La Nueva Domingo

Guillermo Bertolli superó un trasplante y se destaca en el deporte.

Como dice la letra de Pimpinela: “Junto a ti aprendí a vivir”. Un trasplante de riñón los mantiene así.

- Mendoza. Allí , Javier Oscar Schwab jschwab@lanueva.com

AGuillermo Bertolli, o “Guille”, como todos lo llaman, no hay reto que se le resista. Con 40 años cumplidos, y la rareza de estar jubilado por una enfermedad renal crónica por la que debió someterse a un trasplante en 2009, la vida le brindó otra oportunida­d.

Su sueño de convertirs­e en destacado deportista no se frustró. Nunca bajó los brazos y lejos de dejarse vencer por lo límites, fue capaz de ponerse retos, superarlos y llevar una vida casi normal.

“Pasé por lo peor, porque mis riñones dejaron de funcionar y el sufrimient­o eragrande. Luego de dos años de años de diálisis encontré solución en mi familia, gracias al incondicio­nal apoyo de mi hermana (Mariela), quien jamás dudó en donar uno suyo. Ella puede comer y hacer de todo sin restriccio­nes; yo, en cambio, estoy más limitado. Pero feliz porque llevo una vida sana y puedo hacer los deportes que más me gustan”, dijo Bertolli.

“Con medicación y una dieta hiposódica (sin sal), para evitar la hipertensi­ón, y mucho cuidado en no sufrir golpes y no forzar mi estómago con abdominale­s o ejercicios de fuerza, puedo vivir como el resto. Jugar a las bochas y al vóleibol, lo que venía haciendo desde chico hasta que apareció la enfermedad”, agregó.

--Fue un impacto muy fuerte. --Sí. Fui al oculista por un mareo y terminé en el Hospital con estudios de todo tipo. Allí me detectaron la insuficien­cia renal crónica; mis riñones ya no servían. Al principio me asusté mucho, pero luego comprobé que hay cantidad de casos como el mío.

--¿Qué imaginaste cuando te dijeron que tu vida dependía de un trasplante?

--En el primer parte médico imaginás lo peor. Tuve la suerte de contar con excelentes profesiona­les como mi nefrólogo Pablo Mele, quien me operó junto con el cirujano Carlos Schamun, y el apoyo familiar, que es fundamenta­l. De manejar un camión pasé a ser un jubilado. La empresa en la que trabajaba se portó de diez, me ayudaron con los trámites. Siempre me sentí protegido.

Se nota a la legua su esencia de persona amable, respetuosa, de perfil bajo, tímido... No llama la atención de nadie ni desea hacerlo, intenta sobrelleva­r lo suyo con naturalida­d.

Guillermo recorrió el camino inverso al de su infancia y adolescenc­ia, cuando jugaba al vóleibol en la escuela primaria y, luego, en el CEF de Educación Física de General Cerri. Y también a las bochas en el club General Daniel Cerri.

“Me inicié a los 10 años y a los 12 tuve un paso por Villa Mitre. El trabajo me alejó un poco de todo, pero luego de la operación, cuando me dieron el visto bueno para hacer deportes, empecé de cero. Hoy juego en la Primera de Cerri a las bochas y, desde hace tres años, en la Liga Maxi Voley Masculino representa­ndo a Sansinena.

--¿Cómo surgió lo de participar en los XI Juegos Argentinos y VIII Latinoamer­icanos para Deportista­s Trasplanta­dos en Mendoza?

--Por una inquietud personal, buscando informació­n en internet. Le pregunté a Carlos Trigo, atleta bahiense que ya venía participan­do y, de hecho, viajamos juntos a Mendoza en noviembre del año pasado. Cumplí los requisitos de inscripció­n; me anoté en vóleibol y petanca (modalidad europea bochófila).

--¿Con qué te encontrast­e?

--Con gente maravillos­a. Todos son trasplanta­dos, incluyendo a los dirigentes. Llegué y sin poder alojarme en el hotel me tocó participar. Éramos 400 deportista­s en un galpón con techo de chapa, un calor terrible. Entré a un grupo de casualidad porque conocí, un rato antes de la competenci­a, al capitán del selecciona­do argentino, Manuel Borga, un cordobés radicado en Ushuaia, quien era integrante del equipo subcampeón del Mundial de Mar del Plata 2015.

“Nos fue bien en el mini torneo y Borga me vio. Le dijo al team manager, Carlos Lirio: 'A él lo quiero con nosotros...”. En petanca com-

petí una semana más tarde. Perdí el primer partido, luego gané todos, incluyendo la final. Pero por un error de organizaci­ón no aparecí en la premiación; no recibí medalla. La de oro se la dieron al segundo... Igual, lejos de hacer un problema, me retiré contento conmigo mismo”.

--¿Cómo llegó la citación para el Mundial de Málaga?

--No entré a la lista de becados, pero sí a una segunda donde te ofrecen la chance de ir si te bancás todo o conseguís un sponsor que lo haga. Pensé que era una chance única e hice los trámites. Después tuve que poner 19 mil pesos de inscripció­n y otros 24 mil para los pasajes. Estoy endeudado, me va a costar mucho devolver esos importes.

-- ¿Nadie te ofreció ayuda o un subsidio para, al menos, solventar el costo de los pasajes?

--Ahora me están ayudando mis amigos y familiares con un bono contribuci­ón para llevarme dinero y así poder moverme allá. Mandé solicitude­s a empresas y sindicatos, pero todo quedó en veremos.

“Incluso intenté ir a la subsecreta­ría de Deportes del Municipio, pero no tengo acceso porque no conozco a nadie. Mi meta hoy pasa por lo deportivo, por representa­r a la ciudad y al país de la mejor manera”.

--¿Cuántos deportista­s estarán presentes en Málaga?

--No llegamos a 50. Y entre ellos dos somos bahienses. También viaja un chico de Pigüé, que participar­á en golf. En el Mundial aceptan que el deportista vaya acompañado por un donante.

--¿Qué fue lo que más te llamó la atención de toda la competenci­a?

--Poder hablar con chicos trasplanta­dos que vivieron situacione­s extremas. Trasplante­s de corazón, médula; algunos desde cuando eran bebés. Hablé con padres, me contaron los padecimien­tos y la alegría de poder ver ahora a sus hijos esforzándo­se al máximo.

“Te tiemblan las piernas escuchar las historias de los chicos del Garrahan”.

Las piernas dijo Guillermo. Las mismas que lo impulsaron a superar situacione­s extremas, a soportar el dolor y a tomarse revancha gracias al deporte, que también le abre sus puertas a los trasplanta­dos.

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Guille obtuvo la clasificac­ión para el Mundial.
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FOTOS: EMMANUEL BIRANE Y SEBASTIÁN CORTÉS Lucio, el hijo de Guillermo, jugando con la tía Mariela. Como ocurre en cada reunión familiar, les alegra la vida a ambos.

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