociones de los chicos y una funcionaria comunal. La Municipalidad interviene a 2.200 familias con chicos en situación vulnerable, muchos por este tipo de conflictos.
Ayer, hoy y siempre, la adolescencia se vincula con rebeldía e insolencia. Por naturaleza, por genética. Lo que preocupa en la actualidad a los adultos es la exponencial irrupción de las redes sociales y la incidencia que generan en las conductas juveniles. El tema es el límite. ¿Todo es un juego?, ¿o todo es real?
El desafío de la ballena azul, sentarse en la ventana de un sexto piso con los pies al vacío, inhalar butano o mezclar alcohol con psicofármacos en las previas, son distintos caminos que llegan a un mismo lugar: el desafío a la muerte.
La Municipalidad interviene a más de 2.200 familias con chicos vulnerables, entre quienes se encuentran niños y adolescentes en situación de abandono, abuso sexual, deserción escolar o con problemas psicológicos que pueden derivar de este tipo de juegos cuasi suicidas. Son de todos los estratos sociales. Los principales problemas se advierten en Noroeste y Las Villas, pero también los hay en las zonas Norte y Centro.
Letizia Tamborindeguy, subsecretaria municipal de Protección y Promoción de Derechos, aconseja que, de advertir un adulto una situación de grooming o juego peligroso a través de internet, procure lograr una captura
de pantalla o un mensaje, a fin de aportarlo como posible evidencia.
“Nos ha pasado que, ante la angustia, lo primero que hacen los padres es tratar de eliminar una foto o un texto y eso significa borrar prueba que puede ser útil para una investigación”, amplía.
La comunicación y el diálogo entre padres e hijos es la clave, remarca el licenciado en psicología Damián Dorado, integrante de la dirección de Hogares e Instituciones de la misma subsecretaría.
“Hay que observar, estar alerta a los indicadores, a los cambios de humor de los chicos después de navegar en la red o si se esconden y no quieren que sus padres vean la pantalla. Más que controlar lo que hacen, es ver cómo están, si se los nota angustiados, retraídos, si tienen cambios de humor radicales. Hago hincapié en la conversación”, explica.
Dorado destaca, no obstante, que la comunicación no se logra de un día para el otro ni se debe iniciar en la adolescencia, sino antes. "El desafío es que empiece desde el principio de la vida de los niños. Empezar a hablar de las redes desde el momento que comienzan a usarlas", aclara.
¿Qué originan estas conductas de riesgo?, se le pregunta al psicólogo, en alusión a los juegos de red extremos o el desafío de sentarse al borde del abismo desde un sexto piso.
“La adolescencia es una etapa donde prima la impulsividad en lugar de la reflexión. No es que no saben lo que hacen, sino que lo hacen por impulso, como posiblemente pasó en lo del balcón, pero cuando uno después les pregunta, se dan cuenta si está bien o mal. El segundo elemento es el sistema de pertenencia, porque tienen la necesidad de pertenecer a un grupo tomando distancia de la familia. Esto se cruza con la época de las tecnologías, con lo cual tienen una mayor exposición a conductas riesgosas. El minuto a minuto, cada acción, se toma con una foto o un video. Esto genera una mayor vulnerabilidad, porque muchos desconocen cuáles son los riesgos de publicar fotos y datos a redes a las cuales acceden millones de personas”, opina.
Para colmo, muchos de los padres son “inmigrantes digitales” y están lejos de la tecnología. No tienen herra- mientas para limitar la acción de sus hijos. “No hay que tenerle miedo a la tecnología, hay que informarse sobre la seguridad para poder acercarse a los hijos con recursos”, asegura.
Prefieren el dolor físico para ocultar el emocional
Los interrogantes y la angustia que se plantean en esa franja etaria llevan a los adolescentes, muchas veces, a buscar el riesgo como una vía de escape.
“Es una salida permanente a un problema temporal. Están abatatados por algo que les pasa y no pueden ver más allá. Corren riesgos porque prefieren el dolor físico al emocional”, afirma Damaris Rivas, integrante de la ONG La Misión.
Con 21 años de edad, la joven es referente del programa "Recreo", destinado a estudiantes de nivel secundario, a través de talleres sobre identidad, autoestima y emociones.
“Muchos no saben quiénes son, en el comienzo de la adolescencia, no saben para qué son buenos o no tienen sueños”.
Damaris explica que con las actividades pretenden que los chicos “tengan una identidad sana, que sepan decir que no y valorarse”.
Reconoce que en muchas ocasiones los jóvenes usan la violencia hacia ellos mismos, pese a tener conciencia del peligro. “Hay una cuestión de desafiar y ser escuchados”, considera.
Para Brenda Roldán, del programa “Raíces”, también de La Misión, los adolescentes “no saben superar la angustia, que es algo que en esa etapa no se tolera y a veces no pueden poner en palabras. La única manera que tienen de salir es a través de estos actos, que son vías de escape para calmar la angustia”.
Acerca de los peligrosos juegos en red que suelen llevar adelante, ambas destacaron la importancia de que los adultos los visibilicen, a fin de actuar rápido y prevenir o asistir a los menores.
