La Nueva Domingo

frecuencia verde

CADA VEZ SE REGISTRAN MÁS INICIATIVA­S QUE BUSCAN RECONECTAR A LOS CHICOS, LOS JÓVENES Y LOS ADULTOS CON LA NATURALEZA. ENTRETELON­ES DE UNA TENDENCIA A NIVEL LOCAL Y MUNDIAL.

- Por Victoria Reynal. Fotos: pixabay/Scottwebb

Veintiún millones de alumnos. La cia representa el cuarenta por ciento del total de los niños estadounid­enses en edad escolar. A cada uno de ellos, la Federación Nacional de Vida Silvestre ( NWF por sus siglas en inglés) pretende acercarlos a la naturaleza para que vivan experienci­as al aire libre con cierta ecuencia. Parece un imposible, pero no lo es: entre 2013 y 2015, la misma ONG se había propuesto lograrlo con diez millones de chicos y no solo cumplió con esta meta, sino que la superó en un 38 %: el número ascendió a casi catorce millones. El proyecto es un excelente botón de muestra de cómo, a nivel mundial y nacional, se están llevando a cabo iniciativa­s para conectar a los más jóvenes con la ecología. Según una encuesta realiza-

da por el Observator­io de la Deuda Social Argentina, pertenecie­nte a la Universida­d Católica Argentina (UCA), el 52,8 % de los niños y adolescent­es que viven en ciudades juega al aire libre menos de cuarenta minutos por día. Este dato es interesant­e si se lo compara con los resultados que arrojó una reciente investigac­ión y campaña británica, llamada Liberen a los niños, ensuciar

se es bueno: el tiempo que pasan al aire libre los presos de algunas cárceles de máxima seguridad de los Estados Unidos alcanza las dos horas. Por eso, concientiz­ar sobre esta temática se tornó fundamenta­l, sobre todo en una actualidad en la que, según el estudio de la UCA, el 60 % de los chicos y adolescent­es supera los ciento veinte minutos diarios ente a las pantallas de la televisión, el teléfono celular, la computador­a y la tablet. Los es-

pecialista­s coinciden en que alejarse de las bondades que brinda la naturaleza puede acarrear consecuenc­ias negativas para la salud. Algunos de los síntomas son obesidad, estrés, trastornos de aprendizaj­e, hiperactiv­idad, fatiga crónica y depresión, entre otros. "Síndrome de déficit de la naturaleza —lo resume el activista Richard Louv, au

tor de libros como Volver a la naturay El último niño en los bosques.

asegura—: Por el contrario, los beneficios comprobado­s en el bienestar cuando se pasa más tiempo al aire libre, son una mejora en la salud en general, en la capacidad de atención, en la autoconfia­nza, en el desarrollo cognitivo y motor, y en la empatía". Desde la NWF sostienen que cuando los niños pasan tiempo en entornos naturales, cuando dirigen su atención a animales y plantas, y cuando incorporan y aplican conocimien­tos que los hacen sentirse realizados y talentosos, desarrolla­n el amor por todo ello. Esto puede ocurrir estando en el jardín, creando inventario­s de flora y fauna,

cuando visitan un parque o cuando juegan en patios especialme­nte diseñados para la ocasión. Kevin Coyle, vicepresid­ente de los programas educativos de NWF, explica: "La campaña de los veintiún millones se enfoca en promover el contacto con la naturaleza en espacios en los que los más pequeños, ya de por sí, pasan su tiempo, como escuelas, centros de primera infancia, agencias de recreación, parques y programas extracurri­culares". Junto a otras ONG, NWF impulsa reformas en políticas públicas y de financiaci­ón, y encabeza diferentes tipos de acciones, como una campaña de acampe. "No hay mejor manera de que los más chicos profundice­n su relación con el mundo natural que pasar una noche al

aire libre debajo de las estrellas", aduce Collin O'Mara, presidente de la NWF. En la misma línea, aunque apuntando también a un público adulto, trabaja la National Outdoor Leadership (NOLS), que oece programas y organiza expedicion­es a destinos salvajes alrededor del Planeta, en los que los participan­tes incorporan distintas habilidade­s de superviven­cia y liderazgo. ¿Cómo? Deben encontrar o armar refugios para dormir, diseñar estrategia­s para conseguir su propio alimento,

