Los dones que se “despertaron” de la mano de Natty Petrosino
Luego de recorrer localidades de la zona, Gabriela llegó a Bahía el sábado pasado y se “desplomó”, agotada, en la cama del hotel.
“Apenas me desperté, llamé a Natty”, cuenta, sobre su “entrañable” amiga Natty Petrosino, a quien conoció en los momentos más difíciles de su vida y con quien suele compartir conmovedoras campa- ñas en la selva formoseña.
En 1998, luego de que su esposo la separara de sus hijos, Gabriela conoció a alguien que le “abrigó el corazón”, según define.
“Esa fue Natty. Apareció en casa de mi hermana y conversamos un largo rato. A partir de allí me acompañó durante largos y tristes años, hasta que en 2002 viajé a El Divisadero, en el impenetrable chaqueño, en una experiencia maravillosa que me ayudó al fortalecimiento espiritual”, recuerda.
“Solía bromearme: ‘¡Quién diría, una Arias Uriburu durmiendo bajo un árbol...!’, pero a mí eso me hacía inmensamente feliz”, rememora.
“Gaby”, de la mano de Natty, se fue involucrando en labores por la humanidad y hoy se convirtieron en grandes amigas.
“Las vueltas de la vida. Cuando era adolescente le decía a mi mamá que quería misionar en el impenetrable, con los wichis. Con Natty lo he cumplido, viví de cerca el hambre y la entrega. Porque no es un acto solidario, es mucho más que eso. Repre- senta una experiencia que cambia el corazón”, resume.
“Uno va a con los wichis a ser transformado, a decirles que Dios no los abandonó, a darle identidad y pertenencia”, reflexiona, e insiste: “Regreso a casa con nuevos talentos despiertos: bondad, paciencia, silencio, simpleza, belleza. Todos esos dones los aprendí con Natty Petrosino”, concluye.