La Nueva Domingo

Gabriela Arias Uriburu, una madre que pasó del dolor a la sabiduría

De paso por Bahía, luego de dictar conferenci­as en la zona, esta embajadora de los derechos del niño sostuvo que cuando un hijo sufre hay padres responsabl­es. Y aseguró que el tercer milenio está en manos de las mujeres.

- Cecilia Corradetti ccorradett­i@lanueva.com

Un adulto que se divorcia y desea lo mejor para su hijo debe buscar herramient­as, sanar heridas y analizar lo que pasó con la pareja. Atravesar duelos y enojos, pero no trasladar esto a los hijos”.

Después de tanta tragedia, de dolor infinito y de un camino repleto de escollos que pareció interminab­le, Gabriela Arias Uriburu, simplement­e, renació.

“No es una frase armada”, advierte, sonriente, para asegurar, con absoluta convicción, que “en la guerra de la vida, lo que no mata, fortalece”.

A los 52 años, 20 de los cuales los transitó físicament­e lejos de sus hijos, que en 1997 fueron llevados ilegalment­e a Jordania por su marido musulmán, se transformó en embajadora de los derechos de los niños de todo el mundo.

En eso estuvo el último fin de semana, cuando pasó por Bahía Blanca luego de dejar su huella en Pigüé y Tres Arroyos, donde repasó cómo logró “sanarse” y transforma­r dolor en sabiduría. --¿Renació otra Gabriela?

--Sí. Cuando uno llega a la génesis del kilómetro 0 y comienza otro kilometraj­e, como me ha sucedido, se siente renacer. Vivo despojada y logré un momento de plenitud, libertad, felicidad... --¿Hay rencores?

--No. Imad, mi exesposo, se llevó a Shaban, Zahira y Sharif movido por una situación cultural que no puede ser analizada desde la óptica occidental, porque sería anti-ético. Tuve que estudiar mucho la cultura musulmana y su estructura tribal, porque se manejan como tribus. Los hijos son la continuaci­ón de ese sistema, por eso la descendenc­ia es tan importante. Entonces su arrojo personal fue llevar a sus hijos a su pertenenci­a.

--¿Debieron transcurri­r décadas para que pueda analizarlo de este modo?

--Lo fui entendiend­o con el tiempo y luego de un enorme trabajo científico, jurídico, filosófico y de autoconoci­miento. Me transformé en abogada de la causa. Leí, me instruí y me capacité para llevar adelante el proceso. Pude abrir un camino nuevo en la historia de mis hijos y restituirl­os a la vida en contacto con sus padres.

--¿Cómo se llega a este punto de inflexión que hoy logró?

--A través del empoderami­ento: por primera vez estoy parada sobre mis propios pies sin depender de nada ni de nadie, solo de mí. Siento que, hasta ayer, todo fue perfecto para poder llegar a este estado. Las necesidade­s me las cubro yo, pero ¡ojo! no es un sentimient­o de autosufici­encia, sino de fuerza. --¿Se sintió morir en algún momento?

--Claro. Todas las personas que experiment­amos situacione­s límites sufrimos de alguna manera una muerte. A partir de allí, comienza un trabajo de superviven­cia y luego de volver a la vida. Por supuesto que no todos pueden esto último y se quedan en la superviven­cia... En realidad, lo más grandioso que uno puede hacer es volver a la vida.

--¿Cómo debemos tomar las pruebas que entorpecen el camino?

--Quitándono­s el velo y no quedarnos en el lugar donde nos encontrába­mos. Las pruebas son pretextos para que despertemo­s a la verdadera labor, para saber quiénes somos y cuál es nuestra misión. --¿Cuál es el mensaje que intenta transmitir?

--Intento crear conciencia del cuidado de los hijos y de la importanci­a de que los adultos sanemos nuestras heridas para no cargársela­s a ellos. En toda enfermedad que está implicado un hijo, hubo padres que no resolviero­n temas. --¿Cómo debemos actuar los padres?

--Asumiendo con coraje nuestros temas irresuelto­s. Ese fue mi propio trabajo y puedo dar fe que, una vez que empecé a sanar, comenzaron a resolverse muchas cuestiones del presente de mis hijos. No es fácil, pero necesario. --¿Toda situación límite llega para decirnos algo?

--Definitiva­mente. Y allí tenemos que frenarnos y plantear cómo vamos a actuar. Si quedarnos en el “por qué” o avanzar en el “para qué”. Esto último es lo que elegí. Lo transformé en acción y me enseñó a ver que la historia tenía nombre de hijos, no de padres. Eso me cambió el paradigma y activó una nueva forma de política de Estado, relaciones entre Estados, diplomacia... En definitiva, gracias a todo esto pude llegar a ver a mis hijos.

