Como tallada a mano
Mientras la gente va y viene, con su cabeza vaya uno a saber en cuántas cosas, ella llega tipo 3 de la tarde hasta un punto de una de las peatonales de Florianópolis y se detiene.
Observa hacia uno y otro lado como asegurándose que se ha ubicado en el mejor lugar.
Es una joven de unos 23 o 24 años que arriba vestida con una remera y una calza negra.
Deja su bolso y a partir de ahí comienza una transformación que no sospechábamos.
Extrae una sábana blanca y comienza a envolverse.
La acomoda hacia un lado, la fija y hace lo propio hacia el otro.
Sólo quedan desprotegidos su cabeza y sus ma-
Solo nos cuenta que se llama Paula. En algunos instantes quedará inmóvil para que los caminantes sospechen que es una estatua.
nos, que no dejan de moverse.
En pocos minutos está casi rodeada de esa pureza.
Se agacha, extrae elementos de su bolso. Algunos fijan ciertas partes de la tela y después comienza el proceso de maquillado, que no lleva otro color que el mismo blanco, de manera que haga juego con la vestimenta.
Hasta las cejas y las pestañas se tiñen, igual que los labios, que pierden la frescura original.
Parada sobre una manta roja, en uno de los extremos, el más cercano a los transeúntes, deposita un especie de olla a la que le agrega unas monedas.
Allí quedará plasmado el reconocimiento de la gente.
Dos o tres movimientos más, abre por última vez sus ojos verdes, los cierra y la estatua viviente parece un mármol tallado a mano. ¡Bellísima!