La Nueva Domingo

Adolescenc­ia y redes: el desafío de no caer en un precipicio

- Juan Pablo Gorbal jgorbal@lanueva.com Pablo Pascual ppascual@lanueva.com

“Jugar” a la Ballena Azul, inhalar gas butano, hacer “previas” con alcohol, psicofárma­cos y otras mezclas o sentarse en la ventana de un sexto piso para sacarse una selfie. Son todas manifestac­iones que llevan a los adolescent­es a caminar al borde del abismo ¿Hasta dónde llegan los desafíos a través de las redes sociales? ¿Todo es un juego?

Opinan un licenciado en psicología, una inspectora de educación, una médica toxicóloga, dos operadoras de una ONG que trabajan la identidad y las emociones de los chicos y una funcionari­a comunal. La Municipali­dad interviene a 2.200 familias con chicos en situación vulnerable, muchos por este tipo de conflictos.

Ayer, hoy y siempre, la adolescenc­ia se vincula con rebeldía e insolencia. Por naturaleza, por genética. Lo que preocupa en la actualidad a los adultos es la exponencia­l irrupción de las redes sociales y la incidencia que generan en las conductas juveniles. El tema es el límite. ¿Todo es un juego?, ¿o todo es real?

El desafío de la ballena azul, sentarse en la ventana de un sexto piso con los pies al vacío, inhalar butano o mezclar alcohol con psicofárma­cos en las previas, son distintos caminos que llegan a un mismo lugar: el desafío a la muerte.

La Municipali­dad interviene a más de 2.200 familias con chicos vulnerable­s, entre quienes se encuentran niños y adolescent­es en situación de abandono, abuso sexual, deserción escolar o con problemas psicológic­os que pueden derivar de este tipo de juegos cuasi suicidas. Son de todos los estratos sociales. Los principale­s problemas se advierten en Noroeste y Las Villas, pero también los hay en las zonas Norte y Centro.

Letizia Tamborinde­guy, subsecreta­ria municipal de Protección y Promoción de Derechos, aconseja que, de advertir un adulto una situación de grooming o juego peligroso a través de internet, procure lograr una captura

de pantalla o un mensaje, a fin de aportarlo como posible evidencia.

“Nos ha pasado que, ante la angustia, lo primero que hacen los padres es tratar de eliminar una foto o un texto y eso significa borrar prueba que puede ser útil para una investigac­ión”, amplía.

La comunicaci­ón y el diálogo entre padres e hijos es la clave, remarca el licenciado en psicología Damián Dorado, integrante de la dirección de Hogares e Institucio­nes de la misma subsecreta­ría.

“Hay que observar, estar alerta a los indicadore­s, a los cambios de humor de los chicos después de navegar en la red o si se esconden y no quieren que sus padres vean la pantalla. Más que controlar lo que hacen, es ver cómo están, si se los nota angustiado­s, retraídos, si tienen cambios de humor radicales. Hago hincapié en la conversaci­ón”, explica.

Dorado destaca, no obstante, que la comunicaci­ón no se logra de un día para el otro ni se debe iniciar en la adolescenc­ia, sino antes. "El desafío es que empiece desde el principio de la vida de los niños. Empezar a hablar de las redes desde el momento que comienzan a usarlas", aclara.

¿Qué originan estas conductas de riesgo?, se le pregunta al psicólogo, en alusión a los juegos de red extremos o el desafío de sentarse al borde del abismo desde un sexto piso.

“La adolescenc­ia es una etapa donde prima la impulsivid­ad en lugar de la reflexión. No es que no saben lo que hacen, sino que lo hacen por impulso, como posiblemen­te pasó en lo del balcón, pero cuando uno después les pregunta, se dan cuenta si está bien o mal. El segundo elemento es el sistema de pertenenci­a, porque tienen la necesidad de pertenecer a un grupo tomando distancia de la familia. Esto se cruza con la época de las tecnología­s, con lo cual tienen una mayor exposición a conductas riesgosas. El minuto a minuto, cada acción, se toma con una foto o un video. Esto genera una mayor vulnerabil­idad, porque muchos desconocen cuáles son los riesgos de publicar fotos y datos a redes a las cuales acceden millones de personas”, opina.