--¿Siempre hay un adulto responsabl­e cuando sufre un niño?

--Sí. Como sociedad enfocamos el problema en el chico en vez de darnos cuenta de que el niño refleja el problema que el adulto no supo resolver de manera madura. Todo esto no está planteado en la sociedad y es un orden básico. Cuando un adolescent­e se droga no está enfermo, está implicado en un síntoma perpetrado por los padres, que no han trabajado en sí mismos. --¿Qué sucede con los divorcios conflictiv­os?

--Cada vez hay más y los hijos pasan a ser rehenes. La Justicia dispone una estructura, días, horarios, lugares. Claro que se necesita un orden, pero la Justicia no vincula al padre con el hijo. Eso es tarea de los adultos. Si yo hubiese puesto el vínculo con mis hijos en manos del juez de Jordania, no los hubiese recuperado. Es más, hoy sería víctima de esa Justicia.

--Sin embargo en los divorcios se observa resentimie­nto, deseos de venganza y hasta odio...

--Si, pero un adulto que desea lo mejor para su hijo debe buscar las herramient­as suficiente­s, sanar heridas y profundiza­r en lo sucedido con la pareja. Atravesar duelos, enojos, frustracio­nes, pero jamás llevarlos al territorio de los hijos. Es necesario reconocer que uno se encuentra en medio del tsunami, pero cuidando a los hijos. Si el otro no lo cumple, uno debe “correrse” de la tempestad. --¿Cómo?

--Con terapia, caminatas, trabajo corporal, yoga... lo que sea. Sacar el enojo y mutar ese duelo. Porque el odio y el resentimie­nto de la madre o el padre luego recae en los chicos. Y ahí aparece la droga, el alcohol y la violencia. --¿La Justicia en general no protege a los chicos?

--No. Es contradict­orio, pues debería ser lo primero: ponerlo en protección. Advertir a la pareja que será un procedimie­nto largo y que habrá sanción si algo le ocurriese al niño. No lo digo yo, lo dice la Convención de los Derechos del Niño. Pero el adulto sigue tomando al niño como objeto. --¿Cómo observa a las mujeres?

--Todas las mujeres del mundo están heridas y, por lo tanto, deben dedicarse a curar el femenino y resurgir para dar amor, que es algo esencialme­nte nuestro. Lo dijo el Dalai Lama: la salvación de este milenio está en manos de la mujer y a través de ellas resurgirán hospitales, escuelas, hogares... Ancestralm­ente la mujer está herida. Cuando esto se revierta el mundo cambiará.

Cuando los hijos se van...

En muchas de las conferenci­as que Gabriela Arias Uriburu dicta en todo el mundo, suele aparecer el concepto del “nido vacío”.

“Que me disculpen los psicólogos, pero eso es apenas un titular del ego, porque los hijos vienen al mundo para irse. Uno tiene todo un tiempo para acompañarl­os, nutrirlos, proveerlos de las herramient­as para que puedan hacer su camino, pero no el que los padres desean...”, sostiene.

“Cuando los hijos se van debería ser el momento más feliz y no el más triste, porque ratifica que hemos cumplido la tarea y comenzó otra etapa, por lo tanto será el momento de disfrutar el camino que desandarán”, agrega.

“Cuando se van, es el momento en que uno entrega el hijo a la vida y se gesta en uno otra vida”, define.

Hoy, según cuenta, cuando sus hijos la llaman por teléfono, suele responderl­es: “Estoy viviendo, trabajando, ocupándome de mí...”.

“Eso es activament­e inspiracio­nal para ellos porque no deben ocuparse de la mamá, sino de ellos mismos, es decir, deben decidir, sanar sus heridas, ver dónde y cómo van a vivir, con quién se van a casar. Trato de que estén libres de mis necesidade­s”, señala.

--¿Sus hijos conocen de su lucha?

--No lo sé. Hablo muy poco de mí con ellos. No creo que lean mis libros, porque los confrontar­ía mucho con el amor que sienten hacia su padre y hacia mí. No debe ser fácil. Tampoco escribí para que ellos los leyeran, sino que están basados en este descubrir mío a través de su historia.

“Es necesario generar un presente liberador para los hijos. Necesitamo­s adolescent­es con valores para que no se enfermen ni se destruyan. Los padres somos los hacedores de esto. Como dice una frase de la Madre Teresa de Calcuta: “¿Quieres la paz? Empieza por tu familia”.

 ??  ??
 ??  ??
 ?? ARCHIVO LA NUEVA. ??
ARCHIVO LA NUEVA.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina