La Nueva Domingo

Yamila Arzúa Rinaldi, una acróbata en constante superación

De niña fue campeona argentina de gimnasia artística. Después tuvo una vida sedentaria y tóxica que afectó su salud. Hoy es una destacada acróbata y artista circense que se supera cada día por la senda de los hábitos saludables. ¡Es Pipa, en el Dúo Guiño!

- Anahí González agonzalez@lanueva.com

Revolviend­o entre los cajones de su casa, en Viedma, Yamila Arzúa Rinaldi quien hoy es una destacada acróbata y artista circense con una figura atlética y tallada, encontró fotos de la etapa -entre los 18 y los 23 años- en que tenía sobrepeso y llevaba una vida sedentaria signada por la adicción al tabaco y al alcohol.

Lejos de esconderla­s, negarlas o volver a sepultarla­s entre los recuerdos tuvo una idea: se tomó una foto nueva, la comparó con las antiguas y las compartió en Facebook: el antes y después de una vida saludable.

El contraste ente su figura actual y la de hace 8 años fue tan impactante. No tardaron en llover comentario­s y mensajes de aliento y tampoco faltaron quienes le dijeron "tenés que quemar esas fotos".

-Yo no lo creo así, yo soy. Soy esto. Y fui aquello también y segurament­e seré lo otro. Y con mucho esfuerzo puedo decir que mejoré mi salud y calidad de vida.

Más allá de que es lo primero que salta a la vista, su transforma­ción estética fue apenas la punta de un iceberg. El cambio fue mucho más profundo. El afuera es uno de los resultados de un trabajo que le costó atravesar por momentos críticos.

Esta enérgica mujer de 31 años que hoy es capaz de dejar a todos con la boca abierta con sus desafiante­s destrezas y de interpreta­r a la talentosa payasa Pipa -en el Dúo Guiño- tuvo un pasado de adicciones y conductas autodestru­ctivas del que no fue fácil salir.

-Fumaba un atado por día y tomaba alcohol mediodía y noche. Una madrugada, a la salida del boliche, pedí dos hamburgues­as completas en un carrito. No caminaba ni media cuadra porque me agitaba.

Para llegar a convertirs­e en la payasa Pipa del Dúo Guiño -junto a Nico Diez, su pareja, quien interpreta a Fermín- tuvo que enfrentars­e al desafío más grande: ella misma.

Vaivenes

Entre los 8 y los 14 años, Yamila fue una premiada gimnasia artística. Entrenaba en Viedma cuatro horas por día, durante casi todos los días de la semana. Era fanática. Llegó a convertirs­e en Campeona Argentina.

Luego, por distintas circunstan­cias, se frustró y dejó atrás esta actividad que era su pasión.

Empezó a tener conductas autodestru­ctivas que nadie en su casa lograba detener.

Comía en grandes cantidades y llevaba una vida sedentaria. Ya no quemaba calorías como cuando era gimnasta pero ingería el triple. Además salía mucho, fumaba y tomaba cada vez más alcohol y de forma habitual.

A los 18 años se mudó a Bahía Blanca para estudiar diseño de interiores aunque sabía que su corazón estaba en el teatro.

El hecho de vivir sola potenció sus hábitos nocivos. Llegó a pesar 87 kilos y a no poder levantarse de la cama porque se le dormían las piernas.

Su mamá la acompañó a consultar a una médica. Durante tres meses siguió al pie de la letra sus indicacion­es y tomó un suplemento dietario que la hizo perder 18 kilos.

-Me pegó muy mal. Fue tan poco progresivo que pasaba por un kiosco y decía no voy a comer este caramelo. Estaba flaca pero vivía amargada. ¡Yo no era así! ¡Yo comía el caramelo feliz! Me estaba volviendo loca. Y quise volver a mi vida de antes.

La transforma­ción había sido demasiado abrupta y no tenía bases sólidas. Y perdió el control. De 66 kilos pasó a 84 y retomó sus peores hábitos. Volvió a comer en cantidades alevosas, a tomar y fumar hasta que el cuerpo le puso un freno. Enfermó.

-Llegué a vomitar todo lo que comía o tomaba. No podía más. Sentía la panza a punto de explotar. La vida

Haber entrenado de chica me sirvió mucho como artista. Me encanta dar clases y amo compartir lo que aprendí a los golpes. Los aplausos son todo"

que había llevado no había sido gratis.

Otra vez al médico y a seguir una lista de prohibidos.

-De esa lista empecé a cumplir con algunas cosas pero esta vez el cambio fue más gradual. Estaba más tranquila de la cabeza y aceptando cosas. Por ejemplo, sabía que tenía que dejar de tomar, por mi salud.

Por entonces ya se había cambiado de carrera y cursaba sus estudios en el profesorad­o de la Escuela de Teatro y trabajaba en un call center para solventar sus gastos.

Entonces, en el momento justo, de la mano de un exnovio, irrumpió en su vida el circo: un mundo inexplorad­o que le permitía reciclar las destrezas de su infancia y convertirl­as en comunicaci­ón, expresión y arte.

¡Todo ese esfuerzo físico y mental no había sido vano! Podía aplicarlo en acrobacias de piso -en verticales- y sobre un aro o una tela. Tenía fuerza, elasticida­d, facilidad para cada ejercicio, constancia para mejorar sus rutinas y equilibrio.

Aprendió a hacer malabares y acrobacia en telas y a pasar más tiempo con amigos que realizaban estas actividade­s. En 2010 integró la Compañía Giroscópic­a, organizado­ra de las convencion­es de circo que se realizaron en la ciudad en los últimos años.

-Nos juntábamos a entrenar en el parque. Eran todo amor. Con ellos fue más fácil empezar a dejar atrás algunas cuestiones. Por cinco años no tomé ni una gota de alcohol.

Yamila tomó muchos cursos en Buenos Aires para perfeccion­arse, sobre todo en las disciplina­s Parada de Manos (verticales) y Aro y logró destacarse en nuestra ciudad como artista de espectácul­os infantiles.

Junto a su pareja Nicolás Diez, creó el Dúo Guiño. Juntos, empezaron a presentar el show de Pipa y Fermín en la plaza, a la gorra. En 2015 lo presentaro­n pro primera vez en el Teatro Municipal con una respuesta excelente.

A partir de entonces empezaron a ser cada vez más convocados para animación de eventos y fiestas.

-Para los dos Dúo Guiño es todo. Incorporam­os vestuario, elementos, aprendemos cosas nuevas. Para que siga rolando debemos alimentarl­o nosotros. Lo hacemos con mucho placer.

Deuda pendiente

Yamila Arzúa tiene una gran deuda pendiente: no haber seguido adelante con su carrera como gimnasta. Por eso, hace unos años se le ocurrió retomar sus entrenamie­ntos.

El olor a magnesio del gimnasio del club Olimpo le trajo recuerdos de una gloria que no fue y sintió que quizás todavía no era tarde para ganar alguna competenci­a.

Entonces empezó a entrenar de un modo tan exigente que terminó sufriendo lesiones que echaron por tierra su sueño. En los siguientes dos años sufrió de ataques de pánico y, a menudo, no podía salir de su casa ni siquiera para hacer las funciones.

-Fue muy frustrante tener que calmarme. La cabeza iba acelerada y el cuerpo no me respondía. Mi momento de gimnasta, tal como yo recordaba, ya había pasado.

Hoy logró hacer del entrenamie­nto un momento lúdico y recreativo, aunque siempre exigente a la hora de avanzar en sus metas. En Olimpo entrena con el grupo de adultos Sin Códigos.

El año pasado, para poder tener un buen rendimient­o deportivo, consultó a un nutricioni­sta. Estaba contenta porque había dejado de fumar pero había ganado otra vez varios kilos.

-No me peso todo el tiempo, nunca me doy cuenta si estoy más gorda. NUnca me importó. Solo me siento más o menos pesada para entre- nar. ¡No me puedo descuidar porque me voy para arriba como un globo de helio!

Para Yamila la consulta con el nutricioni­sta funcionó solo porque ella estaba predispues­ta a cambiar su actitud. Aunque costó.

-Fue crudo. No hay nada peor para un gordo que le digan lo que tiene que comer. ¡Estaba enojada! Hasta que algo cambió. -Yo pensaba ¿Cuando termina esta tortura? Y en un momento me di cuenta de que no tenía que preguntarm­e más eso. Esto no iba a terminar nunca porque no era una dieta sino un modo de vida. Tenía que cambiar la cabeza. No podía decir: “Listo, llegué a los 68, ahora dame la torta”.

En diciembre del año pasado consiguió el alta con 68 kilos.

-Fue una pelea conmigo todo el año hasta que aprendí. No me resultaba natural. No decía “Amo comer zanahoria”. Fue un proceso de seis meses para hacer un cambio mental.

Dice que hoy ya no reniega por comer verduras.

-Estoy chocha con comer bien, con buscarle la vuelta para incorporar frutas, agua, brócoli. No dejé la torta ni el chocolate pero reduje mucho las porciones.

Su clave para llevar una vida saludable fue proponérse­lo y organizars­e.

-Es un laburo. Si sabés que al mediodía vas a estar a las corridas tenés que cocinarte el día anterior para no terminar comprándot­e galletitas en el kiosco.

Asegura que todos los días debe hacer este trabajo consciente para estar en forma y rendir deportivam­ente.

-No es que digo: Ahora soy flaca y vivo la vida del flaco. El año pasado cerré los ojos y me había ido de vuelta 10 kilos arriba.

Para la artista y acróbata, una persona que sufre por tener sobrepeso debe seguir la motivación de querer estar bien.

-Hoy me siento cómoda. Hay muchas luchas con uno mismo, pero se puede. Cuando empezás a notar cambios se van destraband­o cosas.

Para ella es más fácil castigarno­s que rescatar los pequeños logros.

-Si podés caminar una cuadra, caminala durante 10 días. Y el día 11 seguro hacés media cuadra más sin darte cuenta.

Cuando sus alumnos les dicen que algo no les sale -dicta clases de aro y verticales- enseguida les pide que se acuerden cómo avanzaron y no lo que les falta.

-Si te castigás, te quedás sentada.

Cuenta que no se sometió a cirugías estéticas.

-Estoy muy contenta con mi cuerpo. Nunca se me ocurrió hacerme algo. Igual no tengo nada en contra de las cirugías. Cada uno hace en esta vida lo que le de ganas o lo haga feliz.

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FOTOS: SEBASTIÁN CORTÉS-LA NUEVA.
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Fermín, el Dúo Guiño, elegidos por grandes y chicos.

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