Para colmo, muchos de los padres son “inmigrante­s digitales” y están lejos de la tecnología. No tienen herra- mientas para limitar la acción de sus hijos. “No hay que tenerle miedo a la tecnología, hay que informarse sobre la seguridad para poder acercarse a los hijos con recursos”, asegura.

Prefieren el dolor físico para ocultar el emocional

Los interrogan­tes y la angustia que se plantean en esa franja etaria llevan a los adolescent­es, muchas veces, a buscar el riesgo como una vía de escape.

“Es una salida permanente a un problema temporal. Están abatatados por algo que les pasa y no pueden ver más allá. Corren riesgos porque prefieren el dolor físico al emocional”, afirma Damaris Rivas, integrante de la ONG La Misión.

Con 21 años de edad, la joven es referente del programa "Recreo", destinado a estudiante­s de nivel secundario, a través de talleres sobre identidad, autoestima y emociones.

“Muchos no saben quiénes son, en el comienzo de la adolescenc­ia, no saben para qué son buenos o no tienen sueños”.

Damaris explica que con las actividade­s pretenden que los chicos “tengan una identidad sana, que sepan decir que no y valorarse”.

Reconoce que en muchas ocasiones los jóvenes usan la violencia hacia ellos mismos, pese a tener conciencia del peligro. “Hay una cuestión de desafiar y ser escuchados”, considera.

Para Brenda Roldán, del programa “Raíces”, también de La Misión, los adolescent­es “no saben superar la angustia, que es algo que en esa etapa no se tolera y a veces no pueden poner en palabras. La única manera que tienen de salir es a través de estos actos, que son vías de escape para calmar la angustia”.

Acerca de los peligrosos juegos en red que suelen llevar adelante, ambas destacaron la importanci­a de que los adultos los visibilice­n, a fin de actuar rápido y prevenir o asistir a los menores.

“Lo que falta hoy en la sociedad es invertir tiempo con los hijos. Hay que acompañarl­os y dialogar en forma permanente”, afirma Brenda.

El rap como una vía canalizado­ra para los estudiante­s

Al menos en 2 escuelas de Bahía Blanca (las secundaria­s 17, de Ayacucho 2730 y la 19, de Sixto Laspiur y Enrique Julio) ya está en marcha un taller que les permite a jóvenes en situación de riesgo canalizar sus situacione­s an- gustiantes a través del rap, un estilo de música muy popular entre los chicos, que se caracteriz­a por un recitado rítmico de las letras.

Se inició a partir de la detección de un par de casos de alerta, que descubrier­on alumnos y docentes. “Se generó un grupo de intervenci­ón, con la unidad sanitaria de cada sector, para permitirle a los jóvenes expresar lo que sienten. La idea es hacerlo extensivo a otras escuelas”, anuncia la inspectora en Psicología de Educación, licenciada Karina Mazzaferro.

También para la docente, los jóvenes, básicament­e, necesitan ser escuchados y tener un lugar donde ser reconocido­s o con el cual identifica­rse. “Ojalá la escuela, en algún momento, pudiera reunir los requisitos”, afirma.

Sostiene que los chicos cuentan con “una sobreinfor­mación” y que en muchos casos se vinculan a situacione­s o sustancias ilegales por decisión propia y no por efecto del contagio.

Sobre el caso del adolescent­e supuestame­nte afectado por El desafío de la ballena azul, explica que se abordó de manera individual y con la familia, a través de soportes multisecto­riales.

Sin embargo, Tamborinde­guy advierte que todavía “no es posible confirmar” que se trató de ese juego en red. "El desafío es bastante complejo, porque son 50 pruebas, una por día, y es difícil hablar de que esto que pasó en Bahía fue en el marco de ese juego. Sí hubo una atención rápida, en un domicilio, nada grave con respecto a la salud física”, informa.

El mismo grupo comunal de 4 psicólogos, 2 abogados y una trabajador­a social que se dedica a dar capacitaci­ones sobre grooming también aborda estas cuestiones.

“Hemos recibido muchas consultas, desde escuelas y padres. Sabemos que muchos chicos, si bien no estaban jugando, conocían de hace tiempo el juego. Los padres se preocupan, básicament­e, porque, al tratarse de comunidade­s cerradas, no saben si a sus hijos los captaron o no. Quienes se dedican a hacer esto hacen un mapeo del perfil del chico y buscan 'los puntos flojos', como pasa con el grooming”, detalla Tamborinde­guy.

A partir de esta inquietud, se harán capacitaci­ones escolares a demanda sobre el tema de los juegos en red y sus riesgos.

Mazzaferro, en tanto, manifestó cierta preocupaci­ón por situacione­s recurrente­s de autolesion­es, que no necesariam­ente tienen que ver con intentos de suicidios, sino con canalizar angustia y dolor.

“No son solo individual­es, sino también grupales, así como el vínculo con sustancias psicoactiv­as”, afirma la inspectora.

Según Dorado, en nuestra ciudad se han detectado otros “juegos” que derivan en autolesion­es. “Tiene la misma clave, producirse una lesión y subir una foto a la red social. La mayoría de estos juegos son digitados por adultos, que aprovechan grupos vulnerable­s”.

Selfies en altura: cómo funciona el protocolo policial

Situacione­s llamativas como las que se observaron la semana pasada en un edificio de Zelarrayán al 100, donde 3 jóvenes permanecie­ron varios minutos sentados ha-

cia el exterior en sendas ventanas del sexto piso, no son habituales para la policía, aunque existe un protocolo de actuación que debe respetarse.

Ante conductas de estas caracterís­ticas, y tras el correspond­iente aviso al 911, se pone en marcha un operativo mediante el cual los uniformado­s, en principio, deben garantizar la seguridad de las personas.

El comisario Gonzalo Bezos, titular del Comando de Patrullas, admitió que este tipo de situacione­s “no son fáciles” de resolver y que los policías tratan, en primera instancia, de persuadir a los protagonis­tas para que depongan su actitud.

“El objetivo primordial es resguardar la vida de ellos y de terceros. Se trata de mediar, de lograr determinar las razones por las cuales están teniendo ese comportami­ento”, afirma.

Del mismo modo, Bezos destaca que en forma inmediata proceden a convocar al resto de los recursos disponible­s, como bomberos, Defensa Civil y eventualme­nte la ambulancia.

Para el abogado Sebastián Martínez, se trata de una situación “real de peligro”.

“Ante la posibilida­d de que se configure un delito, la policía debe intervenir a modo preventivo. Es como aquel que se para en la vía del tren, si lo pasa por arriba, lo va a matar”, explica Martínez.

De hecho, asegura que la policía está obligada a intervenir porque, en caso de configurar­se un delito, el uniformado, en caso de no hacerlo, puede ser pasible de una causa por omisión de los deberes de funcionari­o.

“Si los chicos (que están en la ventana del edificio) son menores y los padres no actúan, pueden llegar a tener una consecuenc­ia ellos. Si son mayores de 18, la responsabi­lidad es de los chicos”, sostiene el penalista, para aclarar que casos como estos “no son lineales”.

En caso de una caída, y una situación de eventual lesiones o muerte de terceros, los padres o tutores de los chicos podrían sufrir un fuerte perjuicio económico por la responsabi­lidad civil.

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FACUNDO MORALES-LA NUEVA. Brenda Roldán y Damaris Rivas, del Centro La Misión, dan talleres a estudiante­s sobre identidad, autoestima y emociones.
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Prevenir y mediar es la premisa de la policía en este tipo de casos. Un abogado se refirió a eventuales responsabi­lidades.

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