“Sueño con un mundial en el país"
AGUSTÍN PICHOT TRABAJA PARA DARLE UN SALTO DE CALIDAD AL RUGBY NACIONAL. VICEPRESIDENTE DE LA MÁXIMA ENTIDAD DE ESTE DEPORTE, TAMBIÉN HABLA DE SU FACETA COMO LÍDER Y EMPRENDEDOR.
alguna vez, Jorge Valdano dijo: “El tiempo les
gana a todos”. Con Agustín Pichot, glorioso ex Puma, la sentencia podría verse en aprietos. A “Fichín” parece que el tiempo no lo vence: está igual que hace veinte años. Impecable físicamente, nos recibe en las oficinas de su productora Pegsa y ya se entusiasma con una charla que abarcará varios aspectos de su vida fuera de las canchas, pero sobre todo, de su rol como vicepresidente de la World Rugby, la máxima entidad de este deporte. “Sigo creyendo que uno vive como se educó, y mi gran formación fue como deportista. Cuando me ponía la camiseta de la Argentina sentía responsabilidad; ahora, en este cargo, la siento mucho más”, desliza el ex medio scrum del seleccionado nacional. Una vez retirado, Pichot puso manos a la obra para darle al rugby argentino un salto de calidad. Sus gestión se vio reflejada en el debut de Los Pumas en el Rugby Championship y en la aparición de la anquicia Jaguares, que disputa el Súper Rugby. A nivel internacional, bregó para que el deporte fuera incluido en los Juegos Olímpicos Río 20⒗ “En el cargo que ocupo hoy, hay que tener humildad. Obvio, fue un orgullo que me eligieran. Que un argentino llegue a un puesto así habla muy bien de nuestro rugby”, confiesa. –¿Qué es lo que más te gusta de tu función? –La posibilidad de lograr que las cosas cambien. ¿Qué se puede hacer por Fiji? Es una isla que cuenta con pocos recursos; entonces, ¿cómo podemos ayudarlos deportivamente? Los esfuerzos rinden sus utos: su selección creció y se llevó la medalla dorada en las últimas Olimpiadas.
–Miremos para estos horizontes. ¿Cómo analizás el presente del rugby nacional?
–Lo más importante es que, a diferencia de lo que sucedía en el pasado, nuestros rugbiers tienen la posibilidad de vivir profesionalmente de este deporte. En cuanto a las competencias, Los Pumas ingresaron al Rugby Championship, que es el campeonato profesional de mayor trascendencia en el hemisferio austral, en el que participamos junto a Nueva Zelanda, Sudáica y Australia. Por otro lado, surgieron los Jaguares, el equipo doméstico que se mide en el Súper Rugby con los mejores die- cisiete equipos del hemisferio sur. De esta manera, conseguimos tener un calendario internacional mucho más estable entre las grandes potencias.
–Últimamente, se dieron un par de lesiones graves que hicieron resurgir aquella vieja polémica de si es un deporte violento. ¿Habría que cambiar alguna regla?
–El rugby tiene muchas reglas para cuidar al jugador. A partir de estos sucesos, nos propusimos evitar al máximo posible que esto vuelva a ocurrir. Por ejemplo, estamos haciendo hincapié en lo referente a los golpes en la cabeza. Es un deporte de contacto, pero quiero dejar en claro que el tema es prioritario en nuestra agenda.
–¿Soñás con un Mundial de Rugby en la Argentina?
–Sí, lo charlé hasta con el Presidente de la Nación. Es una de las citas más relevantes del mundo del deporte. Hay varios temas complicados de resolver, como lo referente a la inaestructura. Pero el equipo de trabajo y la ilusión están.
–¿Lo ves factible a corto plazo?
–Es difícil. Es un evento muy atrapante, así que hay mucha competencia. En 2019 se organizará en el Japón, y para 2023 están postulados Sudáica, Italia, Francia e Irlanda. En 2027 los Estados Unidos se sumarán a ese lote. Va a ser duro.
Lado B
Producción de vinos, aceites y dulce de leche, línea de indumentaria propia y hasta un coqueteo con la política. Después de colgar la “9” celeste y blanca, Pichot, de espíritu inquieto, no se conformó con vivir de los laureles. Hoy, su proyecto personal pasa por Pegsa, la productora con la que genera contenidos audiovisuales. Lo más reciente es una alianza con Disney para llevar adelante Once, una historia que se ancla en el fútbol, pero que, en rigor, desanda lo que es el universo deportivo. “Lo que me motivó a sumergirme en este ambiente fueron las ganas de hablar sobre deporte, pero desde la visión de los protagonistas. Yo no sabía de radio ni de televisión, así que fui aprendiendo. Crecimos hasta que llegó este reto de producir esta
ficción”, se enorgullece quien brilló en el Club Atlético San Isidro (CASI) y en el Stade Français.
Capitán, guía, modelo para seguir. Pichot habla y se entiende por qué escribió El juego manda, un libro en el que recopiló las experiencias de su carrera para reflexionar sobre el liderazgo positivo. Una faceta que quizá empezó a moldear cuando muy joven se mudó a Inglaterra para jugar en el Richmond y en el Bristol. Allí no solo firmó su primer contrato profesional, sino que terminó siendo capitán.
–¿La pelea con Ben Clarke empezó a convertirte en líder?
–Ahí aprendí lo importante que es seducir. Él, como capitán del Richmond, quiso imponerse en algo, y yo, con veintiún años, quise decirle lo que tenía que hacer. ¡Me corrió por toda la cancha! Si me agarraba, me mataba. Pero me sirvió para crecer. Luego de ese episodio, adopté otra forma de hablar y comportarme. Por supuesto, discutí muchas veces con colegas, pero nunca llegué a aquel extremo.
–Un tiempo más tarde, fueron tus propios compañeros los que quisieron que fueras el capitán…
–Sí… Fue un proceso traumático, que costó muchísimo, pero que salió bien. ¿Por qué? Por escuchar, por observar, por tratar de ser mejor e imponerme solo en el juego.
–¿Se aprende a ser líder? ¿Es innato, se hereda?
–El liderazgo en los equipos se aprende. De joven, me guiaba por lo que yo creía, todavía no tenía la capacidad suficiente para considerar lo que pensaba el resto del grupo. Me resultaba más fácil llevarlos adonde yo quería. Era muy cabrón, bien leonino. Pero cambié. Con golpes, aprendí que el mejor líder, el positivo, es el que convence. El que te dice: “Estamos juntos en este proyecto. Yo no soy más que vos, sino igual”. Es mucho más lindo cuando, sin levantar la voz, caminamos hacia una dirección y, al darnos vuelta, comprobamos que todos están caminando detrás nuestro porque confían en nosotros.
–Siempre te caracterizaste por exigirte y superarte.
–Yo tenía muchas ganas de cumplir mi sueño. Creo que estaba escrito. Me iba a dormir ya deseando levantarme temprano al otro día para poder jugar. Fui el profesional de menor estatura de todas las ligas del mundo.
–En una entrevista dijiste: “Si no me sentía Iron Man, no podía entrar a la cancha”.
–Era así, tal cual. Es loco ya que ahora veo videos míos y no puedo creer haber estado ahí. No me daba cuenta, pero era como un hámster en una rueda: no enaba. Seguía y seguía, sin que nada me importara.
–¿Cuál es el recuerdo deportivo que más atesorás?
–El momento en que me saco por última vez la camiseta argentina. Fue en el Mundial de Francia: sabía que era el final, que ya había dado todo.
–Solés afirmar que el deporte es psicológico.
–Estoy seguro de que la mente le gana al corazón. En el deporte tenés que tomar decisiones constantemente: ¿Y con qué lo hacés? Obvio, el corazón juega su papel. A mí me explotaba el pecho cuano me ponía la camiseta argentina. Siempre pregunto lo mismo: ¿Por qué un chico fantasea con ser una estrella? ¿Por el dinero? No, por la gloria.