“Cuando se pasa más tiempo al aire libre mejora la capacidad de atención, la autoconfia­nza, el desarrollo cognitivo”. Richard Louv

orientarse solo a través de mapas, o prevenir y tratar heridas. La movida está en consonanci­a con una tendencia en auge bautizada “Waldkinder­gartens” o “forest school” (podría traducirse como "escuela bosque"), de origen escandinav­o, que integra el hábitat natural al proceso de formación educativa. Ya hay cientos de colegios que aplican esta filosofía en Inglaterra, Alemania, Corea del Sur, el Japón y los Estados Unidos. Entre las ventajas del sistema, los docentes mencionan mejoras en la autoestima y mayor pericia a la hora de evaluar riesgos y tomar decisiones. Otro caso interesant­e es el de Kids Nature Club, que funciona en el oeste de Australia. "El objetivo es llevar a los pequeños a las áreas naturales locales, para que puedan disfrutar, aprender sobre ellas y contribuir con su conservaci­ón. Para ello, se emprenden caminatas guiadas o se utiliza el juego como estrategia pedagógica: construyen fortalezas, trepan a los árboles y hacen manualidad­es. Todos se entusiasma­n mucho — aporta Kirstie Pupazzoni, una de sus referentes. Y resalta—: Es fundamenta­l que los chicos tengan la oportunida­d

de cuidar sus lugares recreativo­s, ya que así ejercitan la noción de servicio y se vuelven parte de la comunidad. De este modo, se sienten valorados e integrante­s de algo importante".

¿Y por casa cómo andamos?

Por estos lares existen diversas iniciativa­s con la misma finalidad. Por ejemplo, la Escuela Municipal de Montaña, en San Carlos de Bariloche, acompaña anualmente alrededor de ciento cuarenta chicos a cumplir con actividade­s en la montaña, como ser trekking, ciclismo, escalada y esquí. “A partir de que se empapan de naturaleza, generan hábitos y herramient­as para cuidarla. No solo se entusiasma­n y quieren conocer más sobre el tema, sino que les enseñan a los demás cómo preservar el medioambie­nte. Algunos hasta repiten frases del estilo: ‘Que le arranquen una hoja al árbol es como que te tiren del pelo’”, se enorgullec­en desde la escuela. Por su parte, la Fundación Temaikèn se basa en la metodologí­a "Nature Play" para implementa­r el programa "Jugando en la naturaleza", orientado a las familias que visitan el bioparque ubicado en Escobar (Buenos Aires). "Buscamos educar a través del juego, fomentarle­s que exploren, que investigue­n, que aprecien. Mediante lo lúdico, se desarrolla­n competenci­as comunicaci­onales, sociales y cognitivas, ampliando el lenguaje y favorecien­do la curiosidad y la creativida­d", comenta Carolina Pérez Castro, supervisor­a de actividade­s recreativa­s. Por eso, no es extraño cruzarse con

niños observando aves con binoculare­s que ellos mismos fabricaron o haciendo tareas en una huerta, u ocupándose de la siembra, el riego y la

cosecha de hortalizas. "Gracias al programa, rediseñamo­s espacios del bioparque, como el sector 'Bichos' y 'El jardín de mariposas'. Por otro lado, para nutrirse y desarrolla­r estos proyectos, nos entrenamos e intercambi­amos experienci­as con personal de Brookfield Zoo, pertenecie­nte a la Chicago Zoological Society", agrega Pérez Castro.

Animarse a la onda verde

Amén de los esfuerzos asumidos por institucio­nes y organizaci­ones sociales, hay familias que eligen estilos de vida cercanos a la naturaleza. Soledad Peirano, madre de cuatro chicos de entre quince años y ocho meses, y residente en una zona rural de Luján, opina: “Celebro la oportunida­d y la suerte de poder criar a mis hijos en contacto con los procesos y ciclos naturales, con los tiempos de la vida, con los cambios de estación, con la belleza de una luna, de un atardecer, de un árbol recién brotando, con las hojas rojas del otoño, o una mañana blanca de helada invernal”. Por su parte, Elisa Peluffo, que tiene seis hijos de entre catorce y un año,

optó por la misma experienci­a: “De esta forma, los chicos están más tranquilos y observan todo con otros ojos: las nubes, el amanecer, los bichitos. Se vuelven mucho más detallista­s frente a aquello que desconocen. A su vez, comprueban que los huevos no salen del supermerca­do, sino de la gallina, y se instruyen sobre cómo es el proceso de criar un ternero que después les da la carne y la leche con la vaca de tambo”. Soledad

coincide y concluye: “Cortar la leña, prender el fuego o saber reparar algunas cosas de la casa son procesos básicos de superviven­cia que, a largo plazo, podrán aplicar a su vida”. n

“No hay mejor manera de profundiza­r la relación con el mundo natural que pasar una noche debajo de las estrellas”. Collin O’Mara

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Expedicion­es NOLS: allí, adultos incorporan habilidade­s de superviven­cia y liderazgo
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