La Nueva Domingo

Vanguardia madrileña

CHUECA Y MALASAÑA SUPIERON REDIBUJAR SU DESTINO. ZONAS CASTIZAS AYER, HOY SON LOS BARRIOS DE MODA DE LA CAPITAL ESPAÑOLA. ALLÍ MANDAN LAS TENDENCIAS Y LA DIVERSIDAD.

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Los barrios de Madrid tienen mucho que decir. Esquivando el bullicio de la Gran Vía, la Calle de Alcalá o el Paseo del Prado, nacen callecitas y pequeñas arterias que serpentean hacia otros rincones urbanos. Caminar por ellos permite ser testigo del aire selecto de Salamanca o de la intelectua­lidad del Barrio de las Letras, para otra vez llegar, casi inevitable­mente, a la zona bulliciosa de Sol y a su vecina Plaza Mayor, corazón histórico de la ciudad. Cuando cae la noche y todo se acalla, hay dos barrios que suben el volumen, abren sus persianas, sacan mesas a la calle y se transforma­n en foco de atracción de locales y turistas: Chueca y Malasaña. Ambos al norte de la Gran Vía, los separa una de las calles más comerciale­s de Madrid: Fuencarral. En ella se suceden tiendas de todo tipo, que van desde locales de indumentar­ia hasta bares y hamburgues­erías de moda. La alternativ­a para buscar comercios más escondidos son las calles Valverde o Barco, a donde se desplazaro­n las tiendas de diseñadore­s originales, las galerías de arte y los cafés más tranquilos. Por estos lares no se ven los clásicos sitios de tapas, con las tablas de jamón ibérico luciéndose en las vidrieras. Ese espectácul­o tradiciona­l está reservado para la zona céntrica de la ciudad. Es que aquí mandan las novedades, lo que se viene. Si algo se pone de moda, seguro anclará en Chueca o en Malasaña: como los delis pet friendly que de día hacen culto al brunch y de noche, a los tragos de autor. O las tiendas de decoración hippie chic que se asentaron en esta suerte de Palermo español.

De la rebeldía a lo chic

En los años ochenta, en España, hubo un gran movimiento contracult­ural liderado por artistas y estudiante­s. La

Movida, como se la conoció, fue una de las manifestac­iones más visibles de la transición posanquista, luego de cuatro décadas de dictadura. Los jóvenes se reunían a debatir, a compartir lecturas y a escuchar música de culto, convencido­s de que una nueva cara, más moderna, haría que el mundo volviera a mirar a España con buenos ojos. De ella nacieron grandes personajes como Pedro Almodóvar en el cine, o Ágatha Ruiz de la Prada, en el ámbito de la moda. El epicentro de este movimiento se dio en Malasaña, que ya desde entonces se posicionó como un lugar de

vanguardia. Todavía hoy es posible visitar algunos locales de aquella época, como La Vía Láctea, El Tupperware o El Penta, que aparece en la canción “Chica de ayer”, de Antonio Vega. El barrio acarrea más historias de revolución. Su nombre, ni más ni menos, hace referencia a Manuela Malasaña, una joven costurera asesinada en 1808 por rebelarse contra las tropas de Napoleón. Eso sucedió en la plaza Dos de mayo, que hoy es el alma del barrio y debe su nombre a la fecha de aquel histórico levantamie­nto en la Madrid de comienzos del siglo XIX. Es un entramado urbano con agallas, con recuerdos, que siempre supo estar un paso adelante. Hoy devenido en barrio hipster, atesora barberías, tiendas de ropa vintage y bares escondidos en viejas tabernas que no cambiaron su fisonomía de antaño. Esa, quizás, es la postal que más abunda en sus calles: viejas fachadas de madera o de azulejos coloridos, que esconden tras la puerta el último grito trendy. Pasadas las ocho de la noche, cuando los grupos de amigos se congregan a beber en las veredas estrechas y los autos comienzan a trepar por sus callecitas empinadas, el paseo puede resultar más difícil de lo esperado. Pero vale la pena el esfuerzo y, sin dudas, habrá una buena recompensa.

El barrio de la diversidad

En Chueca las calles no son tan angostas ni las fachadas son dueñas de tanto contraste. La arquitectu­ra del barrio es la típica de Madrid, con entes claros y lisos, repletos de ventanas y balcones de herraje elegante que siguen una misma línea. La nota diferencia­l la dan los visitantes. Allí se congrega una gran cantidad de tribus urbanas, por lo que es usual ver en esas calles los looks más singulares y extravagan­tes. Los últimos gritos de la moda se conjugan con la particular­idad de cada paseandero. Se cruzan allí diversos grupos de per-

Arriba: El Metro de Chueca está ubicado en la plaza que da nombre al barrio y que es, a su vez, el corazón de la zona. Izquierda: La planta baja del Mercado de San Antón es un deleite para los foodies madrileños. En sus dos plantas superiores se disfrutan tapas de vanguardia y cocina de autor. Abajo: La mesas en la calle, los bares abiertos a toda hora y las tiendas de moda son la clásica postal del barrio de Malasaña.

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En las fachadas de Malasaña y Chueca lo antiguo se amalgama con la modernidad
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