“Lo que falta hoy en la sociedad es invertir tiempo con los hijos. Hay que acompañarlos y dialogar en forma permanente”, afirma Brenda.
El rap como una vía canalizadora para los estudiantes
Al menos en 2 escuelas de Bahía Blanca (las secundarias 17, de Ayacucho 2730 y la 19, de Sixto Laspiur y Enrique Julio) ya está en marcha un taller que les permite a jóvenes en situación de riesgo canalizar sus situaciones an- gustiantes a través del rap, un estilo de música muy popular entre los chicos, que se caracteriza por un recitado rítmico de las letras.
Se inició a partir de la detección de un par de casos de alerta, que descubrieron alumnos y docentes. “Se generó un grupo de intervención, con la unidad sanitaria de cada sector, para permitirle a los jóvenes expresar lo que sienten. La idea es hacerlo extensivo a otras escuelas”, anuncia la inspectora en Psicología de Educación, licenciada Karina Mazzaferro.
También para la docente, los jóvenes, básicamente, necesitan ser escuchados y tener un lugar donde ser reconocidos o con el cual identificarse. “Ojalá la escuela, en algún momento, pudiera reunir los requisitos”, afirma.
Sostiene que los chicos cuentan con “una sobreinformación” y que en muchos casos se vinculan a situaciones o sustancias ilegales por decisión propia y no por efecto del contagio.
Sobre el caso del adolescente supuestamente afectado por El desafío de la ballena azul, explica que se abordó de manera individual y con la familia, a través de soportes multisectoriales.
Sin embargo, Tamborindeguy advierte que todavía “no es posible confirmar” que se trató de ese juego en red. "El desafío es bastante complejo, porque son 50 pruebas, una por día, y es difícil hablar de que esto que pasó en Bahía fue en el marco de ese juego. Sí hubo una atención rápida, en un domicilio, nada grave con respecto a la salud física”, informa.
El mismo grupo comunal de 4 psicólogos, 2 abogados y una trabajadora social que se dedica a dar capacitaciones sobre grooming también aborda estas cuestiones.
“Hemos recibido muchas consultas, desde escuelas y padres. Sabemos que muchos chicos, si bien no estaban jugando, conocían de hace tiempo el juego. Los padres se preocupan, básicamente, porque, al tratarse de comunidades cerradas, no saben si a sus hijos los captaron o no. Quienes se dedican a hacer esto hacen un mapeo del perfil del chico y buscan 'los puntos flojos', como pasa con el grooming”, detalla Tamborindeguy.
A partir de esta inquietud, se harán capacitaciones escolares a demanda sobre el tema de los juegos en red y sus riesgos.
Mazzaferro, en tanto, manifestó cierta preocupación por situaciones recurrentes de autolesiones, que no necesariamente tienen que ver con intentos de suicidios, sino con canalizar angustia y dolor.
“No son solo individuales, sino también grupales, así como el vínculo con sustancias psicoactivas”, afirma la inspectora.
Según Dorado, en nuestra ciudad se han detectado otros “juegos” que derivan en autolesiones. “Tiene la misma clave, producirse una lesión y subir una foto a la red social. La mayoría de estos juegos son digitados por adultos, que aprovechan grupos vulnerables”.
Selfies en altura: cómo funciona el protocolo policial
Situaciones llamativas como las que se observaron la semana pasada en un edificio de Zelarrayán al 100, donde 3 jóvenes permanecieron varios minutos sentados ha-
cia el exterior en sendas ventanas del sexto piso, no son habituales para la policía, aunque existe un protocolo de actuación que debe respetarse.
Ante conductas de estas características, y tras el correspondiente aviso al 911, se pone en marcha un operativo mediante el cual los uniformados, en principio, deben garantizar la seguridad de las personas.
El comisario Gonzalo Bezos, titular del Comando de Patrullas, admitió que este tipo de situaciones “no son fáciles” de resolver y que los policías tratan, en primera instancia, de persuadir a los protagonistas para que depongan su actitud.
“El objetivo primordial es resguardar la vida de ellos y de terceros. Se trata de mediar, de lograr determinar las razones por las cuales están teniendo ese comportamiento”, afirma.
Del mismo modo, Bezos destaca que en forma inmediata proceden a convocar al resto de los recursos disponibles, como bomberos, Defensa Civil y eventualmente la ambulancia.
Para el abogado Sebastián Martínez, se trata de una situación “real de peligro”.
“Ante la posibilidad de que se configure un delito, la policía debe intervenir a modo preventivo. Es como aquel que se para en la vía del tren, si lo pasa por arriba, lo va a matar”, explica Martínez.
De hecho, asegura que la policía está obligada a intervenir porque, en caso de configurarse un delito, el uniformado, en caso de no hacerlo, puede ser pasible de una causa por omisión de los deberes de funcionario.
“Si los chicos (que están en la ventana del edificio) son menores y los padres no actúan, pueden llegar a tener una consecuencia ellos. Si son mayores de 18, la responsabilidad es de los chicos”, sostiene el penalista, para aclarar que casos como estos “no son lineales”.
En caso de una caída, y una situación de eventual lesiones o muerte de terceros, los padres o tutores de los chicos podrían sufrir un fuerte perjuicio económico por la responsabilidad civil.